Hablando con un investigador sobre la Guerra Civil, me confesaba que él todo lo que sabía era gracias a la documentación. Esa es la forma de estudiar la historia, a base de documentación, pero hay que tener cuidado. En una guerra ideológica como fue la guerra del 36, los documentos están altamente ideologizados e intóxicados. Para estudiar ciertos -o todos- aspectos sobre la Guerra Civil, irremediablemente hay que acudir a la documentación franquista. por eso se recomienda alta cautela, notable inteligencia y, por supuesto, distancia ideológica.
Dicen que la memoria oral no vale sino se refuta después con documentación; esta sería la forma más correcta, cabal y empírica, pero de ciertos actos represivos, sobre todo de los franquistas, no hay rastro documental, y si ha existido alguna vez, fue debidamente destruido. Sabemos fehacientemente que toneladas de archivos fueron misteriosamente quitados del medio durante la "inmaculada" Transición.
Imaginemos por un momento que un cristiano es capturado por el ISIS, y este logra escaparse de sus captores: éste, horrorizado, contaría las mil y una perrerías a las que fue sometido por los criminales que componen tan detestable organización. Poca prueba documental tendríamos al respecto, pero sin ninguna duda creeríamos el testimonio que nos ofrecería el recién liberado. Tenemos constancia de la criminalidad del ISIS, por lo tanto, cualquier barbaridad que nos cuenten sobre estos asesinos es totalmente creíble. Por eso, al menos para un servidor, la memoria oral ha sido y es imprescindible para destapar los misterios de la represión franquista.
Algún bienintencionado dirá: ya, pero que constancia tenemos de que los franquistas fueran unos salvajes; de los rojos lo sabemos todo gracias a la Causa General. Es cierto, Franco solo estudió lo que a él más le convino (obvio), la Causa General fue una investigación que no dejó rincón patrio sin remover, pero hay que tener mucho cuidado.
Según nos relata Francisco Espinosa Maestre en el libro, La Guerra Civil en Huelva, en Aracena fue asesinado Antonio Hermoso Serrano, alias "el Lulu", de 47 años y antiguo jefe de la policía municipal. Si acudimos a los partes semanales que se conservan en S.H.M. "murió al intentar fugarse", pero al visitar el Registro Civil sabemos que murió a las 12 de la noche en el cementerio de Aracena a consecuencia de la acción de las armas militares (que trabajo les costaba poner en los registros la verdadera causa de la muerte: fusilado por los militares en las tapias del cementerio). Si vamos a otro archivo, más concretamente, al Libro de Entradas-Salidas de la prisión de Aracena, junto a su nombre consta una cruz que señala a los que fueron fusilados.
Para el SHM "el Lulu", murió por su mala cabeza al intentar fugarse (mala conciencia tendría el rojo bolchevique al intentar zafarse de sus captores), pero gracias a otros registros sabemos que fue vilmente paseado. Desgraciadamente miles de anti-franquistas fueron asesinados sin ser inscritos en ningún tipo de registro y otros, que sí fueron registrados, lo fueron tramposamente. Todo esto se sabe gracias a que los familiares de las víctimas del franquismo, que sabían de la desaparición de sus seres queridos por los golpistas, así lo han manifestado a los historiadores.
Hay víctimas del franquismo que no aparecen en ningún listado, sin embargo sus familiares lo vieron un día salir de casa acompañado por la Guardia Civil o por algún falangista y jamás se volvió a saber de él. Los asesinaron y no dejaron rastro documental del asesinato.
Para ciertos historiadores del CEU, (para Carlos Gregorio Hernandez, la represión en Canarias durante la Guerra Civil no produjo más de 300 óbitos, muy lejos de los 2.500 ó 3.000 que sería la cifra más cercana a la realidad. Según Gregorio Hernández, "no existe la manera de contrastar que se haya producido una cifra tan elevada" ), los muertos que no aparecen en los archivos no existen, por más que se les haga ver la realidad, el negacionismo sigue siendo latente en este tipo de historiadores. Pero se olvidan de una cosa: además de los testimonios orales, contamos con los testimonios arqueológicos de cientos de fosas comunes que no dejan lugar a dudas de la genealogía genocida del franquismo.
Juan Antonio Cortés Avellano
Fuente: Badajoz y la guerra (In) Civil