Una cosa es el fracaso democrático en la Transición que nos ha llevado a esta España indigna y otra que el discurso dominante en el independentismo catalán de Más y aledaños sea justificable. Podemos comprender el deseo de escapar de una situación horrenda y el refugio en la ilusión nacional catalana, pero ¿al punto de cerrar los ojos a las complicidades brutales del fracciones importantes de la burguesía catalana en lavarle la cara al régimen franquista, aceptar la impunidad y aceptar la monarquía, por no hablar de su responsabilidad en las políticas neoliberales atroces practicadas en Catalunya? De ninguna forma. No debemos caer en eso.
Respetar el sentimiento nacional catalán es una cosa, tragar con ruedas de molino es otra. Quienes son corresponsables de la España realmente existente, la de la OTAN, la CEOE, la sumisión al BCE y a la UE de Merkel, la de la impunidad del franquismo como base del sistema democrático ¿tienen credibilidad alguna para construir un país, una república libre y para centrar en una España caricaturizada por ellos la única responsabilidad? No tienen derecho a hacer eso y debemos denunciarlo. La única salida honrada desde una posición republicana y solidaria, desde la izquierda es afirmar que es imprescindible la Ruptura, pero no ya en Barcelona únicamente, sino sobre todo en Madrid, un Madrid cuyo fracaso histórico es que el está poniendo a España en la actual situación.
Ruptura en Madrid con el régimen postfranquista y recuperación plena de las libertades, los derechos sociales y de la soberanía popular, económica y de defensa es lo que precisamos para sobrevivir en el mundo actual. Eso tiene un nombre: REPÚBLICA ESPAÑOLA, una República sin impunidad del franquismo.
Una ruptura en Madrid es el único camino para poder tender una mano con credibilidad a Catalunya, de otra forma lo único que vamos a lograr es la rotura del país y brutal retroceso en todos los aspectos. Otro asunto es que tal vez sea ya tarde para evitarlo, habida cuenta de la nula presencia de republicanismo en la vida española. Tal vez, y lo digo con amargura en el alma, nos vuelva a pasar como en el 98 en Cuba y Filipinas, que la España de la Restauración no merecía vencer. Recuerdo siempre la historia de Rizal, el filipino, luchó toda su vida para ser tratado igual que un español: al final lo consiguió, le fusilaron.
Pedro Alberto García Bilbao