Son preguntas que, como casi todas, tienen una respuesta sencilla o extremadamente compleja dependiendo del enfoque desde el que se aborden. Cuando hablamos de la intoxicación y manipulación informativas del franquismo no nos referimos a un hecho cerrado, a algo del pasado; nos referimos a un proceso que se mantiene activo y, en nuestros días, con especial virulencia. Es en este contexto en el que procede enmarcar, en mi opinión, diversas campañas y corrientes de opinión acerca de lo que "deben" hacer los súbditos de nuestra vergonzante monarquía.
"Si no vale para nada, no votes". No se le puede negar que tiene su lógica. En este régimen no se vota a quien ostente el poder sino a sus intermediarios, ya que el poder fáctico real ni es democrático ni se preocupa por parecerlo. Si soy antisistema, si no me gusta este perro, no me voy a entretener en votar para elegirle un collar. Repito que tiene su lógica y que puede ser el resultado de una elección responsable y coherente, pero ¿qué escenario estaríamos diseñando? Sería renunciar a la mínima posibilidad de expresión democrática que se nos concede graciosamente. Puede que votar, sólo votar, en este régimen y con este sistema electoral no permita grandes cambios pero, al menos, nos permite expresarnos. No creo que la opción pase por renunciar a la expresión democrática por mínima y desvirtuada que se nos presente, a no ser que busquemos un modelo de sociedad definitivamente resignada y dócil al caudillo de turno.
"Vota a otros". Ésta es buena. "No me votes por mi proyecto, no me votes por mi credibilidad, no me votes por mi ejemplo, vótame porque ahora me toca a mí". Es una de las faltas de respeto menos sutiles que podemos encontrar en nuestro desolador panorama político. Ni se plantea un cambio del pastel, sólo pide aumentar su propio trozo del pastel porque los otros ya han comido bastante. Expresa elocuentemente la condición de mercadeo político que caracteriza a esta caricatura de democracia que algunas/os (cada vez más) llamamos por su nombre, franquismo v2.0.
"Si votas a los pequeños, favoreces a los grandes". ¡Ole tus gónadas, lumbrera! Entonces está clarísimo que para favorecer a los pequeños hay que votar a los grandes. Sin comentarios.
Una variante del anterior, "si votas en blanco favoreces a los grandes y perjudicas a los pequeños" (se comenta también que por cada voto en blanco muere un adorable cachorrito). Suelo repetir la misma pregunta cuando me encuentro con algún defensor de esta tesis, ¿qué simulador de Ley D´Hondt has utilizado y qué variables has manejado para llegar a esa conclusión? La respuesta suele ser ¿ein, lo cualo? Los simuladores de Ley D´Hondt son fácilmente accesibles en Internet desde nuestro buscador favorito y nos permiten ver de primera mano las consecuencias y repartos de diferentes resultados electorales. Que un partido necesite un máximo de un 5% del voto válido para obtener representación significa que por cada 20 votos en blanco se le exige un voto más. Fijarse en la mínima repercusión que la expresión de una opción política tiene sobre otra con la que no nos identificamos me parece cuando menos un pelín retorcido. Llamadme raro, pero lo normal a mí me parecería analizar quién vota qué y no analizar la repercusión de su voto sobre la constante expansión del cosmos en busca de su máximo equilibrio.
"Vota útil para frenar a la derecha". Para empezar habría que definir el concepto de utilidad, porque llevamos 35 años con la misma cantinela para acabar siendo gobernados por los mismos. Los intermediarios pueden ser más o menos "cool", más o menos "fashion", más o menos "guays"; pero la que manda es la misma oligarquía casposa que lo lleva haciendo casi 80 años (que ya está bien) en su propio beneficio.
Hay más, pero tampoco voy a abusar de vuestra paciencia (si seguís ahí, claro). Si hay una opción fácil suele ser mi preferida. Mi opción fácil pasa por reconocer la importancia de las matemáticas para el funcionamiento del ordenador que tenemos delante, para diseñar edificios y poner satélites en órbita; pero en esto de votar le concedo más relevancia a la ética y la responsabilidad que a las matemáticas. Como republicano lo tengo claro, cuando voto no negocio ni calculo, evalúo proyectos, credibilidades y ejemplos; hago uso de mi condición de ciudadano responsablemente asumida y dejo los regateos para los mercados árabes (todo un arte, por cierto).
¿Votar? Claro. La opción sería ni siquiera poder hacerlo.
¿Qué votar? Tan sencillo como lo que nos dicte la conciencia. Hay que informarse, porque las campañas electorales bien entendidas duran toda la vida. Una vez informadas/os, con una idea clara de lo que queremos, buscamos la opción que más se parezca y que sea defendida por personas honestas y creíbles. Se acabó, no hay más cálculos que hacer, no es tan difícil. Y, si no encontramos la opción con la que identificarnos o las personas que la defienden han demostrado no ser honestas y/o creíbles, pues votamos en blanco con la mayor de las tranquilidades (lo del cachorrito no está demostrado).
"De golpe se acercan unas elecciones y no sabes a quién votar. Sé lo que no quiero votar, pero lo que quiero votar no lo veo. Eso produce una impotencia enorme y los políticos deberían darse por aludidos". Pedro Almodóvar.
Sólo expresando claramente lo que en conciencia queremos o no votar conseguiremos que los políticos se den por aludidos, se den cuenta de que ya no nos creemos la pantomima que nos presentan como un sistema democrático.
Salud y República.
Ciudadano y militante de Alternativa Republicana de Málaga