Meten la pata quienes politizan el deporte (ya de aborregamiento) inventando la Copa del Rey (antes Generalísimo). ¿Por qué tiene que llamarse así si no para dar relevancia al personaje que lo preside “por la gracia de dios”?. Además se le asocia un himno de horrible factura musical que el dictador utilizó para machacar al pueblo. Estos pepersonajillos se mueven a gusto en este ámbito y los pitos al himno le sirven para ocultar los pitos a sus desfalcos y de paso incidir en su ominoso nacionalismo español de pulserita hortera.
Pitar al himno es una manifestación política en relación con el modelo de Estado que representa y las manifestaciones son legítimas en cualquier Estado de derecho. Resulta curioso que muchos de los que se han sentido ofendidos por este inocuo ejercicio político no reaccionan cuando se saquea a los ciudadanos y se los despoja de sus derechos, quebrando así la justificación de la existencia de los Estados, que consiste en procurar la felicidad general.
No reaccionan con la misma virulencia cuando los gobiernos ceden la soberanía nacional a los llamados mercados mientras los ricos se llevan dinero a manos llenas fuera del país ni reaccionan siquiera cuando la Unión Europea está a punto de culminar la pérdida de las soberanías, permitiendo que el capitalismo internacional organizado juzgue y decida (por supuesto a su favor) las discrepancias entre los intereses de los Estados y los privados de las grandes empresas.
Como siempre, el patriotismo se resume a pequeños gestos, simples y cargados de emoción, que las oligarquías han logrado imbuir entre el pueblo llano para motivarlo a la conservación de sus privilegios.
No recuerdo quién dijo que el patriotismo es cosa de pobres y así es. Hace siglos, la diseminación de los habitantes y la carencia de vínculos de integración social requerían un aglutinante efectivo como la pertenencia como súbditos a determinada corona.
Hoy día la apertura y la internacionalización de la información, de la economía y de muchas más cosas deberían de debilitar los sentimientos de pertenencia a un terruño y a un señor pero estos vínculos afectivos perduran unidos a una educación conservadora que en un Estado como España, unido, aunque no unitario, no antes de 1700, carecen en realidad de referencias históricas a excepción de la base emocional del franquismo, que fundamentó el sentimiento del Estado en supuestos valores de los Reyes Católicos, tan débiles y falsos como el de la misma unidad, conformando una ideología doméstica que ha llegado, de la mano de la Transición, hasta nuestros días.
Fernando Álvarez Ruano
Fuente: Canarias en la Nube