Se muere su majestad el rey de España y Santander, Emilio Botín, creador del cielo y la tierra, de todo lo visible y lo invisible, y llega una nueva Diada independentista, dos hechos que parece que no tienen nada que ver y sin embargo representan los dos mundos en los que se divide este país: la minoría que decide frente a la ciudadanía que ni pincha ni corta. Botín es el símbolo del régimen para el que la democracia es un decorado. La Diada, aunque monopolizada por el soberanismo catalán, es también un clamor que pide más democracia.
Botín es el sistema y la consulta es una oportunidad de cambiarlo. O por lo menos es la oportunidad de decidir si se quiere seguir con el actual o si se quiere sustituir por uno similar pero con acento catalán, que también puede ser. Eso deberían poder decirlo los catalanes. Pero parece que va a ser que no porque España no es Gran Bretaña. Es cierto que la importancia estratégica de Escocia en el Reino Unido es menor que la de Cataluña en España, pero además los ingleses no muestran en las encuestas demasiada preocupación con que el reino se les desuna.
Aquí, sin embargo, la unidad de España es inviolable por la gracia de Dios y de Franco. Según el discurso españolista oficial, nuestra supervivencia como país depende de la permanencia de Cataluña en el Estado español. Pero la realidad es que no es nuestra supervivencia la que depende de ello, por más que la ruptura pueda ser social y económicamente traumática. Es la supervivencia del régimen la que está en juego. De ese régimen que cerró filas con la monarquía anteayer y con Botín ayer mismo. Esos son los que tienen miedo a que se vote.
También hay régimen en Cataluña (que se parece más a España de lo que gustan reconocer muchos catalanes). ¿Por qué entonces se ha alineado con la independencia si se les puede volver en contra? Porque aspiran a controlar el proceso soberanista a través de los medios, la propaganda y las instituciones. Era preferible unirse a él y tratar de sacar tajada que oponerse y morir aplastado. A Mas la jugada se le ha vuelto en contra, pero en cualquier caso no tenía otra salida para intentar conservar el puesto. El poder establecido busca siempre la manera de perpetuarse y la única forma que tiene el ciudadano de evitar su perpetuidad es el voto. Por eso defiendo que los catalanes deben votar.
Para deshacer el error de perpetuar en el poder a un Pujol que les ha salido rana. Pujol es el Botín catalán. El padre de la patria que se llevaba el dinero fuera en el gesto más antipatriótico que puede haber: el fraude. Hay que desconfiar de todo el que se envuelve en la bandera de todos. Generalmente lo hace para esconderse. En el proceso catalán hay muchos lobos con piel de senyera que tratan de colarse en el corral y hacerse con el mando. Ese es el mayor riesgo que afrontan los catalanes: confundir nación y democracia y dejar que el sentimiento nacional dirija a la razón política. Si de algo peca el proceso catalán, no me lo negarán, es de banderitis aguda.
Pasa también a este lado de la frontera. El nacionalismo español tampoco quiere dejarnos ver el bosque. Personalmente tengo tal hartazgo de nacionalismos de cualquier lado que en lo único que creo es en la democracia para poner fin a la guerra de banderas y ocuparnos de lo que no nos dejan ver, este régimen que nos está dejando en los huesos. Más importante que la lucha de identidades es la lucha de clases que por más vieja que suene no deja de estar vigentísima: la lucha de los cuatro de arriba contra los 40 millones del medio, de abajo y de más abajo. Las identidades hay que protegerlas como patrimonio cultural, sin duda, pero antes que catalán o español, uno es ciudadano. No se puede defender la identidad si no se tiene el poder de defenderla.
Defender el derecho a votar de los catalanes es defender al ciudadano frente al Botín y al Pujol de turno. Es una oportunidad de remover malas hierbas. Primero en Cataluña y después, pase lo que pase, en el resto de España que tendría que enfrentarse a la construcción de un nuevo país que sustituya al actual sistema. Por eso se niegan a la consulta PP, PSOE y demás partidos del régimen porque saben que ellos son los siguientes. Defender el voto ciudadano es atacar a ese régimen en el que los únicos que tienen Voz y Voto son los presidentes de bancos. Aquí la única V que ven los de arriba es la V de victoria que nos hace Botín desde el paraíso... fiscal. Por eso hay que votar todo lo que se pueda para botarlos. Con B de Botín.
Javier Gallego
Fuente: El Diario / Zona Crítica