Ya es 14 de abril, día de la conmemoración de nuestra República, el régimen democrático que sustituyó en 1931 a la monarquía de Alfonso XIII.
Muchos son los actos, los documentales, las músicas diversas que avivan la memoria y despiertan los deseos por un cambio total de sistema y de régimen políticos. Observar el temblor en los labios y los ojos, húmedos, de los ancianos presentes en las celebraciones de estos días, al evocar emotivamente las libertades perdidas, nos inunda el alma e infunde en nosotros las necesarias fuerzas para conseguir lo que brutalmente nos fue arrebatado: Una política de derechos y libertades.
Celebramos con entusiasmo el octogésimo cuarto aniversario de aquel otro 14 de abril en que el general Sanjurjo, director de la Guarda Civil, se dirigió a casa de Miguel Maura y, cuadrándose ante él, pronunció las siguientes palabras: "A las órdenes de usted, señor ministro". Se hallaban presentes Niceto Alcalá-Zamora, Francisco Largo Caballero, Fernando de los Ríos, Santiago Casares Quiroga, y Álvaro de Albornoz. Este comité revolucionario, y en su nombre Alcalá-Zamora, debía garantizar la salida pacífica del rey y de su familia a solicitud del conde de Romanones. Esa misma noche Alfonso XIII abandonaba España. Debía salir "antes de que se ponga el sol". Las principales ciudades españolas habían manifestado su desafección por el régimen monárquico en las elecciones municipales del 12 de abril, dos días antes. Así comenzó la andadura el nuevo sistema democrático, la II República.
Fueron tiempos nada fáciles, el crack del 29 conmocionó al mundo entero en todos sus cimientos. La economía, la sociedad y la política fueron sacudidas brutalmente. Aquí germinaron los grandes horrores del fascismo y el nazismo.
Pero aquella II República, con sus vaivenes y sus tropiezos, fue un oasis en medio de tanta caspa y opresión al pueblo. Valientes fueron sus pasos en pro de la igualdad de la mujer; de la descentralización del Estado; en sus intentos por acabar con la gran desigualdad social y las infrahumanas y miserables condiciones en que una inmensidad de jornaleros se veía sometida por los amos de los grandes latifundios y que se procuró plasmar en la Ley de Reforma Agraria; en pro de hacer extensible la educación pública y gratuita a toda la ciudadanía con el convencimiento de que el saber y la cultura son el camino de la libertad, y en la consecución de un Estado laico y no sometido a los dogmas irracionales de una religión católica con pretensiones y logros de opresión del pueblo doblegado por el terror de la ignorancia.
La derecha ultra, oligarca y 'profundamente católica' no estaba dispuesta a consentir que el poder fuera devuelto a sus dueños, los ciudadanos, y así se forjó su brutal respuesta en el intento de golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y que, tras destrozar a buena parte de un pueblo que defendió a su legítimo régimen republicano en una cruenta guerra, se instaló en una larguísima y cruel dictadura nacional-católica bajo las férrea inhumanidad de Franco.
Y llegó la Transición... Ilusiones varias, esperanzas muchas tras las crudas represiones y asesinatos que la memoria histórica mantendrá vivos. Pero Franco lo dejó "atado y bien atado". Así heredamos a su heredero , 'legitimado' por ser el sucesor de "17 reyes de mi propia familia" .
Pasando incluso página -y es mucho pasar- sobre el intento fallido del 23F y sus presuntos implicados, incluidos personajes políticos, el régimen devenido en los pactos por la Constitución de 1978 recuerda demasiado al habido tras la Restauración borbónica con un encorsetamiento gubernamental bipartidista que derivó en graves casos de corrupción política y en un caos insoportable.
La Ley Electoral contemplada en la actual Constitución ha demostrado con creces la mutilación de la voluntad de buena parte de la ciudadanía española. Lo injusto de la misma lo venimos sufriendo demasiados años ya. Una barrera infranqueable para tantos anhelos distintos. Nunca desde la cercenada voluntad popular de la II República ha gobernado la izquierda.
Así se ha llegado a la actual situación de abuso de poder para demasiados jamás conocido y mucho menos deseado. Desde aquella fatídica noche de julio de 2011, en que PP y PSOE decidieron la total modificación del artículo 135 de la Constitución, el Título 1º de la misma parece haber quedado en simples deseos de demasiados y los derechos allí recogidos, supeditados a una deuda contraída por las entidades financieras -con el beneplácito de los dos partidos- y de la que los ciudadanos nada sabemos. Una deuda de un billón de euros, impagables en dos milenios. El artículo 2 del Título Preliminar, "La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado" a ojos de todos más bien parece una burla.
El Gobierno actual, del PP, llegó legalmente a las urnas por mayoría absoluta de votos a su favor. Sin embargo, la traición propiciada contra sus propios votantes al incumplir todas las promesas electorales y el retroceso a tiempos vetustos de hambre, miseria y aniquilación de los derechos humanos fundamentales y más básicos pueden dejar en suspenso su legitimidad. La España de Rajoy es en toda Europa la campeona en precariedad laboral, ocupa el segundo lugar de toda la UE en pobreza infantil, frente a las cínicas negativas del ministro Montoro. Solo Rumanía nos gana. También posee el oro en fracaso escolar y en desigualdad entre ricos y pobres. Y es dueña del bronce de toda la OCDE en bajada de salarios.
La voz del pueblo acallada por la popularmente conocida Ley mordaza del ministro Fernández. Las distintas Reformas judiciales del ministro Gallardón con la última de las puntillas, Ley Orgánica del Poder Judicial, en la que procura silenciar y domeñar la independencia de los jueces y que ha sido notablemente protestada por estos al considerar tal injerencia como un retroceso intolerable en los avances de cualquier país que se considere democrático y moderno. La coz propinada a todo lo público, Sanidad, Educación, Cultura, Dependencia, Pensiones... nos ha dejado una España de pena y miseria.
A lo que hay que sumar la corrupción en la España actual, en esta que dice gobernar el PP de Rajoy, y que es vista desde el exterior como una dictadura en el Tercer Mundo.
Por todo ello y porque la Jefatura del Estado hace aguas por todas partes, gracias, por supuesto, a méritos propios, la ciudadanía española -una inmensa mayoría de ella- clama por una tercera República. Por la recuperación de aquel régimen de libertades y respeto al ser humano. Porque tenemos el derecho a decidir mediante nuestro voto a quién queremos que nos gobierne, exigimos que se respete este nuestro sagrado derecho ciudadano por una III República.
María Dolores Amorós
Fuente: www.nuevatribuna.es