Desde mi más tierna infancia siempre había oído hablar de “las dos Españas”, cosa que a esa edad no entendía y que hacía preguntarme en cual de las dos viviríamos mi familia y yo. En las conversaciones de mis adultos se hablaba de la España de los vencedores y de los vencidos, la de los represores y de los reprimidos, así como la España de la supuesta legalidad y la de la clandestinidad. Pero por suerte tras la muerte del dictador dejamos de oír hablar sobre esa supuesta dualidad de nuestro país. Parecía que con la democracia y la legalización de todos los partidos se ponía un punto final a los oscuros años de dictadura y a la separación de los españoles en dos bloques totalmente antagónicos. ¿Pero... realmente fue así?
Durante muchos años, los viejos represores del antiguo régimen y sus hijos aparentaron acatar el nuevo orden democrático, siendo una minoría la que no parecía aceptar la legalidad de un sistema largamente esperado por los verdaderos demócratas, esos que habían defendido la república con su sangre, así como sus descendientes.
En los primeros años de la democracia existía una derecha, aparentemente democrática en su mayoría, comprometida con el nuevo proyecto y con un discurso conciliador. Una derecha discreta pero poderosa, ya que englobaba a terratenientes, empresarios y banqueros del antiguo régimen, la misma derecha que de la mano de sus descendientes continúa controlando buena parte de nuestra economía, pero que a día de hoy ha dejado de ser tan discreta y cuyo discurso se ha tornado algo más radical.
Con la actual crisis se han acentuado de nuevo las diferencias ideológicas y económicas de las gentes de nuestro país, ampliándose la brecha existente entre unos y otros, cosa que también está ocurriendo en todos los países periféricos de la Unión Europea que padecen en sus carnes la actual situación y las restrictivas imposiciones de los grandes organismos económicos. Recomendaciones e imposiciones de estos macro organismos que como siempre son acatadas sin problemas por los ricos y poderosos, dado que en poco les perjudica y son muchos los beneficios o obtener con las políticas de recortes sociales, en derechos y salarios.
Ante la polarización de nuestra sociedad, en dos formas de pensar bien diferenciadas, ha quedado en evidencia que las dos Españas, antes mencionadas, a día de hoy son una realidad y no un recuerdo de otra época o un bulo generado por una izquierda radical, capaz de ver lo que no hay o de inventarse algo a fin de desestabilizar el país.
En este contexto, de las dos Españas, al Partido Popular lo podríamos considerar poco menos que el brazo ejecutor de esa rancia y poderosa oligarquía, que desde tiempos inmemoriales han conseguido imponer su voluntad ante los tres poderes del estado (legislativo, ejecutivo y judicial), así como tener controlados una parte de los medios de comunicación.
Concluyendo, a pesar del largo trecho recorrido desde aquel maravilloso 20 de noviembre del año 1975, en el que por fin comenzamos a dejar atrás los oscuros años de la dictadura, nuestro país sigue dividido en dos formas muy diferentes de entender lo que debería ser la democracia y la justicia: la España obrera, la de los pobres, la largamente explotada, la que acepta el multiculturalismo, la que por fin parece haber aprendido a movilizarse contra las injusticias y que aboga por una democracia más participativa; y por otro lado nos encontramos con la España de los ricos, de los poderosos, de los terratenientes, la neoliberal, la de las SICAVs y la de los grandes patriotas, tan dados a enarbolar la bandera roja y gualda, pero que no tienen reparo en llevar su dinero al extranjero, con tal de tributar menos.
MSNoferini