Este 14 de abril llega a escasas semanas de una movilización de proporciones multitudinarias contra la troika, el pasado 22 de marzo, en Madrid, y en la que ondearon muchas banderas de distinto tipo, pero sobresalía la bandera española tricolor.
Aunque aún pueda haber mucha gente que piense que por qué “sacar” el tema de la República ahora, con la que está cayendo, pero no mes menos cierto, que en los últimos años ha habido un salto cualitativo (y cuantitativo) en personas que han comprendido que la República es la alternativa a la actual situación de España.
Tal vez la diferencia entre ambas posturas está en que los primeros entienden que el asunto republicano se circunscribe a un elemento superestuctural, cambiar una forma de estado por otro, quitar a un Rey para poner a un Presidente de la República. Los segundos, aquellos que han dado un salto cualitativo, es porque han entendido que se trata de algo más allá que un cambio de superestructura.
1795, el revolucionario francés pre-marxista, François Nöel Graccus Babeuf escribe un artículo llamado Manifiesto de los Plebeyos en el que dice: “Se equivoca aquellos que creen que yo no me muevo más que con intención de hacer sustituir una constitución por otra. Tenemos más necesidad de instituciones que de constituciones. La constitución del 93 había merecido aplausos de todas las gentes honestas, porque preparaba el camino a las instituciones”
La Constitución de 1793 a la que alude es la republicana elaborada por los jacobinos de Robespierre; el republicanismo español (pasado y actual) tiene sus raices precisamente en ese jacobinismo que, frente al gobierno de los ricos, defendía el sufragio universal, pero defendía más, pues para que existiese una verdadera igualdad política, una democracia, se debía de garantizar una participación del pueblo, y ello, significaba garantizar (vía trabajo o vía ayuda) la subsistencia para todos los ciudadanos. Pues el que no tiene para comer, se preocupa de buscar qué comer como necesidad primaria, pero no de participar en la política, en la construcción de la sociedad. Por ello, el pensamiento jacobino tiene ese fuerte componente social, no se limitaba, en palabras de Babeuf, de cambiar la constitución sino las instituciones. Dicho de otra forma, no se trataba, no se trata, de cambiar un Rey por un Presidente, sino participar para que la sociedad sea protagonista en su propio futuro. La República, desde una perspectiva jacobina, es incompatible con negarle al pueblo a decidir, ya sea sobre quién debe de representarle (cuestión de la herencia monárquica) ya sea diciéndole que debe de obedecer a los “mercados”, y no cuestionarlos. Y este es el salto cualitativo que ha dado mucha gente en España, cuando han comprendido, o han empezado a comprender, que la República es el empoderamiento del pueblo.
Por Miguel Peña
Vídeo: Entrevista a Virgilio Peña
Fuente: www.larepublica.es