En 1931, la mujer puede ser votada, pero no ir a votar. Habrá que esperar al 19 de noviembre de 1933
Madres y esposas con un campo de actuación limitado al hogar. Marginadas del espacio público, la invisibilidad de las mujeres de principios del siglo XX empezó a difuminarse poco a poco, hasta que pudieron votar por primera vez. Así sucedió tal día como hoy, hace 80 años, cuando se produjo un hito en la historia de la democracia española. Se permitió por primera vez a las mujeres a partir de 23 años, como los hombres, introducir una papeleta en las urnas, gracias a que las Cortes Constituyentes republicanas derribaran ese muro de desigualdad el 1 de diciembre de 1931. En Euskadi, este logro histórico se puso en práctica el 5 de noviembre de 1933, con motivo del referéndum del Estatuto vasco, 14 días antes que en el resto de España.
El camino para llegar hasta ese momento no había sido fácil. De hecho, fue un derecho que se obtuvo por etapas. En el año 1924, el general Miguel Primo de Rivera otorgó el voto en las elecciones municipales a la mujer "que no esté sujeta a la patria potestad, autoridad marital o bajo tutela superior". Las razones de limitarlo a las solteras emancipadas y a las viudas, eran, según él, que no era conveniente conceder el voto a la mujer casada "para evitar disputas entre los cónyuges". El 14 de abril de 1931 queda instaurada en España la II República, que como primer objetivo se impone proclamar una nueva Constitución que recoja el sentir de los españoles. Curiosamente se concede a la mujer el derecho a ser elegible, pero no electora. En los primeros comicios salen elegidas Clara Campoamor, Margarita Nelken y Victoria Kent.
Es conocido que la primera defendió contra viento y marea (y contra sus dos compañeras de sala, que consideraban inoportuno el reconocimiento del voto femenino) que se cambiase la Constitución para incluir el derecho a voto de las mujeres… que acabó haciéndose efectivo dos años después. España reconocía así un derecho del que no gozaban, por ejemplo, ni Francia ni Italia. En la República Francesa la mujer obtendría el derecho al voto en 1944. El Reino Unido sólo lo tenía, en igualdad de condiciones con el hombre, desde 1918, con un matiz: solo podían votar las mujeres a partir de 30 años.
En 1933, estaban censadas en España 7.955.461 mujeres sobre un total de 15.164.349 electores. De modo que, al menos numéricamente, los votos femeninos representaban un aliciente importante para desarrollar una campaña activamente dirigida a la población femenina. En dichas elecciones resultaron victoriosas las opciones de centroderecha, e inevitablemente, se consideró culpable o artífice de dicha situación al voto femenino.
Gran parte del pensamiento de izquierdas, incluyendo a varias mujeres como La Pasionaria, consideraba que no debía otorgarse el voto a la mujer española ya que esta no estaba preparada políticamente y acabaría votando lo que le dijera el cura. Este pensamiento, bastante machista por cierto, ha sido tan mitificado que todavía hoy mucha gente considera que las elecciones de 1933 las ganó la derecha a causa del voto de la mujer… Obviando que el parlamento que votó a favor del voto femenino estaba controlado por la izquierda. Lo cierto es que la pérdida de votos respondía entre otros factores a la desunión de la izquierda, la agrupación de la derecha, el desgaste político del Gobierno, el abstencionismo político, etcétera, y no al voto femenino.
La misma opinión pública que culpabilizó a las mujeres de la derrota de la izquierda en 1933 las elevaría a la categoría de "redentoras" cuando en las elecciones de 1936 triunfasen las candidaturas de izquierda. En todo caso, obtienen el acta de diputadas seis mujeres: tres de la izquierda (Margarita Nelken, Matilde de la Torre y María Lejarza) y tres de la derecha (Francisca Bohigas, Mª Urraca Pastor y Pilar Careaga). Tanto en 1933 como en 1936, las campañas destinadas a atraer el voto femenino de los partidos y organizaciones de izquierda y de derechas atribuyeron a las mujeres un papel de madre, esposa o hija. Mientras en 1933 la derecha pidió el voto de las mujeres en calidad de madres y en defensa de la familia, en 1936 la izquierda pidió el voto femenino en calidad de madres y en defensa de los presos políticos. Ni programas ni campañas políticas dirigidas directamente a las mujeres.
Por países
El primer derecho al voto de la mujer de la historia (sufragio femenino) se autorizó "por accidente" en Nueva Jersey (EE UU) en 1776, pero no era una ley que permitía a las mujeres votar, sino a las "personas", por lo que, en cuanto se dieron cuenta del 'error' abolieron dicha ley en 1807. Hoy por hoy, restan aún países con el voto femenino negado o condicionado. Como Arabia Saudita, donde a finales de septiembre de 2011 el rey Abdalá bin Abdelaziz declaró que las mujeres pudieran votar y postularse para un cargo a partir de 2015. O como en Brunéi, donde mujeres y hombres han sido revocados del derecho a votar o presentarse a las elecciones nacionales legislativas desde 1962. Sólo se les permite en las elecciones locales. En Líbano se requiere la prueba de educación básica para las mujeres, aunque no para los varones. La votación es obligatoria para hombres y opcional para mujeres. En los Emiratos Árabes Unidos el sufragio está limitado, tanto para hombres como para mujeres, pero se amplió gradualmente en las elecciones de 2011. Y en el Vaticano sólo pueden votar los cardenales, o sea, hombres.
Como curiosidad, añadir que uno de los países que se considera como más avanzado en las libertades y la democracia como es suiza no permitió el voto a las mujeres hasta 1971. Incluso hay escritos en los que dicen que, cuando se discutía si se debía dejar votar a las mujeres, hubo algún que otro político de la época que expuso los siguientes argumentos para que no se concediera el sufragio femenino: "¿Conceder el derecho de voto a las mujeres? ¡Qué idea más ridícula! El cerebro de la mujer es más pequeño que el de los hombres, lo que demuestra que las mujeres son menos inteligentes. Son propensas a actitudes extremistas y se asocian a campañas sin consultar antes a sus maridos. Además, eso no fomentaría la igualdad de derechos porque su natural modestia les impide ir a votar cuando están embarazadas y, como las mujeres del campo suelen tener más hijos, tendrían una desventaja injusta con respecto a las mujeres que viven en las ciudades. Y si las mujeres son elegidas al parlamento, ¡qué deshonra supondría esto para sus maridos! Estos estarían obligados a cocinar en casa…".
Itsaso Álvarez
Fuente: www.elcorreo.com