Aunque no se le denomine por su nombre, el franquismo en nuestro país que muchos no se atreven a llamarle por su nombre, España, es tan real como nuestra vida misma. Según la Real Academia Española es un “Movimiento político y social de tendencia totalitaria, iniciado en España durante la Guerra Civil de 1936-1939, en torno al general Franco, y desarrollado durante los años que ocupó la jefatura del Estado. Periodo histórico que comprende el gobierno del dictador.
La semántica de este vocablo solamente nos da una pauta para su ubicación histórica, pero sus consecuencias sobrepasan el tiempo y el espacio. Con la muerte del Caudillo de España, que lo fue por la Gracia de Dios, desapareció la dictadura y se restableció el Estado de Derecho que el mismo general golpista aniquiló. La legalidad y legitimidad de la II República de 1931, destruida por el dictador fue restablecida con la Constitución de 1978.
Al margen del pacto constitucional fruto de un consenso nacional, se estableció otro pacto, no escrito y mucho menos signado entre los franquistas procedentes de la dictadura y los políticos venidos de la clandestinidad y del exilio. A este periodo del post franquismo se le denominó como la Transición de la dictadura a la democracia. Este pacto mutiló la Justicia Universal, amordazó a las víctimas del execrable régimen y dejó impune los crímenes cometidos durante la dictadura. Esta forma de liquidar el negro pasado más reciente de nuestra nación, se hizo en aras de evitar una involución en la incipiente democrática y una intervención militar, caso este último que se logró abortar.
La llamada modélica Transición creó un estilo de entender la política evitando mirar hacia atrás; dando pábulo al franquismo cada día menos disimulado. Evitando condenar la dictadura y mucho menos tipificar la apología del franquismo como delito. A este carro de la historia se han subido el Rey de España, el Partido Popular, el Capital y la Iglesia, que no han condenado al franquismo y tampoco se espera que lo hagan en un futuro. Hoy tenemos instalado en el Gobierno, sin disimulo, la dinastía fascista en su versión española, los franquistas: Franco, Fraga, Aznar y el personaje más ambiguo, Rajoy.
Es preciso concluir esta columna determinando en este periodo que comienza en 1936 hasta nuestros días, quiénes fueron los vencedores y los vencidos. Los verdugos y las víctimas. Las derechas y las izquierdas. De ninguna manera son todos iguales ni hicieron lo mismo. ¿Con qué autoridad moral los franquistas instalados en el Gobierno, exigen perdón y arrepentimiento a los terroristas de ETA? Cuando ellos no los hacen con las víctimas del franquismo.
Pedro Taracena