Europa ha dado su conformidad a unirse a Washington en su guerra contra Rusia; una guerra que podría ser la guerra final para la humanidad.
El bajo nivel de respuesta de Rusia a las agresiones de Washington, pueden dar a Occidente la impresión equivocada de que Rusia es débil y temerosa y envalentonar aún más a Washington en sus deseos de guerra.
Parece ser que la mayor debilidad actual de Rusia es que el capitalismo ha llevado a gran cantidad de rusos a un nivel de vida confortable, hasta el punto de que una guerra les provoca el temor de perder su estándar de vida actual, el que les permite vivir como decadentes europeos occidentales.
Lo mismo sucedió hace siglos con los otrora feroces vándalos del norte de África, en el siglo VI, cuando fueron exterminados por una pequeña fuerza del Imperio Romano Oriental. Sucedió porque los vándalos habían perdido el valor y la ferocidad que les había permitido conquistar una rica porción del Imperio Romano.
Rusia tiene que salvar al mundo de la guerra, pero la prevención de esa guerra exige a Rusia que le deje claro a los europeos cuál sería el elevado coste de ese conflicto si llegara a producirse.
Frente a las sanciones económicas impuestas a Rusia, todas ellas esencialmente ilegales y belicosas, aplicadas gratuitamente a varios individuos y empresas rusas por parte de Washington y sus títeres de la UE y de Suiza, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha ordenado la aplicación de una serie de contramedidas.
Pero, según dice Putin, Rusia debe ofrecer una respuesta contenida: “Obviamente tenemos que hacerlo con cautela, con el fin de apoyar a los fabricantes nacionales, pero sin perjudicar con ello a los consumidores”
En otras palabras, Putin quiere imponer sanciones que en realidad no son sanciones, sino solo algo parecido.
Lo sorprendente de ver actuar a Rusia a la defensiva, es que es Rusia, y no Washington ni la Unión Europea, la que tiene en sus manos todas las cartas de la baraja.
Putin puede hundir la economía Europea y arrojar a toda Europa al caos político y económico con tan sólo cerrar el grifo del gas.
Putin no tendría que cortar el suministro de energía durante demasiado tiempo antes de que Europa se deshiciera de Washington y llegara a un acuerdo con Rusia.
Sin embargo, como más tiempo espere Putin, más tiempo tendrá Europa para prepararse contra la mejor arma de la que dispone Rusia para solucionar pacíficamente el conflicto que Washington ha orquestado.
Los movimientos agresivos de EEUU contra Rusia no se detendrán hasta que Putin se de cuenta de que él, y no Washington, tiene todas las cartas en sus mano, y empiece a jugarlas.
El mundo ya ha sufrido suficiente tiempo a Washington; sus mentiras constantes, sus guerras incesantes y su intimidación propia de un matón.
Putin haría bien en pasar unas horas leyendo a Belisario, el gran general a las órdenes del emperador Justiniano.
“Cuando trato con mis enemigos” decía Belisario, “Estoy más acostumbrado a dar que a recibir consejos; pero mientras lo hago, en una mano ofrezco la ruina absoluta y en la otra, la paz y la libertad”
Esa es precisamente la postura que Vladimir Putin debería tener en todo lo referente a Europa. En una mano sostiene la ruina de toda Europa. En la otra, tiene la paz y la libertad, focalizada en las relaciones entre Rusia y Europa.
Ahora solo tiene que dejárselo claro, y de una vez por todas, a esa panda de “líderes” europeos tan idiotas.
Si Putin no pisa fuerte y les deja claro a los europeos lo que está en juego, Washington se saldrá con la suya en su determinación de llevar al mundo a la guerra…una guerra que puede acabar con todo.
Paul Craig Roberts
Paul Craig Roberts fue secretario adjunto del Tesoro para Política Económica y editor asociado del Wall Street Journal. Además ha escrito artículos para las revistas Business Week, Scripps Howard News Service y Creators Syndicate.