Por: Antonio Maestre | LaMarea.com
Transcurrían los primeros días del golpe de estado fascista de 1936 cuando un entusiasta Borbón de 23 años pidió permiso a su padre para unirse al bando sublevado y luchar contra la democracia que en España había mandado a los monarcas al exilio. Los primeros días de agosto de aquel año, Juan de Borbón y Battenberg, abuelo del actual rey, Felipe VI, cruzaba la frontera para luchar en la guerra civil contra el gobierno legalmente establecido.
Los Borbones veían con buenos ojos el alzamiento contra la república. Hacía cinco años que Alfonso XIII había tenido que publicar en ABC su carta de abdicación tras los resultados electorales de las municipales de 1931. Su salida por Cartagena había dejado hondas cicatrices en las regias prerrogativas monárquicas y el golpe de estado era su oportunidad de volver al lugar que creían que les correspondía. La juventud y el ímpetu de Juan de Borbón hicieron que no tuviera paciencia para esperar el desenlace de la contienda y se uniera al bando fascista para luchar contra el gobierno democrático de la república.
Según cuenta Jose María Zavala, la entrada a España para unirse al bando franquista se produjo por el paso de Dantxarinea (Baztan), acompañado por el conde de Ruiseñada y el infante José Eugenio de Baviera. El compromiso con el bando nacional del abuelo del Felipe VI quedó patente cuando, al llegar a Pamplona, se puso un mono azul y la boina roja carlista con un emblema falangista en la solapa (Juan De Borbón sentía especial aprecio por las ideas falangistas).
La idea del entonces príncipe de Asturias era la de unirse a la columna de Somosierra. Sin embargo, cuando el general Mola es avisado de la presencia de Juan de Borbón en Burgos, que bajo el nombre falso de Juan López intenta alcanzar el frente de Madrid, da la orden directa al Borbón de que abandone el país. El general dio un aviso a navegantes: “Díganle a esos imbéciles que han acompañado al príncipe que no les hice matar de milagro”.
El fallido intento del padre del rey Juan Carlos para participar en la Guerra no le hizo perder la fe. Hubo un segundo intento más institucional. El 7 de diciembre de 1937 mandó una misiva a Franco para participar de marinero en el Crucero Baleares.Excmo. Sr. General
Don Francisco Franco.
Mi respetado General: En forma tal vez impremeditada, cuando la guerra de España tenía sólo el carácter de una lucha interna, he intentado tomar parte en ella. Aunque me impulsaban sentimientos bien ajenos a la política, comprendo y respeto las razones que entonces movieron a las autoridades militares a impedir mi incorporación a las tropas.
Actualmente, la lucha parece tomar, cada vez más, aspecto de una guerra contra enemigos exteriores, guerra en la que todos los buenos españoles de mi edad habrán podido hallar un puesto de combate. El deseo de hallarlo yo también, y en forma que aleje toda suspicacia, me mueve a someter a la benévola atención de V.E. Mi aspiración.
Según noticias de prensa, se hallará pronto listo para hacerse a la mar el crucero Baleares, en el que podría prestar algún servicio útil, ya que he realizado mis estudios en la Escuela Naval Británica, he navegado dos años y medio en el crucero Enterprise de la cuarta Escuadra, he seguido luego un curso especial de artillería en el acorazado Iron Duke, y por último, antes de abandonar la Marina inglesa con la graduación de teniente de navío estuve tres meses en el destructor Winchester.
Yo me incorporaría directamente al buque, me abstendría en absoluto de desembarcar en puerto alguno español, y desde luego le empeño mi palabra de que no recibiría ni aun a mis amigos personales. Yo no sé, mi General, si al escribirle así infrinjo las normas protocolarias con que es normal dirigirse a un jefe de Estado. Le ruego, en todo caso, disculpe el que confíe a su corazón de soldado este anhelo mío de servir a España al lado de mis compañeros.
Con mis votos más fervientes porque Dios le ayude en la noble empresa de salvar a España, le ruego acepte el testimonio del respeto con que se reitera a sus órdenes y muy afectuosamente e.s.m.,
JUAN DE BORBÓN
La efusividad con la que la familia de Felipe VI recibió el golpe de estado de Franco llegó a los últimos día de la Guerra Civil. El 9 de abril de 1939, Alfonso XIII envió un telegrama al caudillo para ponerse a su disposición: “A sus órdenes, como siempre, para cooperar en lo que de mí dependa a esta difícil tarea, seguro de que triunfará y de que llevará a España hasta el final por el camino de la gloria y de la grandeza que todos anhelamos”.