Estos días los medios de comunicación reproducen y trasladan a la opinión pública el mensaje que el Jefe del Estado lanza a toda la Nación. Se glosan los que a su juicio han sido los contenidos y los momentos de mayor compromiso con la realidad.
Como siempre, se trata de un compendio de generalidades, lugares comunes, llamadas al esfuerzo de todos y la apuesta por el futuro mejor que con las medidas actuales de política económica será posible.
La Casa Real y, en última instancia el Gobierno, siguen, como es habitual, emitiendo un mensaje que parece elaborado para un país de pueriles ciudadanos que están encantados y esperanzados en que el mensaje real sirva realmente para algo. A mí personalmente se me haría muy cuesta arriba dirigirme a la ciudadanía y recitar un texto que por su falta de compromiso con la realidad, roza el insulto a la inteligencia y a la situación económica y social de millones de ciudadanos y ciudadanas.
El divorcio entre el discurso político del Rey, el del presidente de Gobierno o el de cualquier miembro del mismo, no tiene absolutamente nada que ver con las medidas que diariamente se toman: boberías carentes de una mínima enjundia lingüística o intelectual para explicar o exculpar auténticos atentados contra la Constitución, los DDHH, la Carta Europea y la más elemental justicia distributiva.
Y no sé si el ciudadano que habita la Zarzuela es consciente de su responsabilidad como figura visible máxima del Estado y de la Constitución que lo define y compromete. Debiera dar señales, verbales primero y prácticas después, de que está puesto ahí para hacer algo más que de Don Tancredo. No vale la excusa de que su rol constitucional no es ese; primero porque no es así y en segundo porque ya es habitual en las noticias encontrarse con rastros evidentes del borboneo del augusto señor. Debiera pensar en el número de televisores apagados por el nuevo atraco de las eléctricas.
Fuente: eleconomista
Via: Insurgente.org