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Franco humilla a Vicente Rojo en el Diccionario Biográfico Español

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La Real Academia del Historia, una vez más demostrando ser un nido de fascismo.

La Real Academia de la Historia, bajo dirección de Gonzalo Anes, ha decidido reabrir la batalla de la Guerra Civil con la última entrega de volúmenes del Diccionario Biográfico Español, reviviendo sobre el papel el enfrentamiento entre los generales Francisco Franco y Vicente Rojo, con una biografía del responsable de las operaciones militares del ejército republicano que lo retrata como desleal, chaquetero, cobarde, negligente y mal estratega. El extenso artículo lo firma Ángel David Martín Rubio, un sacerdote, profesor de Historia de la Iglesia (en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas Virgen de Guadalupe, en el Instituto Teológico San Pedro de Alcántara del Seminario de la Diócesis de Coria Cáceres y el CEU).

A LA FUERZA, LEAL
El sacerdote escribe sobre las preferencias políticas del militar: “Conviene resaltar que se le ha vinculado a la conservadora Unión Militar Española (UME), una de las organizaciones que más activamente participó en la preparación del alzamiento militar”. Aunque se muestre tan interesado en “resaltar” la tendencia conservadora del general republicano, es un hecho conocido y divulgado por su propio nieto, José Andrés Rojo, en la biografía de su abuelo –Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, Premio Comillas de Biografía)-, en l que le describe como “un militar leal a la República, católico y demócrata”.

Martín Rubio liga a Rojo con la organización con una limitada metodología historiográfica: “Se le ha vinculado” y de esta manera deja escrita para la posteridad la sospecha de su participación en los planes de Mola y Franco. En el uso de las expresiones tampoco ha estado afortunado el sacerdote. Los historiadores independientes han denunciado a lo largo de estos tres años de entregas de los 50 tomos del polémico Diccionario, que las entradas han sido escritas “en plena hora cero de la posguerra y no 75 años después”. No es lo mismo “Alzamiento militar”, “Movimiento Nacional” o “Guerra de liberación”, que “Golpe de Estado” o “sublevación militar”.

Más adelante Martín Rubio aclara sus intenciones: “Fracasado el alzamiento en Madrid, el general Miaja y el comandante Rojo, entre otros, se apresuraron a brindar sus servicios al Gobierno, mientras que muchos jefes y oficiales del Ejército fueron ejecutados por el hecho de pertenecer a la citada UME o por negarse a colaborar con el nuevo Ejército Popular”. Para el historiador de la Iglesia, Vicente Rojo fue un militar leal a la fuerza, un “leal geográfico”, que “permaneció al servicio del Frente Popular porque las circunstancias lo situaron en la zona republicana”. En las interpretaciones del sacerdote no parece posible que sea posible un militar demócrata, fiel al Gobierno legítimo. 

UN CURA QUE LEGITIMA LA GUERRA CIVIL
La imparcialidad de este historiador especializado en la Iglesia se aclara en el minuto 17’20” de este vídeo, en el que asegura lo siguiente: “Lo que ocurrió en España en 1936 no se puede considerar como una excepción, sino la lógica consecuencia de lo que había sido un siglo de liberalismo, de desorden, de auténtica anarquía. Por el contrario, en 1936 se puede decir que de una manera trágica, pero también heroica, los españoles decidieron que aquello se había acabado. A partir de entonces comenzaba una nueva época, que podemos decir ya es la nuestra. Tampoco se debe olvidar que la República llegó por un auténtico Golpe de Estado, el que ocurrió el 14 de abril de 1931”.

NEGLIGENTE Y POCO EFECTIVO
Recordar la vida militar de Vicente Rojo es tratar con la vida de la némesis del general Francisco Franco en el campo de batalla, con todas las implicaciones inherentes a ese duelo. El profesor de Historia Militar del instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, de la UNED, Fernando Puell de la Villa, escribe en el ensayo En el combate por la Historia. La República, la Guerra Civil y el Franquismo (Pasado y Presente) que ambos ejércitos y ambos generales fueron convencionales en sus estrategias. “La mayor parte de los combates librados por las unidades terrestres fueron bastante primitivos”.

No hace alusiones a este aspecto estratégico Ángel David Martín Rubio, como tampoco detalla –en una entrada biográfica en la que el relato de las tácticas militares son el principal elemento narrativo- el retrato de los dos ejércitos que se enfrentan: uno disciplinado y conducido por profesionales, apoyado por Alemania e Italia, frente a un ejército popular, para el que ni siquiera Rojo tenía una definición clara, apoyado por Rusia y las Brigadas Internacionales. 

Con esa falta de información el desenlace de la ofensiva sobre Brunete se resume rápidamente: “El efecto de sorpresa [planificado por Rojo] se alcanzó, pero no los resultados esperados, y Miaja ordenó suspender el ataque confirmando el fracaso de la primera gran ofensiva”. El autor obvia que dicho efecto sorpresa obligó a Franco a desplazar a sus mejores efectivos a la zona, insuperables en recursos y apoyo: 4 divisiones y 2 brigadas navarras, además de artillería, tanques, caballería y la aviación, decisiva gracias a la superioridad de la Legión Cóndor.

UN MAL ESTRATEGA
El sacerdote aclara que las maniobras de distracción que ideó Rojo, con las que abría fuego en frentes secundarios y obligaba a Franco a olvidarse de las plazas importantes, fundamentalmente Madrid. “Rojo intentó repetir la maniobra en varias ocasiones sin conseguir, en ningún caso, que Franco trasladase un número de fuerzas tan relevante como para impedirle sus avances decisivos en otros frentes”.

Nuestro historiador ha olvidado el despliegue de Franco sobre la batalla deTeruel tras una “operación propagandística de escaso valor estratégico” de Rojo, tal y como relata Fernando Puell de la Villa: “Franco, nada dispuesto a tolerar el humillante revés, reaccionó de forma tan desmesurada que la guerra dio un vuelco espectacular: anuló la ofensiva sobre Madrid y trasladó a la zona la práctica totalidad del ejército del Norte, apoyado con medio millar de piezas de artillería y un centenar de aviones alemanes”. 

UN COBARDE 
El final de la entrada, en sintonía con la larga biografía redactada, muestra a un Vicente Rojo que abandona a sus tropas por el exilio: “Rojo sugirió a Negrín la rendición para ahorrar vidas. Negrín se negó. Sin embargo, cuando el general visitó a Azaña en la Embajada de España en París, afirmó todo lo contrario: la guerra debía continuar, puesto que en el Centro existían posibilidades todavía. Azaña dimitió. Rojo se indignó y parecía dispuesto a incorporarse en su puesto en Madrid. Pero finalmente decidió quedarse en Francia”. Así, de esta manera breve y veloz ventila el padre Martín Rubio los últimos acontecimientos.

Sin embargo, con las prisas el sacerdote olvida mencionar la puntilla del ejército republicano: el golpe de Casado, motivo por el cual Rojo –con la orden de dirigirse a Madrid y preparado junto con Martínez Barrio- aborta el traslado, porque como el propio general definió el movimiento de Casado fue “un error lamentable”. Tampoco habla de las cartas que Rojo mandó a Negrín, “atroces” en palabras de Azaña, indignado por haber abandonado a los combatientes republicanos hacinados en los campos de concentración franceses. 

Peio H. Riaño







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