Evasivas y contradicciones. Estas dos palabras resumen la comparecencia de anteayer de la Infanta Cristina en los juzgados de Palma. Doña Cristina aseguró que «sabía lo que hacía Iñaki [Urdangarin]», pero paradójicamente «no a qué se dedicaba Nóos». Algo extremadamente relevante desde el punto de vista procesal, toda vez que era miembro de la junta directiva del Instituto que se apropió de más de seis millones de euros públicos, suscribió las cuentas anuales, la constitución en 2003, la disolución en 2006 y todo tipo de documentos.
La imputada dijo desconocer que se habían cargado a la cuenta de Aizoon -sociedad familiar a la que se desviaron desde Nóos 1,2 millones de euros- los gastos que ella efectuaba con tarjeta de crédito o vía transferencia bancaria, pese a que parte de las reformas de su palacete se satisfizo desde esta empresa pantalla. Aseguró asimismo no haber asistido «a ninguna junta» de Aizoon, aunque el juez le pilló en un renuncio al mostrarle las actas con su firma.
La ingenua esposa
Entre carraspeo y carraspeo, con un hilo de voz tenue, tímido, en el que no hubo altibajos, Doña Cristina optó por presentarse como una ingenua esposa. Las pocas respuestas que ofreció al juez Castro, al fiscal o a sus abogados fueron telegráficas, aunque en algunas cayó en sonoras contradicciones. Una de las aseveraciones que más llamaron la atención fue la que realizó a propósito de la madre de todas las causas de este monumental escándalo: el Instituto «sin ánimo de lucro» Nóos.
«Sé lo que hacía mi marido, pero no a lo que se dedicaba Nóos», apuntó la hija del Rey en una elocuente paradoja, toda vez que desde el minuto uno (2003) ella figuró en calidad de vocal como miembro de la junta directiva del Instituto que sirvió para saquear administraciones públicas y empresas privadas.
La Infanta aparecía en la carta de presentación que, a modo de bookde un artista, Urdangarin y Diego Torres empleaban para lograr contratos. En ella, se dejaba bien claro, junto a una foto de la protagonista de la declaración del sábado en los juzgados de Palma, que «Su Alteza Real Doña Cristina de Borbón es miembro de la junta directiva del Instituto Nóos».
Choca su tesis porque, además de la séptima persona en la línea de sucesión a la Corona, en la junta directiva del Instituto Nóos hacía las veces de «tesorero» Carlos García-Revenga, el secretario en Zarzuela tanto de Doña Elena como de Doña Cristina. García-Revenga se presentaba en el book de Nóos como «miembro de la Casa del Rey».
Claro que en descargo de la imputada hay que resaltar que anteayer disfrutó del derecho a no decir la verdad, cosa que no podría haber hecho de comparecer en calidad de testigo, so pena de haber incurrido en un delito de falso testimonio.
'Nunca visité la sede de Nóos'
Doña Cristina, a la que sus abogados tuvieron que suministrar caramelos para paliar su recurrente carraspeo, aseguró durante ese pasaje de la comparecencia que «nunca ha visitado la sede de Nóos». «Bueno», matizó, «fui una vez a recoger a Iñaki». Lo que no explicó es cómo a pesar de ser directiva de Nóos, firmar las cuentas anuales, la constitución y la disolución de la entidad, jamás pisó su cuartel general.
Sí reconoció que aceptó entrar en la junta directiva de Nóos -que se lucró de empresas privadas y administraciones en más de 20 millones- tras consultar a García-Revenga y a José Manuel Romero, abogado personal del Rey. Esta afirmación entraña una nueva contradicción. ¿Por qué? Pues porque, acto seguido, subrayó que«jamás» ha hablado «de Nóos» con su secretario y antiguo profesor en el colegio Santa María del Camino.
La historia de Aizoon fue, como era de esperar, el epicentro de sus más de seis horas de testimonio. Más que nada porque fue allí dondepresuntamente cometió el delito fiscal y el del blanqueo de capitales que le atribuye el titular del Juzgado de Instrucción 3 de Palma, José Castro.
En este apartado fue donde sus evasivas se hicieron más patentes. Sus «no sé», «no recuerdo», «no me acuerdo», «ni idea» y «no me consta» fueron el leit motiv, entre otras cosas, porque su abogado Jesús María Silva es más consciente que nadie que es donde su defensa es menos consistente. Conclusión: no meterse en mayores consideraciones para no cometer un error letal. De ahí que en más de una ocasión el propio Silva interrumpiera a su cliente aconsejándole que no contestara a determinadas preguntas, a lo que el juez le aclaró que debía ser Cristina de Borbón quien tomara esa decisión.
'Me lo pidió Iñaki'
«Me hice socia de Aizoon porque me lo pidió Iñaki, confiaba en él», manifestó a sabiendas de que lo mejor que podía hacer es trasladar toda la responsabilidad a un Urdangarin al que en Zarzuela se da por civilmente finiquitado y penalmente condenado. Tambiénresaltó que jamás acompañó a su esposo a vender los proyectos de Nóos.
Y eso que su primer negocio lo hicieron en Alcalá de Henares tras aceptar posar junto al entonces alcalde complutense, Manuel Peinado, en la Cabalgata de Reyes de 2003. Tras aquella foto se llevaron varios contratos públicos valorados en cerca de 40.000 euros por estudios etéreos sobre el patrocinio y el mecenazgo. El alcalde Bartolomé González cortó con el despilfarro al poco de regresar al poder en mayo de 2003.
La Infanta aprovechó el primer receso para acudir al cuarto de baño que se reservó en exclusiva para ella y que estuvo guarecido en todo momento por un escolta personal. Tanto el juez como el fiscal y los abogados personados emplearon otro.
Una vez cumplidos los 10 minutos de descanso, la hija pequeña del jefe del Estado se dedicó a desmentir a los antiguos empleados del palacete de Pedralbes, que declararon que su jefa les pagaba en negro. «No», respondió escuetamente cuando el juez le inquirió sobre este particular.
El desconocimiento fue, por enésima vez, el argumento empleado cuando se le cuestionó por qué el personal de servicio era dado de alta como administrativos en Aizoon.
'Me lo miran todo con lupa por ser quien soy'
En el apartado fiscal, que le puede acarrear hasta cinco años de prisión, fue igualmente elusiva. Negó contundentemente haber desempeñado el rol de «escudo fiscal» en el entramado Nóos-Aizoon.«Nunca he recibido trato de favor de la Hacienda Pública», añadió, no sin antes enfatizar que su condición de «hija del Rey» ha provocado un mayor control de la Agencia Tributaria. «Me lo miran todo con lupa y con mayor atención precisamente por ser quien soy».
Éste fue uno de los pasajes en los que se hizo más evidente el nerviosismo de Jesús María Silva, el estratega de su defensa, que no paró de mover las manos compulsivamente durante buena parte de las seis horas. «En algún momento le temblaban», relató a EL MUNDO un abogado presente en la sala.
Respecto a los 1,2 millones de euros que el Rey les dio para comprar el palacete de Pedralbes, puntualizó que «no fue una donación», como se recoge en varios documentos, «sino un préstamo».
«Hemos devuelto 150.000», matizó sin aportar pruebas de esos abonos. La diferencia entre un crédito y una donación es que el primero tiene un coste fiscal cero y la segunda hubiera supuesto una factura tributaria de más de 300.000 euros.
El blanqueo salió obviamente a colación. La Infanta se gastó buena parte de los 1,2 millones de euros públicos desviados de Nóos a Aizoon. Admitió que ella efectuó las compras que le imputan, pero aseguró que no conocía dónde se cargaban, ni los realizados con tarjeta de crédito ni los satisfechos vía cuenta corriente, y menos aún que esa cuenta fuera de su empresa familiar.