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Fallece Flor Cernuda, manantial de agua cristalina

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Conoció en Madrid al Comandante Carlos durante los primeros meses de la guerra y trabajó en el Socorro Rojo Internacional con Tina Modotti duramente el avance de los sublevados hacia la capital. Con estos padrinos intuimos cuál será desde entonces hasta el final la guía por la que se desarrolló el resto de su existencia.

Flor Cernuda
El italiano la llamaba la toledana, ya que había nacido en Villacañas, entonces aldea, hija del sastre del lugar. Milita en el SRI en Valencia, y en la JSU y pasa a ser miembro del ejecutivo de la organización solidaria al estallar la guerra, que es cuando arriba a la capital de la República ya con un currículo sobresaliente. 

En el Socorro Rojo se dedicó, sobre todo, a la labor cultural, preferentemente la cinematográfica.

Con el golpe de Casado, regresa a Villacañas y el 28 de marzo de 1939, es detenida, rapada, vejada y llevada a la cárcel del pueblo.

Un tribunal fascista la condena a 12 años de prisión, y pasa por las cárceles de Lillo, Ocaña, Durango, Orúe… y más vejaciones y tormentos. Desterrada a Portugalete, puede regresar a casa en 1943, pero la insoportable atmósfera persecutoria que se respira en el pueblo la llevan, otra vez, a aquel gris Madrid de la posguerra.

La vida no le fue fácil, evidentemente, porque fue militante el PCE también en la clandestinidad; por ello pasa por Gobernación en 1962 –el palacio de las torturas, como ella le llamaba a la actual sede del gobierno regional-, en 1977… Y comienza a escribir poesía y a trabajar en el Club de Amigos de la UNESCO, cuando se pudo abrir, para dar aliento cultural y de enseñanza a los más desprotegidos. Y más tarde, es cofundadora de la Asociación pro Derechos Humanos de España.

Se fue en silencio, en aquel que ella misma eligió hace catorce años en que dejó toda actividad. Toda no, porque siguió atendiéndonos y dando testimonio y sereno ejemplo.

Como escribiera en uno de sus versos:

Por la paz, mis cabellos castaños se volvieron plata,

y mis manos temblorosas

se unieron a las tuyas

en cadena de solidaridad

Gracias por haber sido nuestra compañera, nuestra camarada y nuestra amiga.

Javier Ruiz



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