"Durante cuarenta años hemos luchado porque al pueblo español se le devuelva su soberanía"
EL PRESIDENTE Y JEFE DE GOBIERNO DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA EN EL EXILIO ASEGURAN LA "DESAPARICIÓN" DE ESTA SI LAS ELECCIONES DE JUNIO de 1977 SON DEMOCRÁTICAS.
Fernando Valera, el Presidente de México José López Portillo y José Maldonado. |
MÉJICO. (De nuestro enviado especial, Gonzalo de Bethencourt) — El uno —señor José Maldonado—, aparte de «presidente de la República Española en el exilio», es un anciano de expresiones cortas y contundentes. Él otro —señor Fernando Valera—, jefe del Gobierno de dicha República, sin territorio y sin súbditos, aunque —todo debe decirse— todavía con creyentes en ella, trasmina en su aspecto una madurez vigorosa y, en su decir, cierto apego a esa retórica que tanto gusta a los valencianos. Le oye uno hablar y en seguida se acuerda de Blasco Ibáñez.
Los dos andan recogiendo los bártulos de la suite dé lujo del hotel E1 Presidente, donde han vivido aquí. Se tiene la impresión, cuando hablan para PUEBLO, de que andan agotando sus horas oficiales de máximos representantes de la República hispana y exiliada.
Hay que argumentar a los señores Maldonado y Valera que ahí están, en las mismas puertas del inmediato futuro, las elecciones de la primera quincena de junio. Hay que decir a ambos que las cosas pintan y enrumban hacia la legalización de todos los partidos. A ello responde este catedrático de la Escuela de Traductores de París, en sus secciones de política, sociología y economía, que es el señor Maldonado.
—Nosotros tenemos el mismo respeto para todos los partidos, aunque sintamos una gran simpatía hacia los de total signo democrático. A estas alturas aún no sabemos si entre los partidos autorizados o no está el Republicano, qué procede de la fusión de dos partidos históricos españoles que presidieron don Manuel Azaña y don Diego Martínez Barrios, respectivamente; sabemos que a esos partidos aún no se les otorgó la legalidad y, lo que es más importante, tampoco sabemos si, una vez legalizados, podrán disfrutar de circunstancias de igualdad, en el mismo plano que los partidos ya autorizados.
Insiste. en la carga el señor Maldonado:
—Ciertamente que ya fueron anunciadas las elecciones. No voy a pedir que éstas sean modélicas, porque la perfección democrática no se produce en ninguna parte, pero que si sean elecciones homologables con las que se celebran en los países de la Europa occidental. En el mismo instante, pero no antes, en que la consulta popular nazca así, las instituciones de la República en el exilio darán por cancelada su misión histórica.
Uno lo piensa primero para sus adentros. En seguida lo saca a la luz de la palabra.Singular situación la de esta República compatriota, que ya sólo se relaciona con Albania. Así se lo digo a los señores Maldonado y Valera. El segundo me contesta con esto:
—El agradecimiento de la España republicana hacia este Méjico de comportamiento ejemplar para con nosotros se resume como infinito. Pero insisto en que si el próximo junio hay unas elecciones para establecer una democracia de veras, sólo entonces desapareceremos.
Y prosigue el señor Maldonado con la explicación de su postura, bañada por apasionada dignidad:
—Nuestros postulados son irrenunciables. Que se nos permita luchar limpiamente. Si no se nos permite, ello será demostración de que lo que hay hoy en España no es democracia.
Persiste el ex presidente en defender que la existencia de su Gobierno itinerante no depende de que lo reconozcan o lo dejen de reconocer otros países
—Nuestro origen legítimo se residencia en que resumimos la última expresión de la voluntad popular de España "cuando el país tuvo su postrera oportunidad de manifestarse libremente. En nuestra República cabían las derechas y las izquierdas. Así, en 1933, triunfaron las primeras. Eran aquellas unas derechas republicanas. Luego, en 1936, e] pueblo volvió a ratificar su confianza en las instituciones de la República. Esos son nuestros títulos de esencia y existencia de los que no estamos dispuestos a abdicar. Durante cuarenta años hemos luchado para que al pueblo español se le devolviera el ejercicio de su soberanía.
DOLOR Y ESPERANZA
Uno anda en la sospecha de que los señores Maldonado y Valera debieron sentirse adoloridos cuando el pasado día 18, aniversario de la expropiación petrolera mejicana decidida por el presidente .Cárdenas . —el mejor amigo que tuvo la República Española—, en apenas cuarenta segundos, y en la residencia presidencial de Los Pinos, se entonó el «réquiem por una República Española, exiliada y difunta». Como tal sospecha no se me iba a quedar dentro, quemándome, se la hago pública a Maldonado y a Valera. Sale al quite el señor presidente.
—Ciertamente que dentro de nosotros existió un sentimiento de dolor porque se canceló un período de gran amistad y entendimiento, pero también nos embarga la alegría de saber que en ese mismo momento se abría un período nuevo, de esperanza en los destinos futuros de España, para que ésta desempeñe dignamente su papel en el conjunto de los pueblos.
Desde el día 18 de marzo, cuando conocí la noticia de la cancelación de relaciones entre el exilio republicano y Méjico, siempre me anduve preguntando desde cuándo se venía gestando aquélla.
Maldonado me despeja en parte mis dudas.
—En política las cosas no se improvisan nunca. Sabíamos existente una situación internacional que habría de conducir inexorablemente al resultado doloroso del término de unas relaciones tan íntimas y cordiales como las mantenidas entre la República y Méjico. Pero teníamos también la inquietud de que tan larga y entrañable colaboración concluyese de una´ forma agria. Por fortuna estamos totalmente satisfechos de cómo se resolvió el problema.
—¿Cuáles serán las aspiraciones futuras de estos republicanos españoles de «hueso colorado», que ignoran a estas alturas cuándo regresarán a la Patria que abandonaron hace casi cuarenta años?
Fernando Valera, periodista de pluma fértil, responde. Su presidente, asiente..
—Nosotros aspiramos, como límite mínimo del futuro político español, que los republicanos gocemos de una libertad igual a la que gozábamos en la España de Alfonso XIII.
Allá, arriba, en el piso undécimo de un hotel de la «zona rosa», del distrito federal mejicano, quedan el «presidente», Maldonado, y su «jefe de Gobierno». Los dos piensan que su hora de retorno a la vieja Patria anda próxima. Los dos sueñan con regresar cuando todo eso; dé una España democrática sea una realidad como la copa de un pino.
Artículo publicado en el periódico PUEBLO, el 25/03/1977
Nota: Finalmente, ninguno de los tradicionales partidos republicanos (Izquierda Republicana, Acción Republicana Democrática Española, Esquerra Republicana de Catalunya) -con la excepción del por entonces influyente Partido Comunista-, pudieron participar directamente en las elecciones de 1977, ya que el régimen postfranquista les denegó participar en las mismas.