Desde la Transición, Euskadi y Catalunya son las comunidades que más quebraderos de cabeza han traído al Estado Español con varios amagos de independencia. No en vano, la monarquía y la bandera rojigualda suscitan un gran rechazo entre sus habitantes. A parte de las diferencias culturales y lingüísticas, durante la guerra civil ambas regiones sufrieron una gran represión y la dictadura franquista además trato de españolizar sus respectivas culturas.
El independentismo vasco aboga por defensa de la identidad cultural en los territorios de Euskal Herria en torno al euskera, una de las lenguas más antiguas de toda Europa. Por su parte, el independentismo catalán defiende la tesis de que Cataluña es una nación oprimida por España desde su ocupación por las tropas borbónicas en 1714, y la posterior supresión de las instituciones catalanas y la prohibición de su lengua en la administración mediante los Decretos de Nueva Planta promulgados por Felipe V. La cuestión económica, también es una de las diferencias más grandes entre Catalunya y España. Según un estudio, si Cataluña se independizara tendría el tamaño de Bélgica, la población de Suiza y el PIB de Noruega. Los riesgos de una posible independencia de Cataluña, parece ser que la dejarían fuera de la UE por un periodo indefinido. Esto sería así incluso en el caso de que la secesión de España fuera amistosa y mutuamente consentida porque, casi con toda seguridad, Francia, Italia, Portugal y Alemania se opondrían a su ingreso en la UE.
El fervor independentista siempre ha sido tratado con desprecio por parte del régimen español, los respectivos gobiernos del PP y PSOE no supieron o no quisieron buscar alternativas para encontrar nuevos marcos de convivencia. El malestar no viene de ahora, sino que parte desde la propia Transición española, cuando se impuso una monarquía heredada del franquismo. El mapa autonómico de España es fruto de los pactos autonómicos de 1981 y 1992, nunca refrendados ni llevados a las Cortes. Con el paso del tiempo, las autonomías han logrado varias competencias pero lejos de consolidar acuerdos bilaterales han ido distanciando aún más las relaciones con el Reino de España.
El tiempo se agota y el federalismo se torna como última solución para evitar que el paso del tiempo deteriore aún más las relaciones bilaterales; tendrá que ser un federalismo republicano, porque el federalismo monárquico que propone el PSOE difícilmente lo van a digerir ni vascos ni catalanes.
El pasado 14 de abril el Ayuntamiento de Donostia/San Sebastián desobedecía al régimen y ondeaba la bandera republicana en su fachada. El Estado español se quedaba otra vez sin argumentos. Con este gesto simbólico las autoridades vascas mandaban un subliminal mensaje: la República une no divide, construye puentes no levanta fronteras.
Eco Republicano
La dictadura franquista obligó a cambiar las lápidas de los muertos donde figuraban las inscripciones en euskera o catalán. |