Los primeros veinte años de la existencia de la III República francesa se desarrollaron bajo los agobiantes límites del aislacionismo que impuso Bismarck a través de los complejos mecanismos de la diplomacia de los sistemas internacionales que diseñó para evitar que se pudiera desarrollar el revanchismo francés después de la derrota de Sedán y la pérdida de Alsacia-Lorena. Pero conviene matizar algo este aislacionismo, ya que el entramado diplomático alemán no fue tan perfecto como se ha insistido tradicionalmente. Tuvo muchas fisuras, especialmente en las relaciones entre Austria-Hungría y Rusia, y el canciller tuvo que empeñarse trabajosamente en recomponerlos y rediseñarlos en distintas ocasiones. Los franceses aprovecharon estos fallos para ir intentando salir de su ostracismo internacional. En 1875, es decir, muy pronto, ante la amenaza de Berlín de desatar una especie de guerra preventiva contra Francia, París consiguió el apoyo diplomático de rusos y británicos, en algo que prefiguraba, aunque a mucha distancia temporal, lo que terminaría por ocurrir, el acercamiento entre las tres potencias.
Por otro lado, los franceses no dejaron de intentar participar en algunos asuntos internacionales relevantes. Waddington, ministro de Asuntos Exteriores, asistió al Congreso de Berlín de 1878 en el que se trataron los problemas balcánicos.
Los años ochenta, en cambio, supusieron un freno a los intentos galos de salir del aislacionismo y no tanto por la presión alemana sino por los conflictos derivados de su activa política imperial y colonial, especialmente en el continente africano. A partir de 1881, los franceses decidieron controlar Túnez lo que provocaría el enfrentamiento con Italia que, de resultas, favoreció el acercamiento del gobierno italiano a Alemania, entrando en los sistemas bismarckianos por lo menos hasta la segunda mitad de los años noventa. Al año siguiente el conflicto estalló en Egipto donde Francia chocaría frontalmente con Gran Bretaña. La década se cierra con una soledad internacional evidente para Francia. En 1887 los británicos sellan una alianza con Italia en el Mediterráneo con la adhesión austriaca y española.
Francia consiguió salir del aislamiento cuando Bismarck desapareció de la escena política a comienzos de los años noventa y comenzó a desarrollarse la weltpolitik alemana, que liquidaba los complejos equilibrios y apostaba por una clara expansión internacional que, de rebote, hizo reaccionar a las otras potencias. Ese fue el momento en el que Rusia decidió separarse definitivamente de la órbita diplomática alemana, encontrando a una Francia deseosa de firmar acuerdos, a pesar de las diferencias abismales entre sus dos regímenes políticos. En 1892 se establece una alianza militar, que es ratificada dos años después. Es una alianza defensiva frente a Alemania y que se mantuvo en secreto hasta 1897. Pero eso no impide que se conozcan algunos hechos: la concesión francesa de créditos a Rusia y las visitas que sus dos flotas hacen a sendos puertos de ambos países.
El acercamiento entre franceses y británicos es más complicado por las tensiones coloniales e imperialistas, pero los segundos comienzan a calibrar el peligro expansionista alemán y el poderío de su flota. En 1890, Gran Bretaña y Francia llegan a un acuerdo de reparto del valle del río Níger. Es un primer acercamiento pero que se frena cuando resurgen las tensiones en Indochina y en África con Fashoda en 1898. Pero superados estos conflictos la tensión se relaja y en 1904 se firma la Entente que pone fin a los problemas coloniales al establecer las definitivas áreas de ambas hegemonías, marcando que Egipto sería controlado por Londres, mientras que París haría lo mismo en Marruecos. La Entente es un hecho fundamental porque cambió claramente las relaciones internacionales entre ambas potencias, en realidad para todo el siglo.
Francia aprovechó su anterior acercamiento con Rusia y su más reciente alianza con Gran Bretaña para propiciar un acercamiento entre estas dos potencias, que estaban enfrentadas por sus respectivos intereses en el Próximo Oriente. Pero el acercamiento entre Berlín y Estambul en marzo de 1903 no gustó nada ni a los británicos ni a los rusos. Por fin, a finales de agosto de 1907 se firma un acuerdo anglo-ruso. Nacía la Triple Entente, constituida por Francia, Gran Bretaña y Rusia. Los temores de Bismarck se confirmaban a menos de veinte años de su retirada de la política. El acercamiento entre tres potencias que habían tenido tantos problemas internacionales y coloniales entre sí se sustentaba en la hostilidad común a Alemania y su política exterior agresiva.
Eduardo Montagut