Si en nuestro anterior artículo'El republicanismo, calienta motores' citábamos el decidido e imparable avance en la recuperación de la República en España –que es tanto como decir la reivindicación de la Democracia cierta- por parte de muchos ayuntamientos, retirando fotos, imágenes y bustos de los actuales monarcas que presiden Salones de Plenos, de Actos y otras dependencias y despachos oficiales, hoy nos referiremos a una actitud, de no menor calado y firmeza, en el rechazo a la forma de Estado impuesta en Borbonia por aquel caudillejo, nazi-fascista, “made, and mark of Spain”, genocida, de maldita memoria.
Aludiremos ahora al rechazo del pendón bicolor, insignia o banderola que representa a una familia dinástica y que, sin participación de la ciudadanía, ha quedado oficialmente como el estandarte representativo del Estado español. Olvidan los políticos de turno que el amor -la querencia- hacia los símbolos identitarios de cada nación, no se imponen con decretos, golpes de fuerza, amenazas y coacciones de la índole que sean. Este sentimiento de pertenencia se consigue por la persuasión, noble y pacífica, y el cariño sincero. La vis física, no produce sino un efecto contrario al deseado: el más absoluto y beligerante de los rechazos. Aludiendo a la célebre frase unamuniana: “la bicolor vence, pero no convence” resumiría su insalvable paradoja.
En este aspecto de la manifestación y firme defensa de sus señas de identidad –tanto como en otros variados aspectos de la vida política-siguen siendo las nacionalidades catalana y vasca sus más amplias sostenedoras.
En el País Vasco, por ejemplo, se suceden actos y manifestaciones en favor de la ikurriña. Por imposición legal, la bandera española ondea allí en muchos ayuntamientos que, en realidad, la rechazan y los que se niegan a colocarla están en el punto de mira del Delegado del Gobierno, quien mantiene 158 expedientes contra los consistorios díscolos. Los últimos en ser obligados a izar la bicolor en sus balcones han sido los ayuntamientos de Arratzu y Bermeo. Y la localidad de Mungia se llena de ikurriñas en solidaridad con su alcaldesa quien prefirió dimitir antes que consentir que ondeara la bandera bicolor en el balcón municipal. Evidentemente, no son solo estos los ayuntamientos expedientados, pues en Bizkaia hay 75; en Gipuzkoa 54 y en Araba son 29.
El alcalde de Oñati refiere, con una aseveración que pude ser generalizada en el sentir de la mayoría de los consistorios afectados por este problema, que “se nos hace muy duro que en nuestra fachada ondee la bandera de un Estado que históricamente ha vulnerado los derechos de nuestro pueblo. Preferimos no poner ningún símbolo, antes de tener la española”, según declaración a medios informativos.
Tampoco es una excepción el consistorio de Hernani, donde ondea la bicolor por imperativo legal, dada la denuncia del Delegado del Gobierno que impuso su exhibición. Por cierto, este Ayuntamiento, para contrarrestar el “efecto rojigualdo”, puso un enorme mástil, con no menor ikurriña, en el centro de la plaza, como símbolo identitario nacional. Y este mismo caso se está dando en otros muchos ayuntamientos vascos.
Como colofón, podríamos citar las declaraciones a un medio informativo, del senador e histórico dirigente nacionalista, Iñaki Anasagasti, quien dice que “esa fue la bandera de la dictadura durante cuarenta años, por lo que su recuerdo no es grato”. Y, en ese contexto, define al Delegado del Gobierno en el País Vasco como “un obseso de trivialidades que no se preocupa de cosas sustanciales, como el desarrollo autonómico. En vez de un Delegado del Gobierno, parece un Jefe de Policía”.
No menor es esta problemática en Cataluña, donde un alcalde catalán deberá pagar 1.500 euros por no colgar la rojigualda en su consistorio y el Gobierno exige a la alcaldesa de Barcelona que ponga un retrato de Felipe VI en el Salón de Plenos tras retirar el de Juan Carlos.
Queda claro en todo este asunto del tema identitario que el actual Régimen político español, heredado del franquismo, está en imparable retroceso y en absoluto rechazo de su simbología. Y que, en concreto, la bandera bicolor solo identifica a los dos partidos turnantes, PP y PSOE y sus acólitas marcas blancas. Con el agravante y vergonzoso caso del PSOE que, renunciando a su historia, origen y dignidad, exhibe sin pudor la bandera bicolor, monárquico-borbónica, que tanta sangre y sacrificios sin cuento costó a sus militantes.
Entre tanto, por la amplia alameda de la Libertad, se escucha el rumor, pausado y alegre, resuelto y decidido, del pueblo que se aproxima y saluda la llegada de la República Española, con su gran enseña tricolor, desplegada y ondeante al impulso de la saludable y revivificadora brisa de la nueva Democracia.
José Antonio Carrasco Pacheco