"¿Quién se cree que es, el elegido de un dios?" se pregunta uno de los lectores, mientras otro lo compara con María Antonieta y dice que "debiera al menos agradecer que no se quieran librar de él como hicieron los franceses"
“Uno sabe que una monarquía tiene problemas cuando la reina, entre todos los lugares, es abucheada en el Teatro Real por el público de la música clásica”. Así se inicia el artículo de opinión que este jueves publica el New York Times, y en el que se plantea el presente y el futuro de la monarquía española. Un arranque en el que viene a advertirse que lo que sucede a la Reina Sofía “se repite por todas partes con los demás miembros de la familia real”.
durante la última Pascua Militar / EFE-Archivo
“… la privación económica está creando una nueva España…”
El articulista al que abre sus páginas el periódico neoyorquino es el escritor, periodista y guionista gallego Miguel Anxo Murado, que cuenta en su columna a los lectores norteamericanos cómo “una reciente encuesta mostraba que el apoyo a la monarquía española ha registrado un mínimo histórico: más del 60% de los españoles querían que el Rey Juan Carlos abdicara. Y todo esto en medio de una serie de escándalos que envuelven a la casa real, el más serio de los cuales son las acusaciones contra el yerno del rey, que también afectan a su hija, la princesa (sic) Cristina”.
En el artículo del New York Times se dice que “la privación económica está creando una nueva España. La crisis financiera ha golpeado duramente al país, dejando un reguero de deshaucios, recortes draconianos en los servicios públicos y los salarios”. Una situación, se dice a los lectores del prestigioso dirario, que “ha provocado que los españoles estén furiosos con el establishment e hipersensitivos con el mal uso del dinero público. Es por esto que, después de que se supo que el yerno del rey estaba siendo investigado por fraude a gran escala, la sangre de la ciudadanía hirvió y la estima pública de la monarquía comenzó a declinar”.
El “real desastre” de la caza de paquidermos en Botswana
El articulista recuerda lo que califica de “real desastre” de la cacería en Botswana que acabó abriendo “la caja de Pandora de las preguntas incómodas -desde el estado del matrimonio real, a la naturaleza de los negocios en los que se envuelve el rey”. Se recuerda cómo este hecho, las cazas del monarca y sus negocios, irónicamente se habían estado produciendo “durante toda su vida sin que la mayor parte de la gente lo conociera”, porque “el rey y su familia estaban protegidos bajo un escucho de la crítica por una acuerdo no escrito entre los medios, y sus fuentes de ingresos se mantuvieron secretos en buena medida”. Mientras que ahora “gracias al escándalo”, escribe el articulista, “hay más transparencia, aunque posiblemente no suficiente”.
En el artículo se especula con que “la aparición en corte de la Princesa (sic) Cristina, sea cual sea el resultado, podría resultar un momento catártico que permitiera una nuevo comienzo. A otros esto les parece naif. Los hombres del rey cuelgan sus esperanzas en un pronto final de las dificultades económicas y en que así se recupere el humor de la gente”. Pero, informa el columnista a los lectores del New York Times, se “habla públicamente ya de la abdicación del Rey”.
La opinión de los lectores norteamericanos.., nada monárquica
Se recuerda en este sentido que “Juan Carlos ya ha dejado claro que ni siquiera considera”, pero también que “incluso en esto la mala suerte le acosa: la abdicación el año pasado de la reina Beatriz de los Países Bajos, inmediatamente seguida por la del rey Alberto II de Bélgica renunciando a la corona, reforzó la presión”. Incluso, se recuerda irónicamente, el Papa dejó su puesto. “Y aún así, Juan Carlos sigue firme: quiere ser el rey que fue”, se escribe, para llegar a la conclusión de que “ese no es el problema: él es el rey que fue, es su reino el que ya no es el mismo”.
Quizás, dado que el autor es español, tan interesante como el hecho de que el New York Times abra sus páginas de opinión a este asunto, resultan los comentarios de los lectores americanos, que van desde la ironía -”Juan Carlos tiene la misma sensibilidad que Maria Antonieta cuando dijo “dejadle comer pastel”. Si los españoles le quieren fuera, debería al menos agradecer que no se libren de él como hicieron los franceses”-, e incluso el sarcasmo -”si el rey es una atracción turística, deberían cobrar una entrada para financiar sus actividades”, a quien muestra su ‘fé’ republicana de manera más o menos suave -”Las palabras “rey y súbditos son reliquias de un sistema que no es compatible con las sociedades modernas. Democracia e igualdad es el único camino al futuro”- o drástica -”¿Quién se cree que es (el rey)? ¿Elegido por un dios? Es hora de la abolición de cualquier forma de monarquía. Punto. Ninguna persona educada debiera querer ser ciudadana de España en su sistema político actual”-.