La escuela republicana
La España de la primera mitad de la década de los años 30 es un país atrasado y pobre, con una tasa de analfabetismo entre la población del 32% en el año 1930. Después de la dictadura de Primo de Rivera la sociedad española necesitaba un cambio.
El 14 de abril de 1931 se proclamó la II República en todo el Estado español. El nuevo gobierno invirtió mucho dinero y energías en lo que sin duda fue su proyecto estrella: La renovación del sistema educativo español, que consistía en una escuela pública, obligatoria, laica, mixta, inspirada en el ideal de la solidaridad humana.
Los niños y las niñas se mezclaron en las mismas aulas, donde se educaban en igualdad, y se favoreció un tránsito sin sobresaltos desde el parvulario a la universidad.
La II República Española encarnó la democracia y la modernidad, la libertad, la educación y el progreso, la igualdad y los derechos universales para todos los ciudadanos.
A la espera de que se aprobara la Constitución, en diciembre, el Gobierno tomó, mediante decretos urgentes, las primeras medidas: se reconoció el Estado plural y las diferencias lingüísticas (se respeta la lengua materna de los alumnos) y al frente del Consejo de Instrucción Pública se nombró a Miguel de Unamuno.
El profesorado
La república quiso poner en las escuelas a los mejores educadores, que tuvieran las mejores cualidades para formar y entusiasmar a los alumnos. Pero esto era difícil ya que los profesores tenían una formación tan baja como su sueldo (a los aspirantes a profesores no se les exigía ni tan siquiera el bachillerato).
Así que se pusieron manos a la obra; hicieron cursillos, conferencias y jornadas para la formación de los maestros y se les subió su miserable sueldo a 3.000 pesetas.
La carrera de Magisterio, elevada a categoría universitaria, dignificó la figura del maestro. A los aspirantes se les exigió, desde entonces, tener completo el bachillerato antes de matricularse en las Escuelas Normales, donde se enseñaba pedagogía y había un último curso práctico pagado.
Ahora los profesores eran personas de prestigio con un buen sueldo, respetadas y admiradas por todos. Que disfrutaban de la enseñanza haciéndolo con naturalidad, sencillez y cariño.
La construcción de Escuelas
La República heredó una inmensa carencia de escuelas y de maestros, un lastre que el sistema educativo español arrastraba desde hacía más de cien años. Según un informe que encargó Rodolfo Llopis a la Inspección, había en España 32.680 escuelas y un déficit de 27.151, o lo que era lo mismo: había un millón de niños sin escolarizar.
Las carencias todavía eran más evidentes al considerar la precariedad de los edificios dedicados a escuelas, la situación de la educación de la mujer, la formación del profesorado, la educación de adultos, etc.
Para paliar esta situación, gobierno republicano proyectó construir alrededor de 27.000 escuelas, se construían una media de 5.000 escuelas al año excepto el primero en el cual se construyeron 7.000. Mientras tanto, los ayuntamientos habilitaban zonas, salas… donde poder dar clase a los niños. A los mayores incluso se les dio clase en las salas de autopsia de los cementerios. Se daba clase donde se podía.
Invirtieron mucho dinero en construcción de aulas que garantizaban una iluminación natural homogénea, zonas de estudio y recreo, más bibliotecas, lugares donde poder practicar deportes, laboratorios...
El Instituto-Escuela
El instituto escuela nació el 10 de mayo de 1918 como impulsor de la reforma de enseñanza pública. El sistema de enseñanza se consolidó con la llegada de la Segunda República, la nueva institución pretendía elevar el nivel cultural de España y educar a los ciudadanos para que se desenvolvieran con soltura ante la vida. También fue un centro interclasista donde asistían hijos de intelectuales pero también hijos de tenderos y profesiones liberales.
El primer Instituto-Escuela se construyó en Madrid pero después se abrieron otras sedes en Barcelona, Valencia y Sevilla.
Los alumnos se encuadernaban y editaban sus propios libros de los apuntes que habían tomado en clase, los libros incluían dibujos y esquemas como si fueran de una enciclopedia. Así, los alumnos iban organizando su propio saber y aprendiendo a expresarse.
Iban a clase de lunes a sábado para aprender a ser autónomos, creativos, productivos... En aulas de no más de 30 alumnos. Aprendían todo de manera amena, y práctica, interesaba que los alumnos tuvieran una formación completa, así que aprendieron de todo: a tallar madera, Artes escénicas y baile, artesanía, deporte, música, pintura. Sobre la naturaleza; salían al patio de la escuela a analizar hojas, insectos, observar los pájaros... y hacían muchas excursiones, ya que creían fundamental la visión directa del conocimiento de la naturaleza. También una vez a la semana visitaban museos y fábricas, así mantenían un contacto con la cultura y con los medios de producción de la época.
Las Misiones Pedagógicas
El Patronato de Misiones Pedagógicas, fue creado en 1931. Quizá uno de los proyectos que tuvo más repercusión fueron las Misiones Pedagógicas, encargadas de llevar a las zonas rurales la extensión cultural y fomentar la modernización de los métodos de enseñanza de los maestros. Pusieron especial atención en los intereses culturales de la población rural mediante bibliotecas populares, organización de lecturas, clases de dibujo y pintura. También hicieron sesiones cinematográficas para conocer otros pueblos, teatrillos, sesiones musicales de coros y orquestas, audiciones por radio y exposiciones de arte con museos itinerantes de calidad, en sitios muy aislados.
Era necesario remodelar culturalmente esas zonas que habían tenido un único referente moral y cultural: La Iglesia.
Las Misiones Pedagógicas no tenían una duración fija, ésta oscilaba entre uno y quince días, dependiendo de las actividades programadas en cada lugar y del itinerario pendiente. El equipo misionero, encargado de llevar a cabo las actividades, disponía de proyectores, gramófonos, escenarios de sencillo y rápido montaje, y lotes de libros y discos, para ofrecer: conferencias seguidas de coloquios; charlas sobre temas instructivos, profesionales, sanitarios y de educación cívica… etc.
Al acabar la Misión Pedagógica, se le entregaba al maestro una pequeña biblioteca para instalar en la escuela y, en ocasiones, un gramófono con un pequeño lote de discos.
Entre los misioneros, que ejercían su labor con ilusión y entrega, había todo tipo de personas: desde maestros o profesores, artistas, jóvenes estudiantes, hasta personalidades que después se convertirían en intelectuales.
Dentro de las Misiones Pedagógicas, se creó el Servicio de Bibliotecas. Cada biblioteca recibía una caja que contenía una colección de 100 volúmenes de sólida encuadernación, acompañados de talonarios para el préstamo. La biblioteca podía ser usada por los niños durante todo el día complementando así las horas de clase. Una vez terminada la jornada laboral, se abrían las puertas para el resto de los vecinos, pudiendo consultar obras o disponer de los libros en casa mediante el préstamo. También realizaban intercambios con otras bibliotecas de diferentes pueblos y zonas rurales.
Inés Aguilar e Irene Pérez
Fuente: edurepfran.blogspot.com.es