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Por la unidad popular

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¡Que decida el pueblo! 


Vivimos momentos históricos. Estamos ante una posible Segunda Transición, la cual esta vez debe ser real, protagonizada por la gente de abajo, a diferencia de la Primera, que fue diseñada por unos pocos en despachos y hoteles de lujo, bajo la amenaza del franquismo, en la que el pueblo se limitó a decir sí o no al chantaje que se le hizo: aceptar la “transición” propuesta desde arriba o el caos, “democracia” monárquica o franquismo sin Franco.

Ahora bien, nada en la historia está nunca garantizado. La lógica alegría de haber conquistado ciertos ayuntamientos muy importantes no debe impedirnos ver que todavía falta conquistar el poder estatal, sin el cual no será posible aplicar políticas de rescate ciudadano completas y abrir el necesario proceso constituyente. No perdamos de vista que las pasadas elecciones municipales y autonómicas han mostrado, sin lugar a dudas, una recuperación de la izquierda real, pero todavía muy insuficiente, el voto sigue estando demasiado dividido entre fuerzas afines. Es obvio que para ganar las elecciones generales es imprescindible la unidad popular, concentrar todos los votos del cambio en una única formación política o en un frente común. 






Por supuesto, dicha unidad popular no sólo debe servir para ganar las elecciones generales con una mayoría lo suficientemente amplia como para no depender de los partidos de la casta, sino que también debe tener suficiente consistencia para luego gobernar sin conflictos internos. Yo creo que mucha gente está de acuerdo en las principales ideas sobre las que se ha construido PODEMOS: un programa de mínimos con dos grandes objetivos a corto plazo, rescate ciudadano y proceso constituyente, y una metodología radicalmente democrática, de máxima transparencia, de ejemplaridad. Estimo que los objetivos y la metodología no son el problema para lograr la unidad popular. El problema son los personalismos, las fidelidades a las siglas, los sectarismos. Debemos todos superar esas visiones cortas, el ver más las diferencias secundarias que las coincidencias esenciales, las rencillas, los orgullos,... Debemos ser ante todo fieles a las clases populares, a la ciudadanía, a los principios y no tanto a las siglas. Hay que ser responsables y actuar de acuerdo a la trascendencia del momento histórico. Formar un frente común no implica necesariamente disolver las organizaciones a partir de las cuales se forme, si ese es el problema. La cuestión a dilucidar por tanto es qué instrumento político debe ser el que consiga dicha confluencia de votos progresistas por el cambio real. Porque nunca olvidemos que ese frente (o esa formación política) no es un fin en sí mismo, sino que un medio. PODEMOS nació precisamente con esa vocación: ser el instrumento político popular del cambio. Pero como todo partido, como toda organización, corre el serio riesgo de, sin querer o inconscientemente, traicionarse a sí mismo. 

Yo creo que a estas alturas no hay ninguna duda en cuanto a que dicho frente popular debe formarse en torno a PODEMOS. Este partido se ha convertido en la palanca del cambio, en su catalizador, como bien dicen sus líderes. Este mérito ya nadie puede quitárselo, pero su labor debe continuar para no convertirse ahora, sin quererlo, en obstáculo del cambio, en un freno. Sin PODEMOS no es posible, a día de hoy, el cambio en España. La cuestión a dilucidar es si solo PODEMOS es capaz de llevarlo a cabo. Aquí es donde debemos centrar el debate. Para ello es ineludible interpretar acertadamente la realidad, lo ocurrido en las pasadas elecciones del 24M. La estrategia debe siempre readaptarse a las circunstancias, y más, si cabe, en momentos de cambios, donde la realidad se acelera, donde lo que valía hace un par de meses puede dejar de ser válido. De la correcta interpretación de la realidad reciente dependerá la elección de una estrategia acertada que permita el cambio. Es una decisión trascendental de la que dependerá el futuro de nuestro país, por lo menos en los próximos años, quien sabe incluso si a más largo plazo. 

En mi humilde opinión, los datos objetivos son bastante claros: allá donde ha habido cierta unidad popular se ha podido alcanzar el poder político. Los casos más significativos son los de Barcelona y Madrid, las dos ciudades más importantes del país, que pueden convertirse en los faros del cambio para el resto del Estado. Es cierto que los liderazgos personales cuentan mucho, así como que lo ocurrido en unas elecciones autonómicas y municipales no es completamente extrapolable a unas elecciones generales. Pero pienso que también es cierto que lo ocurrido el 24M sí nos da ciertas pistas acerca de la estrategia para alcanzar el poder estatal. Es cierto que lo ocurrido en ciertas ciudades importantes no es tampoco completamente extrapolable al resto del país. Si por algo se caracteriza España es por su diversidad de realidades, sus fuertes contrastes políticos y sociales. Pero también es cierto, como bien dicen los líderes de PODEMOS, que las grandes ciudades en cualquier país son siempre las que marcan las tendencias. 

Yo pienso que la gran diferencia en el número de votos recibidos en la capital entre las candidaturas municipal y autonómica en las que participaba PODEMOS no puede achacarse sólo a los liderazgos personales. En cualquier caso, ha quedado demostrado en la práctica que aunque PODEMOS se presente tras otras siglas, lo verdaderamente importante no son éstas, sino el programa, las personas y las organizaciones que hay detrás de ellas. Existen diversos estudios que rebaten la versión oficial de los dirigentes de PODEMOS en cuanto a la interpretación de ese hecho trascendental y significativo ocurrido en Madrid, los cuales también deben tenerse en cuenta. Véase, por ejemplo: Las candidaturas de unidad popular no caben en el paraguas de Podemos: las cifras honestas. Es imprescindible un amplio debate acerca de la estrategia a emplear para lograr la unidad popular. Este debate debe estar libre de sectarismos, de dogmatismos, de excesivos personalismos. Y para ello debe darse también la palabra a las bases, a los militantes, a los ciudadanos en general. Es verdad que PODEMOS ya lo hizo en su día en la Asamblea de Vistalegre, pero la realidad ha cambiado, hay que readaptar la estrategia, ya no hablamos de suposiciones sino que de hechos acontecidos. 

Creo que es preciso que PODEMOS convoque cuanto antes una asamblea ciudadana extraordinaria para debatir acerca de la unidad popular, invitando también a dirigentes y militantes de otras organizaciones (IU, Equo, partidos autonómicos,…) para que expongan sus argumentos. En dicha asamblea, abierta a toda la ciudadanía y a todas las organizaciones favorables al cambio real, debe decidir la gente de abajo. ¿Qué mejor manera de lograr la unidad popular que dando la voz al pueblo? Son momentos trascendentales que requieren decisiones trascendentales y maneras trascendentales de tomarlas. Sea cual sea la decisión tomada en esa asamblea, PODEMOS saldría muy reforzado, confirmaría ser el principal instrumento del cambio y mostraría que no desea convertirse en un fin en sí mismo, que no desea encerrarse en sí mismo, que no renuncia a su principal seña de identidad: dar el máximo protagonismo posible a los ciudadanos de a pie. La democracia se hace al andar. El cambio se practica de camino. Dicha asamblea extraordinaria popular puede ser el punto de inflexión que inaugure de verdad la Segunda Transición, pues no sólo puede proporcionar la fórmula adecuada de unidad popular, sino que también puede ser una buena manera de demostrarle al pueblo que su destino está en sus manos.

Dirigentes de PODEMOS: no nos falléis, tomad la iniciativa para dar de nuevo el protagonismo a los de abajo. Exponed vuestros argumentos junto con los líderes de otras organizaciones ante la ciudadanía, pero dejad que ésta tenga la última palabra. Yo creo que Pablo Iglesias ha demostrado sobradamente ser la persona más competente para liderar el cambio en nuestro país, pero también creo que hay muchas más personas válidas, imprescindibles, que deben ir junto a él en ese frente ciudadano unitario. Una vez más, demostraréis así que vais en serio cuando decís que son los ciudadanos corrientes quienes deben protagonizar el cambio. Descolocaréis, una vez más, al resto de partidos que ahora se apuntan aparentemente al cambio para sobrevivir. Demostraréis, una vez más, de manera contundente, que vosotros representáis el cambio real, frente a quienes son sólo recambio. En el radicalismo democrático se sustentará el triunfo, poniendo de paso en evidencia a los viejos y nuevos falsos profetas. El verdadero cambio consiste precisamente en que sea el pueblo el que tome las riendas de su destino.

¡Sí se puede!

PD: José López es autor de los libros Rumbo a la democracia, Las falacias del capitalismo, La causa republicana, Manual de resistencia anticapitalista, Los errores de la izquierda,¿Reforma o Revolución? Democracia y El marxismo del siglo XXI así como de diversos artículos, publicados todos ellos en múltiples medios de la prensa alternativa y disponibles en su blog para su libre descarga y distribución.


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