Los Borbones se comportan como si España fuera su finca, su hacienda, su negocio particular. Hacen y deshacen a su gusto y antojo, como ya hacían un siglo atrás sus antepasados de la isabelina “Corte de los milagros”. Es cierto que hoy, a diferencia de lo que sucedía antaño, están protegidos por una opacidad que hace difícil que sus cuitas se trasladen a la calle. Una Corte perversa integrada por una sólida coalición de medios de comunicación e instituciones económicas y políticas cercan con un silencio hermético sus cuchipandas y negocios privados. Ha sido necesario que transcurrieran casi diez años para que pudiéramos estar al corriente de las operaciones mercantiles fraudulentas de la hija y el yerno de Juan Carlos Borbón, pero varias décadas más para que llegaran hasta nosotros los primeros rumores sobre las comisiones que el ex monarca percibía por sus negocios en los Emiratos Árabes.
Hace unos días, la agencia Efe comunicaba que el Borbón senior, Juan Carlos I, cuenta desde su fulminante abdicación con un despacho enclavado en el mismísimo Palacio de la Zarzuela y contará con otro en el Palacio Real. Asegura su portavocía oficial que desde que renunció al trono el ex monarca ha expresado reiteradamente su generosa disposición a “seguir siendo útil” a la Corona y al país. Algo similar sucede, por lo visto, con su doliente esposa la ex reina Sofía.
Las mismas fuentes confirman que ambos consortes continúan realizando actos“puntuales y concretos”, encuadrados dentro de la agenda oficial de la Familia Real. Es decir, que el Borbón senior, pese a haber tenido que engrosar las filas del paro por su mala cabeza, pretende seguir disfrutando de despacho, protocolo, visitas oficiales y vaya usted a saber de cuántas prerrogativas más.
Con el casi octogenario ex monarca viene a suceder algo parecido a lo que pasó entre el PP y Bárcenas. A este último lo pillaron con las manos en la masa, pero continuó ocupando despacho en la calle Génova, recibiendo salario y reconocimiento oficial y trasladándose en coche de partido. O como pasa ahora con el cardenal Rouco Varela, que pese haber sido sustituido por el Papa, continúa ocupando el Palacio arzobispal, mientras que su sustituto se ve obligado a alojarse en un humilde convento de monjitas. Tantos años con los cuartos traseros engarzados a los cargos les hacen terminar convencidos de que aquello de lo que se supone fueron simples administradores es su propiedad privada, su predio particular. A lo peor resulta que lo que realmente sucede es que, en efecto, esas canonjías son pertenencias particulares suyas y que nosotros, simples obtusos, no acabamos de enterarnos.
En un párrafo críptico de una nota de la Casa Real se dice textualmente que el nuevo despacho que se prepara para el monarca abdicante en el Palacio Real “no tendrá coste alguno y que el “núcleo” de las actividades que desempeñará se trasladará a esta dependencia”. Lo que parece claro es que, lo digan como lo digan, tales arreglos destinados a alojar a un ex rey oficialmente sin funciones tendremos que pagarlo, al alimón, entre usted, yo y el resto de los españoles.
El ex monarca se empeña, pues, en continuar “siendo útil a los españoles”, pese a que estos no han mostrado maldito interés en solicitárselo. Todo lo contrario. A lo largo de los últimos veinticuatro meses las consultas demoscópicas mostraron claramente cuál era el sentimiento generalizado de la población hacia la corrupción que se escondía bajo las alfombras de Palacio. Pero Juan Carlos Borbón no solo se autoblindó legalmente tras su abdicación, sino que hoy aspira además a seguir desempeñando las mismas funciones que tanta prosperidad y fortuna le proporcionaron a lo largo de décadas.
¿Y si nos encontráramos viviendo bajo una peculiar monarquía bicéfala, en la que uno de los monarcas se encarga de aparecer en los actos oficiales y ofrecer el rostro joven y amable de la institución, mientras el otro sigue moviendo los mismos hilos que con tanta habilidad manipuló desde siempre? Y si así fuera, ¿cuantos años tardaríamos en enterarnos?
Máximo Relti
Fuente: www.canarias-semanal.org