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El Rey abdica para salvar a la Monarquía de la crisis institucional

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Mariano Rajoy anuncia esta mañana, en declaración institucional, un hecho inédito en la joven democracia de este país: el propósito del Rey Juan Carlos de abdicar y transmitir la jefatura del Estado a su hijo, el Príncipe de Asturias, de conformidad con lo previsto en el artículo 57, 1º y 2º de la Constitución. Fuentes consultadas por este diario, atribuyen al nuevo escenario político español dibujado tras las elecciones al Parlamento Europeo del pasado 25 de mayo la decisión de Don Juan Carlos que venía siendo barajada en la Zarzuela desde hace más de año y medio, como informóEl Confidencial el 22 de febrero del pasado año (El Rey baraja ya su abdicación).
Después del accidente del Rey en Botsuana hace poco más de dos años (Historia de cómo la Corona entra en barrena de 15 de abril de 2012), que motivó una inédita petición de perdón de Don Juan Carlos y con los avatares del proceso judicial penal que se sigue contra su yerno, Iñaki Urdangarin, imputado por varios delitos y en el que podría ser procesada por blanqueo de capitales y delito fiscal su hija menor, la infanta Doña Cristina, Don Felipe ha venido adquiriendo un protagonismo en el que se ha sostenido la Corona (La Operación Don Felipe, en marcha de 19 de abril de 2012). La misión del heredero ha consistido en suplir -hasta donde constitucionalmente ha sido posible- las ausencias del Rey motivadas por sus recurrentes problemas de salud de los que el Jefe del Estado ha aparecido más recuperado en los últimos meses.
No obstante, la situación del Rey, en términos políticos y sociales, y pese a su esfuerzo y al de su entorno, no ha remontado (Rescatar la Corona, de 24 de mayo de 2014) como lo demostrarían los sucesivos barómetros de Centro de Investigaciones Sociológicas. Desde 2011, la institución es suspendida por los ciudadanos. Entonces alcanzó una calificación del 4,89. La nota bajó en 2013 hasta el 3,68 y apenas repuntó (sólo a un 3,72) en 2014, pese a la mayor actividad institucional del Rey y a su gran exposición pública con motivo del fallecimiento del ex presidente Suárez el pasado 23 de marzo y sus viajes a Marruecos, Portugal y países árabes y su presencia en distintos eventos como la final de la Champions en Lisboa el pasado 24 de mayo. La Reina y el Príncipe de Asturias, sin embargo,acaparan mayor simpatía y popularidad que Don Juan Carlos
Las razones que el año pasado parecían aconsejar la abdicación del Rey, lejos de haberse diluido se han transformado en perentorias debido, por una parte, a la esterilidad de los esfuerzos de la Zarzuela por mejorar la visibilidad y popularidad del Jefe del Estado, y, por otra, a la fortísima crisis del sistema político y al deterioro social por el que atraviesa España, que se ha agudizado con los resultados de las elecciones europeas del pasado 25 de mayo.
La permanencia de Don Juan Carlos en la Jefatura del Estado ha venido sustentándose en el consenso del Partido Popular y del PSOE, pero los comicios europeos han dejado tocado el bipartidismo (la suma de ambos partidos no alcanzó el 49% de los votos) y sumido a los socialistas en una crisis que se ha cobrado ya la pieza del secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, que cederá su cargo el 20 de julio en un Congreso extraordinario del partido en el que se prevé que sean elegidos dirigentes de generaciones sin vinculación vital y afectiva a la transición y mucho más inclinados a las tradicionales tesis republicanas de la izquierda que conectarían especialmente con los segmentos más jóvenes. El 7 de abril del pasado año, en un macrosondeo de El País, el Rey perdía 32 puntos de aceptación respecto de otro anterior de las mismas características, debido alrechazo de los votantes del PSOE y de los jóvenes. Los menores de 34 años otorgaban al Jefe del Estado un nota muy negativa (-41), mientras que el mayor respaldo al monarca se registraba entre los mayores de 55 años.
Los pésimos resultados del PSOE (23%), muy próximos al desplome, y los muy malos del PP (sólo el 26% de los sufragios), con la emergencia de fuerzas políticas de claro signo republicano (IU, Podemos y, en menor medida, UPyD), proyectan un legislativo en la próxima legislatura que podría fragilizar aún más de lo que está la Corona y a su titular. A estas circunstancias se añade el muy posible procesamiento de la infanta Doña Cristina en el caso Nóos que podría ser confirmado por la Audiencia de Palma, lo que supondría sentar en el banquillo al yerno y la hija del Rey y al secretario de las infantas, Carlos García Revenga.
Este escenario de inmediato futuro hubiera alcanzado al monarca en una dinámica de progresiva debilidad -en este cuadro no hay que olvidar laapuesta independentista de Cataluña en donde Esquerra Republicana superó en la europeas a CiU convirtiéndose en la primera fuerza política de la comunidad- que comprometía a Don Juan Carlos pero también a la institución. De ahí que, como han apuntado intelectuales como Santos Juliá, “la transmisión en vida de la Corona puede ser el principio de una recuperación de confianza bajo su nuevo titular”. La abdicación se configura así como un movimiento institucional histórico para reforzar la Monarquía parlamentariae iniciar una nueva etapa política con la Jefatura del Estado en la persona de Don Felipe de Borbón, que el pasado 30 de enero cumplió 46 años.
La abdicación del Rey se produce, además, en el contexto en el que se desenvuelven monarquías parlamentarias europeas como la de Holanda y Bélgica. En Enero del pasado año, la reina Beatriz renunció en favor de su heredero el príncipe Guillermo (1967), lo mismo que en julio hizo el rey de los belgas, Alberto II que resignó su cargo en su primogénito Felipe (1960). Ambas monarquías, así como la británica, han superado en años anteriores fortísimas crisis que los nuevos titulares de la Corona han logrado eludir renovando la institución y evitando que prosperasen los pequeños pero activos grupos que cuestionaban la Monarquía. Lo mismo podría suceder en España con la abdicación de Don Juan Carlos, que ha culminado uno de los reinados más largos y fructíferos de nuestra historia y al que la democracia española le debe su padrinazgo e impulso.
José Antonio Zarzalejos

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