Mohamedou Ould Slahi, Shaker Aamer o Ahmed Abdulaziz son tres de los 127 hombres que permanecen retenidos entre los muros de Guantánamo. La mayoría de estos presos nunca han sido acusados, juzgados ni condenados por un tribunal. Hace 13 años, Estados Unidos creó un campo de reclusión que viola los derechos humanos y tratados internacionales. Decenas de organizaciones denuncian torturas, malos tratos y retenciones ilegales en la bahía cubana.
En 2002 Mohamedou Ould Slahi, ciudadano de origen mauritano, fue trasladado a Guantánamo. Según relata Amnistía Internacional (AI), Slahi fue “víctima de tortura o tratos crueles, inhumanos y degradantes”. El gobierno estadounidense sospechaba, por aquel entonces, que Slahi formaba parte de Al Qaeda. Así, fue sometido a un “plan especial de interrogatorio”: durante 90 días fue aislado de cualquier estimulo externo y, según asegura, se le privó del sueño cerca de 70 días consecutivos. Durante este periodo, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) solicitó visitarlo. Su petición fue denegada por las autoridades que alegaron “necesidad militar”.
Slahi no es el único ejemplo ni testimonio de la cruel realidad de Guantánamo. Shaker Aamer, originario de Arabia Saudí, fue arrestado en Afganistán y trasladado a la bahía cubana en febrero de 2002. “Nunca ha sido acusado, juzgado o condenado”, denuncia AI. Aamer ha declarado en incontables ocasiones que “fue sometido a palizas y malos tratos durante su detención en Begram (Afganistán)”.
La lista continúa. Trece años de violaciones de derechos humanos dejan tras de sí cientos de testimonios estremecedores. En 2009, el presidente estadounidense Barack Obama firmó una orden ejecutiva para cerrar Guantánamo en el plazo de un año. La promesa de Obama de poner fin “inmediatamente” a este centro de reclusión, reiterada en 2013 y 2014, parece haber caído en saco roto. Para AI, el fin de “estas detenciones está más lejos que nunca”. El presidente demócrata no ha conseguido sortear las reticencias del Congreso de Estados Unidos para clausura la prisión.
Frente a la aparente impotencia del ejecutivo, diferentes organizaciones y organismos recuerdan que “el derecho internacional exige que se encuentren soluciones, no excusas”. Mientras el panorama político interno de Estados Unidos impide el cierre inmediato de Guantánamo, 127 personas permanecen retenidas sin cargos ni juicio alguno.
El pasado agosto, el Comité de Derechos Humanos de la ONU, en virtud del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos -firmado por EE. UU. en 1992- instó a EE. UU. a “poner fin al empleo de la detención administrativa sin cargos ni juicio”. Además, recordó que los procesos contra los detenidos deben realizarse por el sistema ordinario de justicia penal, “no en un sistema de comisiones militares que incumplen las normas internacionales para la celebración de un juicio justo”.
A este Comité de Derechos Humanos se unió el de Comité Contra la Tortura de la ONU. Desde el organismo se recordó al gobierno de Obama que “la detención indefinida constituye en sí una violación” de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, documento ratificado por EE. UU. en 1994.
La ONU no ha sido el único organismo que ha condenado la existencia de Guantánamo y ha pedido expresamente su cierre. El pasado mes de agosto, el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial instó el ejecutivo a “garantizar el derecho de los detenidos a un juicio justo, según las normas internacionales de derechos humanos”. Además, hizo un llamamiento para que los detenidos que no fueran acusados de un delito formal y juzgados quedasen “en libertad de forma inmediata”.
Hace 13 años, la base estadounidense de Guantánamo se convirtió en un escenario donde no se respetan los derechos humanos. En febrero de 2003, el secretario de defensa Donald Rumsfeld autorizó “técnicas de interrogatorio que violaban la prohibición internacional de la tortura y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes”, recuerda AI.
Se cumplen 13 años de desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, torturas y malos tratos, de injusticia en el seno de un país que se proclama democrático y defensor de los derechos humanos. “Nunca dejaremos de defender los derechos humanos de todas las personas en nuestro país y en el extranjero. Es parte de quienes somos como pueblo y de lo que defendemos como Nación”, proclamó Obama el pasado 9 de diciembre. Mientras la prisión de Guantánamo no cierre sus puertas, su discurso no dejará de ser obsoleto e hipócrita.
Irene Casado Sánchez
Periodista
Twitter: @irencs