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Indalecio Prieto Tuero

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Nacido en Oviedo el 30 de abril de 1883. Con apenas ocho años, tras la muerte de su padre, empleado municipal, se trasladó con su madre y hermano Luis a Bilbao. La familia paterna, de origen hidalgo, había desasistido a los huérfanos y a la viuda, antigua empleada del padre. En 1899, a los dieciséis años, se afilió al PSOE, participando en 1904 en la fundación de las Juventudes Socialistas.

En 1900 empezó a trabajar como taquígrafo en La Voz de Vizcaya, pasando a El Liberal de Bilbao en 1901. Su presencia como taquígrafo en un acto con asistencia de Alfonso III iba acentuar su rechazo personal a la figura del monarca, debido al trato dado por éste a la reina madre.




Elegido diputado provincial en 1911, pasó al Ayuntamiento de Bilbao en 1915. En 1914 logró la hegemonía en el seno de la Agrupación Socialista de Bilbao frente al líder obrerista Facundo Perezagua. Desde 1918, fue elegido diputado nacional por Bilbao en todas las elecciones celebradas bajo la monarquía, en alguna ocasión sin competencia, y las tres legislaturas de la segunda república. Esta experiencia marcaría el acendrado parlamentarismo de Prieto, quien concebía a las Cortes como verdadero centro de la política democrática frente al antiguo régimen monárquico liberal. Al mismo tiempo, dentro de la tradición insurreccional de la cultura política radical democrática, creía que la movilización popular con la ayuda del Ejército permitiría el cambio de régimen hacia una república democrática. 

Representando a la Sociedad de oficios varios, en su calidad de periodista, asistió a los congresos de UGT desde 1920 y fue representante del País Vasco, Navarra y Cantabria en su Comité Nacional. Sin embargo, no desempeñó puestos directivos en la comisión ejecutiva del sindicato salvo, ya en el exilio, la vicepresidencia entre 1949 y 1950.

Desde 1912 fue delegado a los congresos del PSOE, asistiendo a ellos durante medio siglo hasta su muerte en 1962. Perteneció a la dirección ejecutiva del partido durante el bienio 1918-19, entre 1921 y su dimisión en 1924 debido a su oposición a la colaboración con Primo de Rivera, desde 1932 hasta 1945 y, finalmente, como presidente del PSOE, entre marzo de 1948 y noviembre de 1950. A pesar de su dimisión, siguió formando parte del Comité Director del partido hasta su muerte.

En 1917 viajó por primera vez a Estados Unidos, en calidad de gerente de una multinacional de comunicaciones. Sin embargo, al ser reclamado por Pablo Iglesias, organizó la huelga general revolucionaria en Bilbao para establecer una república democrática, en agosto de 1917. Salió al exilio en Francia, evitando su ingreso en prisión, hasta su retorno a España tras ser elegido diputado en 1918. Se refugiaría en el extranjero de nuevo en 1930-31 y 1934-35, debido a su activa participación en los movimientos revolucionarios para liquidar la monarquía y eliminar los poderes fácticos del antiguo régimen. 

Al proclamarse la segunda república, formó parte del gobierno provisional de Alcalá Zamora y, ya bajo la presidencia de Azaña, desempeñó los ministerios de Hacienda y Obras Públicas. 

Dentro de una política regeneracionista y reformista, proyectó los enlaces ferroviarios de Madrid y Bilbao, promoviendo un verdadero plan de obras hidráulicas para España. 

En 1933 recibió, por primera vez, el encargo de formar gobierno en coalición con los republicanos pero la división interna del partido socialista y el rechazo hacia la colaboración con los radicales de Lerroux, le impidieron presidir el gobierno republicano.

A pesar de sus dudas, aceptó participar en la organización del movimiento revolucionario de octubre de 1934 para recuperar la república y eliminar los poderes fácticos. Recibió el encargo de comprar armamento y contactar con militares azañistas o simplemente republicanos. El rechazo de Largo Caballero a establecer un convenio de colaboración con los republicanos liberales para el movimiento insurreccional impidió que los contactos con los militares dieran el fruto apetecido. Sin ellos, las posibilidades de éxito de un pronunciamiento y una insurrección obrera quedaron abortadas. Más adelante, ya en su definitivo exilio, consideró un grave error la insurrección de 1934.

Exiliado en Bélgica hasta finales de 1935, regresó clandestinamente a España hasta su elección como diputado con el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936. Impulsó el plan para sustituir a Alcalá Zamora por Azaña en la presidencia de la República. Tras la elección de nuevo presidente, Azaña le encargó formar gobierno pero el rechazo de los seguidores de Largo Caballero, que tenían mayoría en el Grupo Parlamentario Socialista, le retrajó del encargo, a pesar de disfrutar de una cómoda mayoría en los órganos directivos del PSOE. 

Con la sublevación del 18 de Julio, Prieto, sin ocupar directamente un puesto gubernamental, asumió la coordinación de la Defensa y de la compra de armamento en el extranjero. En septiembre de 1936, con la formación del gobierno de Largo Caballero, encabezó formalmente el Ministerio de Marina y Aire y, poco después, la comisión de compra de armamento. Sin embargo, tras la autorización del Gobierno para movilizar los recursos, su colaborador y ministro de Hacienda, Juan Negrín, decidió trasladar la mayor parte de las reservas de oro a la Unión Soviética sin un debate previo en el Consejo de Ministros. 

A pesar de su pasado de lucha contra la escisión comunista de 1921 y de haber sufrido algún atentado, Prieto inicialmente aceptó como imperativo de las circunstancias una posible fusión entre el PSOE y el PCE. De hecho, la formación del gobierno Negrín en mayo de 1937 fue, en buena medida, una confluencia de los partidos del Frente Popular contra el poder de los sindicatos. En el nuevo gobierno Prieto asumió la totalidad de la dirección política de la guerra, concentrando los ministerios militares en el nuevo de Defensa. Sin embargo, los fracasos militares, como la caída del Frente Norte a finales de octubre de 1937, le hicieron sondear planes de suspensión de hostilidades mediante la mediación internacional. Posteriormente, la tendencia de Negrín a relacionarse directamente con el jefe del Estado Mayor, Vicente Rojo, restó autoridad al ministro de Defensa. Su acendrado realismo le hizo ver que la ofensiva franquista sobre Aragón y la previsible división del territorio republicano con la llegada de Franco al Mediterráneo, podría suponer una inminente derrota.

El deseo de Negrín de asumir la dirección política de la guerra, junto al nombramiento del comunista Jesús Hernández para el comisariado, tras haberle difamado, le condujo a rechazar formar parte del nuevo gobierno de Negrín. 

Instalado en Barcelona, se reunió a menudo con su familia en Bélgica, participando en los planes de reestructuración de la dirección del PSOE que permitieran la superación de las antiguas corrientes de seguidores de Largo Caballero y Besteiro. Aunque aceptó asumir el puesto de embajador en México, su exigencia para que le acompañara una misión técnica que preparara la masiva evacuación de las familias de los dirigentes republicanos y el deseo de Azaña de tenerle cerca en previsión de la formación de un nuevo gobierno que liquidara la guerra, abortaron su misión americana en mayo de 1938. 

Realizó un demoledor informe sobre su salida del Gobierno, acusando a Negrín de sumisión ante los comunistas, ante el comité nacional del PSOE en agosto de 1938, que dejó estupefactos al resto de los dirigentes socialistas. Ocupó un puesto principal en los actos de celebración del cincuentenario de la fundación del PSOE. Miembro de la Diputación Permanente de las Cortes, impidió una posible retirada de confianza socialista a Negrín en las Cortes, silenciando sus discrepancias. 

Aceptó la misión de una embajada extraordinaria por América, con ocasión de la toma de posesión del nuevo presidente de Chile en diciembre de 1938. Estando en América para sondear las posibilidades de una mediación de los países iberoamericanos, recibió la misión de hacerse cargo de la llegada de refugiados socialistas a América. Tras el pronunciamiento de Casado, que consideró un error pero no una traición por la presencia de Besteiro y otros socialistas, organizó el salvamento de los efectos republicanos presentes en Estados Unidos y México, con el visto bueno del presidente Lázaro Cárdenas. A la llegada del barco Vita, con un cargamento de bienes procedentes de las incautaciones de la caja de reparaciones del Banco de España, logró la protección del presidente mexicano. El 5 de abril de 1939, la recepción de un telegrama de Negrín que ponía en duda sus títulos para estas gestiones y la sospecha cierta de que el envió del doctor José Puche se había realizado tras la noticia de la recepción del Vita, trajo consigo una ruptura definitiva con su antiguo amigo.

Decidido a liquidar el poder personal de Negrín, logró el consentimiento de la Diputación Permanente de las Cortes y del presidente mexicano para gestionar los bienes republicanos en la ayuda a los refugiados. En julio de 1939, tras el desconocimiento de Negrín por la Diputación de las Cortes, aceptó formar parte de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles. A su regreso a México, presidió la delegación de la JARE en México, que se hizo cargo de los refugiados ya enviados por Negrín en América y de la protección de los refugiados en Francia y el norte de África hasta noviembre de 1942. Tras la intervención mexicana, fue destituido también del consejo de administración de la Fiduciaria creada para sustituir a la JARE en marzo de 1943. 

La entrada en guerra de México, posibilitó de nuevo la actividad política de los exiliados en México, ocupando el puesto de secretario de la Junta Española de Liberación, un organismo de coalición entre republicanos, socialistas y catalanistas (que constituían una sólida mayoría en las Cortes republicanas) desde noviembre de 1943. La JEL realizó un impresionante despliegue de gestiones ante los países americanos, consiguiendo apoyos, además de en México, en países como Colombia, Cuba o Uruguay. La conferencia fundacional de las Naciones Unidas en San Francisco aceptó un memorándum de la JEL, presentado por los representantes del gobierno mexicano, para excluir al régimen franquista de la comunidad internacional de naciones. 

Sometido a una fallida operación de sus ojos, Prieto residió en Estados Unidos entre abril y finales de octubre de 1945. A pesar de la convalecencia, se opuso inicialmente sin éxito a la sustitución de la JEL por un gobierno republicano si no tenía previamente asegurado el reconocimiento de las potencias aliadas. Aceptó, finalmente, que los diputados socialistas permitieran la reconstitución del resto de las instituciones republicanas, recomendando convocar a Negín y sus seguidores a las reuniones del Grupo Parlamentario. Transigió, también, con la disolución de la Ejecutiva del PSOE en México, como ordenaba la organización clandestina, para fundir todos los grupos socialistas en una nueva Agrupación Socialista Española residente en México.

En noviembre de 1945, tras rechazar el ofrecimiento de Giral para formar parte de su gobierno en el exiio, otorgó el apoyo condicionado del PSOE a Giral en la sesión de las Cortes republicanas celebradas en México. Se opuso al traslado de las instituciones republicanas a Francia, esperando dar cuenta sin éxito de su gestión al frente de la JARE en una nueva sesión de las Cortes que nunca llegaría a celebrarse. Consciente del recelo anglonorteamericano a la entrada del PCE en el gobierno Giral, Prieto exigió la confianza de las Cortes para el nuevo gobierno Giral que se formó en marzo de 1946 con la presencia del comunista Santiago Carrillo. 

Finalmente, en julio de 1947, se decidió a viajar de nuevo a Europa para que el PSOE aprobara su proyecto de transición y plebiscito, lo que trajo consigo la dimisión del presidente de gobierno en el exilio y secretario general del partido, Rodolfo Llopis. En marzo de 1948, cumplidos los sesenta y cinco años, fue elegido por primera vez presidente del PSOE, ocupando este puesto algo menos de tres años. Como Winston Churchill conseguía el liderazgo formal de su partido a la edad de la jubilación y tras una trayectoria de cuarenta años desde su primera elección como parlamentario en 1911. 

En agosto de 1948, tras una entrevista el año anterior con el conservador monárquico José María Gil Robles en Londres bajo la mirada del ministro laborista de Exteriores, Ermest Bevin, logró que el PSOE firmara junto a la Confederación de Fuerzas Monárquicas la declaración común de San Juan de Luz. La declaración fue completada con la creación de un comité de enlace con los monárquicos que se mantuvo hasta 1951, tras una declaración profranquista de Juan de Borbón.

La retirada de la sanción de las Naciones Unidas hacia Franco en el otoño de 1950 trajo consigo la dimisión de Prieto, que señaló que su fracaso había sido completo. Sin embargo, esto no supondría la retirada de la política, pues siguió ejerciendo el liderazgo en la sombra de las organizaciones socialistas hasta su muerte en 1962.

Tras unos meses de reposo en Veracruz, Prieto retomó la actividad política y periodística en México, colaborando asiduamente en el diario Excelsior y la revista Siempre. Quiso rendir cuentas de una vez de su gestión en la JARE ante las Cortes aunque había conseguido la aprobación de la misma en el Congreso del PSOE en 1948. Al no conseguirlo, propuso en 1952 la liquidación de las instituciones republicanas y una cura de aislamiento respecto a las históricas formaciones republicanas, que no se habían adherido al pacto de San Juan de Luz. El resto de los bienes de la JARE, salvados de la intervención mexicana en 1942 y no entregados al gobierno Giral en 1946, fueron destinados a una comisión de ayuda a los mutilados en Francia durante los años cincuenta y sesenta.

Promovió la candidatura del presidente mexicano Miguel Alemán al premio nobel de la Paz, criticando asperamente la "gibraltarización" de España tras los pactos de Franco con los Estados Unidos de Eisenhower. 

Realizó varias revisiones del proyecto político del PSOE en 1946 y 1958 en el discurso "Esbozo de un programa de socialización", proponiendo la nacionalización de los recursos naturales, que serían gestionados por los ayuntamientos, cooperativas y sindicatos más que por el Estado central. Creyendo que era viable la cooperación con los católicos en un futuro programa de reformas sociales, saludó la aparición de las primeras formaciones democristianas bajo el liderazgo de los antiguos ministros de la República y líderes de la CEDA, Gil Robles y Giménez Fernández. El pacto con los centristas para la transición posfranquista, debía ser compensado con una alianza sindical, con objetivos fusionistas, con la CNT, abierta a los nuevos grupos sindicales de origen cristiano.

Saludó con ilusión la aparición de una nueva generación socialista, la de los hijos de la guerra, desde comienzos de los años cincuenta. Intentó atraer hacia el partido y las juventudes socialistas a los nuevos antifranquistas de clase media.

Sin embargo, se opuso radicalmente al posibilismo de la organización clandestina ante una posible transición hacia la democracia guiada por la monarquía. El PSOE debía mantener el proyecto de transición y plebiscito, sin implicarse en la conspiraciones promonárquicas de la nueva oposición moderada. La única variante de su proyecto fue la formulación de la idea de que la forma de gobierno definitiva podía ser también decidida tras una elecciones que dieran lugar a unas Cortes constituyentes. En ambos casos, el partido defendería la opción por una tercera república.

Prieto creía que el PSOE podría gobernar en solitario en la futura democracia, sin subordinarse con partidos centristas. La autonomía del proyecto socialista implicaba la apertura hacia las clases medias y sin confusión con el PCE.

En sus últimos años, estableció buenas relaciones con el presidente mexicano, Adolfo López Mateos, participando en homenajes hacia el expresidente Cárdenas o Gilberto Bosques.

El deseo de no morir sin regresar a una España sin Franco le empujó a crear un comité secreto, financiado con los remanentes de la JARE, que se administraban para la ayuda a los mutilados republicanos españoles en Europa, con el fin de luchar por todos los medios, sin excluir la violencia, contra Franco. 

En 1961, estos fondos le permitieron financiar viajes a Estados Unidos para entrevistarse con la nueva administración Kennedy y con sus correligionarios en Francia. Rechazando el radicalismo de la organización clandestina, Prieto hizo aprobar una declaración que explicitaba las ventajas de la monarquía constitucional frente al oprobioso franquismo pero sin renunciar el partido a su proyecto de transición y su vocación republicana. Sin dejar de escribir artículos, murió en México el 12 de febrero de 1962.

Abdon Mateos

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