Nacido en Ljubljana (Eslovenia), el joven comunista Herbert Fornezzi llega a España desde París enrolado en las Brigadas Internacionales, por mediación de Josip Broz (conocido como Tito), junto a otros contingentes de voluntarios eslovenos: los llamados Španski borci. Una vez en España es enviado al frente de Aragón. Allí cae herido por un proyectil enemigo cuya bala explosiva sin detonar queda incrustada en el hombro, motivo por el cual es enviado a la retaguardia. Durante la primavera de 1938 es trasladado a la ciudad de Terrassa siendo ingresado en el Hospital de Sang del Gran Casino. En el verano de 1938, Herbert es trasladado al Hospital Militar de Internación de Vic, sala número 10, en donde es operado por una pareja de médicos alemanes. Dos meses más tarde el Hospital es clausurado tras el arribo de las tropas nacionalistas a la capital de Osona. Ante esta situación Herbert, junto a algunos de sus compañeros brigadistas, se dirige hacia la frontera francesa cuyo objetivo principal era el de proteger a la población civil en retirada ante el avance de las tropas franquistas.
A pesar de hallarse cerca de la frontera cae prisionero siendo confinado en el campo de concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos), situado en el mismo edificio del monasterio cisterciense. Desde Yugoslavia su hermano Omar, que vivía en la pequeña localidad de Lovrenc na Pohorju (Maribor), intentó liberar a Herbert tomando contacto con los consulados yugoslavos de Barcelona, París y la sede central de la Cruz Roja en Ginebra. Todo sin éxito.
En otoño del año 1939, el “nuevo Estado” condena a Herbert a realizar trabajos forzados en las “regiones devastadas” con lo cual es trasladado al campo de concentración de Belchite (Zaragoza), en donde junto a otros presos políticos y de guerra tuvieron que trabajar reconstruyendo por completo un nuevo pueblo de Belchite al lado de las ruinas del devastado. Herbert formó parte de un nutrido grupo de interbrigadistas que precedentemente habían estado internos en San Pedro de Cardeña, sumando un total de unos 459 presos, y que en noviembre de 1939 habían pasado a disposición de la Jefatura de Reconstrucción de Belchite a mando del Servicio de Regiones Devastadas (Ministerio de Gobernación), siendo encuadrados en un Batallón de Trabajadores militarizado: el número 75.
En el campo de concentración de Belchite Herbert encontrará unas duras condiciones de vida por el hambre y el severo trabajo. Las muertes por inanición o por las palizas dadas por los oficiales del campo estaban a la orden del día. A este agravante hay que añadir otro y es que la etapa de 1939 y 1940 supuso un gran problema para el gobierno franquista no ya por los extranjeros prisioneros de la guerra civil –entiéndase Brigadas Internacionales- sino también por los refugiados franceses, ingleses o polacos, civiles o militares que pasaban a territorio español como consecuencia del inicio de la guerra mundial en el mes de septiembre del año 1939. La mayoría de esos refugiados políticos eran internados sobre todo en el campo de concentración de Miranda de Ebro. Asimismo, declarada la Segunda Guerra Mundial los internos de Belchite de países beligerantes fueron controlados con suma atención con el objetivo de no permitírseles la reincorporación a sus respectivos ejércitos nacionales, sobre todo si se trataba de países ocupados por el Eje o combatientes contra él . De este modo, los prisioneros alemanes, italianos, austriacos, checos y balcánicos de entre los cuales se hallaba Herbert Fornezzi –y los cuales sumaban más de 150- no llegaron a ser asistidos por la Cruz Roja Internacional.
A todos estos factores añadimos un último, a saber: siempre cabía la posibilidad de que el gobierno franquista repatriase o, mejor dicho, entregase a los nazis a algunos de los prisioneros extranjeros. Un miedo plausible corroborado por el precedente más inmediato: en junio de 1939 el propio general Franco había decidido personalmente que ocho prisioneros de guerra, internados en San Pedro de Cardeña, fuesen entregados a los nazis. Así se hizo subvirtiendo, de esta manera, los principios de las extradiciones.
Sumando todos esto factores, no es de extrañar que Herbert empezara gestar la idea de escaparse del campo de concentración de Belchite. Desde allí planeará su huida recorriendo a la ayuda de Ignàsia Mirosa, una joven catalana de la que se había enamorado cuando estuvo ingresado en el Hospital de Terrassa y con la que mantuvo una nutrida correspondencia durante todo su periplo de brigadista primero y de preso, después. En el mes de octubre de 1940, Ignàsia recibe una carta desde Andalucía escrita por un compañero de Herbert quien había conseguido escapar del campo de concentración de Belchite. En esa misma carta se explica a Ignàsia en que consiste el método de la escritura invisible a fin de poder saltarse la censura de la correspondencia en el campo. Dicha escritura se realizaba utilizándose un estilete de madera para escribir sobre un papel mojado con cuidado de no traspasarlo, después se dejaba secar la hoja. Una vez secada si se volvía a mojar aparecía de nuevo la escritura. Por este método, tanto Ignàsia como Herbert pudieron mantener una correspondencia clandestina mediante la inclusión de determinadas hojas blancas entre las escritas visibles de la propia carta. En una de ellas Herbert le comunica su intención de huir del campo, junto con dos de su compañeros, uno de ellos intendente de campaña del propio Tito y se le pide a Ignàsia que entregue esa misma carta a una portera, llamada María, de un piso de Barcelona ubicado en la Travessera de Gràcia, número 123. Una vez allí, en lugar de María Ignàsia encuentra a dos ex brigadistas internacionales a quienes se les entrega la carta y se les comunica la intención de escapar de, su entonces prometido, Herbert Fornezzi.
La operación sale con éxito. Hacia finales del mes de febrero de 1940, Herbert junto con dos de sus compañeros, uno de los cuales era el mencionado y supuesto intendente de Tito, consiguen escapar del campo mediante una operación simple. Uno de ellos se hizo el enfermo acudiendo al guarda del barracón para pedirle una aspirina, mientras este buscaba el medicamento Herbert y el otro compañero huyeron. Una vez regresó el guarda, el tercer brigadista le golpeó y huyó también velozmente reincorporándose con Herbert y el otro huido.
Caminaron durante toda la noche descansando escondidos durante el día para evitar ser sorprendidos por la guardia civil. Días más tarde alcanzaron las cercanías de la ciudad de Barcelona en donde los tres compañeros se separaron: dos de ellos se dirigieron hacia el piso de la Travessera de Gràcia y Herbert se dirigió a la ciudad de Terrassa para encontrarse con la Ignàsia. Debido al peligro que podía correr su novia catalana, pues los fascistas la estaban vigilando, decide esconderse en un piso de Barcelona cerca del puerto propiedad de unos compañeros a los que había conocido en el frente: los hermanos Mariné. Situado en la avenida del Paralelo, desde este piso podía controlar los barcos que arribaban y zarpaban cada día. De esta manera, consiguen entrar en contacto con el padrón de un barco noruego amarrado en el puerto y que se dirigía hacia Génova obteniendo para Herbert un billete como polizón.
Por su parte, Ignàsia establece contacto vía carta con Franc Fornezzi, padre de Herbert, a quien le explica los detalles del viaje y la llegada de su hijo a Génova, asimismo colabora económicamente para pagar el costosísimo viaje clandestino de su novio.
A mediados del mes de marzo de 1940, Herbert parte finalmente hacia Génova no regresando nunca más a España y separándose definitivamente de su pareja catalana, quien no pudo acompañarle debido a cuestiones familiares. Sin embargo, a pesar de los continuos interrogatorios y amenazas de la guardia civil de Terrassa Ignàsia continuó manteniendo correspondencia con Herbert.
Herbert regresa a Ljubljana en el verano de 1940 en donde conocerá a quien será su mujer, Stana Fornezzi, casándose con ella en el mismo año y con la que tuvo un único hijo: Alma Carmen Fornezzi. Durante ese período trabajó en uno de los más importantes negocios de pastelería llamado Pri Petricku. Pocos meses después, fue arrestado por la policía quienes le acusaron de ser el autor de la muerte de un oficial de armas yugoslavo, miembro del ejército real, en Maribor.
Tras unos cuantos meses de prisión el padre de Herbert, Franc, consiguió probar la inocencia de su hijo demostrando que él se encontraba en Ljubljana el día del asesinato de dicho oficial. Herbert fue puesto en libertad.
Antes de que los italianos fascistas invadieran Eslovenia, en el mes de abril de 1941, Herbert comunicó a su mujer que la organización de la Mano Negra (en esloveno: Crna roka) le estaba persiguiendo y de los cuales había conseguido escapar. Se trataba de una organización paramilitar creada para asesinar a cuantos activistas comunistas fuera posible (tenían por costumbre depositar sobre el cuerpo del asesinado un trozo de papel con la marca de una mano y una cruz negra sobre el mismo). Asimismo, Herbert comunicó a su esposa de que estaba en una suerte de conflicto con algunos ex Španski borci, los cuales estaban organizados en unidades partisanas en los bosques por lo que él se negó ir allí. Además, le comentó que había recibido una orden por parte del Frente de Liberación (en esloveno: Osvobodilna Fronta) de infiltrarse en las unidades enemigas. La Osvobodilna Fronta fue una organización anti-imperialista creada por el Partido Comunista Esloveno poco tiempo después de la invasión ítalo-alemana, en 1941, para luchar contra los nazis con ayuda de la Unisón Soviética.
Cabe destacarse, según la memoria oral de la que fuera su novia catalana, Ignàsia Mirosa, que en el año 1942 el nombre de Herbert Fornezzi aparece en las listas de la Cruz Roja de la ciudad austriaca de Innsbruck. El 19 de marzo de 1942, como miembro del Partido Comunista Herbert fue arrestado por el ejército italiano y enviado a la ciudad de Spoleto (Italia) siendo internado en un castillo de dicho lugar.
A partir de entonces, los datos que la memoria oral de la familia de Herbert, en concreto la de su mujer Stana, son confusas. Dicha memoria narra el hecho de que desde Italia Herbert regresó a Ljubljana para un someterse a un juicio debido a algunas de sus actuaciones durante la Guerra Civil española y para intentar, por parte del gobierno ocupacional italiano y según la memoria familiar, sonsacarle algunos nombres de comunistas locales. De allí es trasladado a la ciudad de Parma, en donde logró quedarse hasta la capitulación de Italia obteniendo el puesto de traductor para las autoridades italianas.
Una vez entraron los alemanes en Italia, Herbert consiguió sumarse a una de las unidades alemanas igualmente como traductor. Después de dos meses le enviaron a casa. Regresado en Ljubljana consiguió ingresar en la Gestapo, nuevamente, como traductor de los mismos. Según la memoria familiar, Herbert hablaba hasta seis idiomas diferentes. Posiblemente esta facilidad lingüística le habría sido de gran ayuda para conseguir ese tipo de trabajo tan valorado en época de guerra. ¿Estaba siguiendo Herbert la orden dada por el Osvobodilna Fronta de infiltrase en las unidades enemigas a través de ese trabajo como traductor?
Dicha memoria familiar argumenta el hecho de que Herbert consiguió salvar la vida a un determinado número de personas y guerrilleros partisanos debido a que era un miembro de la Gestapo y, por lo tanto, tenía ciertos poderes (un ejemplo fue el de Zmago Bufon). Al parecer Herbert mantenía permanente contacto con los partisanos, según los testimonios de la época y la de la propia familia. De hecho, como traductor de la Gestapo Herbert tomó a determinados prisioneros de las unidades de la Milizia Volontaria Anticomunista (MVAC), también conocida como Bela Garda, y que se trataba de una organización creada por los ocupantes italianos en la primavera de 1942 con el fin de proteger los diversos territorios del supuesto “terror partisano”. También conocidas por torturar y asesinar a los mismos. Una vez tomaba a los presos, Herbert los enviaba a uno de los hospitales en donde tenía un contacto secreto y en donde al cabo de poco tiempo se las arreglaban para escapar.
Asimismo, según narra dicha memoria, su propia mujer Stana escondió a varios partisanos de las montañas en su apartamento de Ljubljana a sabiendas de que los alemanes no registrarían su casa, pues Herbert estaba trabajando para ellos. De igual modo, el padre de Stana Fornezzi, Stefan Rozic, escondía en su casa una radio Kričač. Se trataba de una radiofrecuencia partisana que trasmitía en diferentes localizaciones y en Ljubljana toda clase de informaciones antinazis y antifascistas contra los invasores. Gracias a la posición de Herbert, éste informaba a su familia cada vez que los alemanes iniciaban una operación de rastreo local para localizar dichos radiotransmisores, pudiendo esconder la misma antes de que estos llegaran [para mayor información acerca de los medios de comunicación clandestinos partisanos en la ex Yugoslavia.
Pocos días antes de la liberación, Herbert abrió todas las prisiones de la Corte Principal en Ljubljana y liberó a todos los prisioneros a quienes los alemanes estaban planeando asesinar antes de abandonar la ciudad. El 9 de mayo de 1945 Ljubljana fue liberada.
Después de permanecer dos semanas escondido, ya que los partisanos que entraron en Ljubljana eran de Bosnia y Herzegovina y por lo tanto él no los conocía bien, Herbert asistió a una reunión de los miembros del Osvobodilna Fronta. Allí se escribieron y firmaron testimonios de la actuación de Herbert durante todos esos años (uno de esos documentos fue el de la hermana de Zmago Bufon –citado líneas más arriba- quien testificó a favor de Herbert).
Herbert estaba convencido que saldría pronto de los interrogatorios. Su mujer le escoltó al lugar en donde se suponía que tenía que firmar la entrada, lugar que actualmente ocupa el Archivo Nacional de Eslovenia, acaeciendo esto el 24 o 25 de mayo de 1945. Esa fue la última vez que ella lo vio. De hecho, Herbert había elaborado personalmente un informe en donde se describía todo su apoyo al movimiento partisano y su actuación con respecto a salvar la vida de determinadas personas (partisanos o no) citándose nombres y apellidos de los mismos. Parece ser, dicho informe fue destruido.
El primero de julio del mismo año, su mujer Stana presentó el papeleo de rigor para personas desaparecidas indagando, de esta manera, acerca de la desaparición de su marido. Pero nadie sabía nada. Pocos meses después tuvo la fortuna de encontrar a un muchacho que había sido el guardián de la cárcel en donde Herbert había sido recluido, situada en la calle Miklosiceva, y que en la actualidad ya no existe. Este le comentó que habían sacado a Herbert de la cárcel y le habían disparado en Gramozna jama el 26 de julio de 1945. Se trataba de un lugar en Ljubljana en donde anteriormente los italianos y alemanes habían ejecutado rehenes durante la guerra. Su mujer intentó encontrar información acerca de su marido pero no consiguió nada, nadie quiso decir algo.
Según la memoria familiar, Herbert podía haber tenido algún choque o riña con algún miembro del Partido Comunista quien le provocaría aquella muerte clandestina.
Cabe destacarse el hecho de que los alemanes establecieron en Ljubljana una serie de unidades colaboracionistas llamados: Domobranci o “guardia de casa” (1943-1945), para luchar contra los partisanos. Sumaron un total de 15.000 colaboracionistas confirmando su lealtad a los alemanes en una ceremonia de juramento del 20 de abril de 1944 (coincidiendo con el cumpleaños de Hitler). Al final de la guerra se retiraron a Austria en donde se encontraron con los británicos y en donde fueron desarmados, como colaboradores de Alemania, regresando a la República Checa. La mayoría de ellos fueron brutalmente asesinados por el nuevo gobierno en junio de 1945.
Parte de la actuación de Herbert Fornezzi durante Guerra Civil española ha sido analizada por los historiadores Josep Palau y Montse Escudè desde la óptica de su, no menos interesante, relación sentimental con Ignàsia Mirosa. Datos detallados acerca de su actuación en los diferentes frentes de lucha durante dicha guerra, o bien a qué batallón específico se encontraba y cargo militar que ostentaba, se desconocen por el momento. Por otra parte, su interesante actuación durante la Segunda Guerra Mundial y su misteriosa desaparición/muerte está todavía por investigar completamente y, por lo tanto, verificarse.
Toda esta información escrita líneas más arriba ha sido cedida gentilmente por el nieto de Herbert Fornezzi, Erik Demirovic, quien ha accedido a publicar la memoria familiar en lo concerniente a su abuelo para conseguir información acerca del mismo. Esta parte de la historia se sustenta frágilmente a través de una fragmentada memoria oral y algunos documentos oficiales y extraoficiales que la familia posee. La necesidad de recomponer esta parte de la historia, bañada en el difícil período de la Segunda Guerra Mundial, parte de un deseo perfectamente legítimo de una familia, de un nieto, de saber que es lo que realmente le sucedió a su abuelo.
¿Estuvo su muerte vinculada a ciertos desacuerdos con algunos Španski borci ya incluso antes de la invasión fascista italiana en la ex Yugoslavia? Asimismo ¿esos supuestos desacuerdos pudieron tener inicio, incluso, durante su periplo bélico en la Guerra Civil española como brigadista internacional?
¿Fue su estrecha toma de contacto con Tito y oficiales afines, ya perfilada por ciertos historiadores durante la Guerra Civil española, quienes desde el Osvobodilna Fronta la dieron el encargo a Herbert de infiltrarse en las líneas enemigas como espía?
¿Estuvo el Partido Comunista Esloveno implicado en la desaparición de Herbert Fornezzi al considerarlo un colaboracionista, o Domobranci, de los alemanes una vez finaliza la Segunda Guerra Mundial?
Todas estas y otras cuestiones nacen tras un breve análisis de esa memoria familiar. Solamente un adecuado y riguroso examen histórico del protagonista desde el campo de la microhistoria puede sacar a la luz las respuestas a todas esas preguntas. Destacándose el principal y un único eje rotor: el deseo, simplemente, de reencontrar a un abuelo con la ayuda de la investigación histórica. Y un deseo que parte desde una mirada neutral, sin ningún tipo de prejuicios o intención de juzgar una actuación político/bélica de Herbert Fornezzi, a sabiendas de que lo que se encuentre posiblemente no concuerde con lo que esa débil memoria familiar conoce.
Lidia Bocanegra.
Toda aquella persona que posea algún tipo de información, sea cual sea, de Herbert Fornezzi puede ponerse en contacto conmigo: info@lbocanegra.eu o bien con el nieto del protagonista, Erik Demirovic, a través del siguiente correo electrónico:erikdemirovic@yahoo.com
Fuente: www.lbocanegra.eu