Las pasadas elecciones generales han tenido muchas consecuencias y algunas de ellas claramente positivas. Pero también han comportado dos elementos muy negativos, especialmente si tenemos en cuenta "la que ha caído" en los últimos años: el PP sigue siendo el partido más votado en España y el PSOE sigue siendo el partido más votado en el seno de la izquierda. En términos de voto, el balance izquierda/derecha está, como todo el mundo sabe, en empate técnico... con todo lo que ha caído, insisto.
Si extendemos nuestra mirada al resto de Europa, el panorama, desgraciadamente, no es más halagüeño. Sin posibilidad de extenderme sobre ello, creo que examinar la situación de Grecia (en la que habíamos depositado tantas esperanzas), la del Norte y Centro de Europa, pasando por la de Francia o Italia, no supone sino sumar preocupación a preocupación.
Dicho en otras palabras: aquellos que pretendemos hacer frente al modelo neoliberal capitalista y avanzar hacia otro modelo de sociedad - lo cual va mucho más allá de encontrar un hueco electoral digno - estamos perdiendo la batalla. Por eso, una reflexión seria y global a este respecto parece inaplazable.
Sin necesidad de esperar a la culminación de este debate pero sí como un hito importante en este debate, hay algo que, en mi opinión, IU debe abordar de forma inmediata: su propia refundación
No es ninguna propuesta extraordinaria: es un acuerdo de la penúltima Asamblea Federal de IU que nunca se ejecutó por la sencilla razón de que nos tembló el pulso (como tantas veces) a la hora de aplicarla.
Refundar un partido no es un salto en el vacío, no es poner fin a algo sin más para crear otra cosa cualquiera: es utilizar una herramienta formal (el encadenamiento del final de un trayecto con la aparición de un nuevo sujeto político) con un objetivo político predeterminado.
Si propongo la refundación de IU no es para contar con una nueva fuerza política cuya única diferencia respecto a la actual organización sea una mejora en el funcionamiento, una modernización o, mucho menos, un cambio de imagen o fachada. En sentido contrario, y aún con mayor énfasis, tampoco es para dar a luz a una nueva fuerza que se sitúe en otro espacio político o que reniegue de los valores y grandes objetivos estratégicos que han caracterizado desde siempre a Izquierda Unida.
¿Cuál es, pues, el objetivo político de la refundación? Pues algo muy fácil de explicar: constituir una nuevo sujeto político que sea lo que IU siempre dijo querer ser sin llegar jamás a conseguirlo de manera satisfactoria.
Izquierda Unida nació en 1986 como un espacio de convergencia entre diversas culturas y organizaciones de la izquierda en torno a un programa común, una fuerza que se autodefiía como un movimiento político y social y que aspiraba a un funcionamiento abierto al entorno social a través de la elaboración colectiva. ¿No os suena terriblemente parecido a los objetivos que nos seguimos planteando - ¡29 años después! - cuando hablamos de convergencia política y social o de unidad popular? Y si esto es así, ¿no es también la mejor demostración de que jamás hemos llegado a conseguir lo que desde un principio nos habíamos planteado?
Explicar con detalle por qué IU ha sido y es un magnífico proyecto sólo muy parcialmente culminado, daría para escribir un libro. Así que me limitaré a apuntar dos elementos:
1) IU nace jurídicamente como una coalición electoral muy asimétrica en cuanto al peso de sus integrantes y que intenta conjurar las tensiones internas sobre la base del consenso, palabra clave de aquella primera etapa. La intención es buena pero, inevitablemente, la dinámica de negociaciones por arriba entre las partes para favorecer este consenso lastran inevitablemente un funcionamiento fresco, abierto y que vaya de abajo a arriba.
2) A partir de su III Asamblea, IU da un paso de gigante para resolver este problema: constituirse en un partido plural, diverso, que admite corrientes y partidos en su interior, pero que funciona de manera asamblearia sobre el principio de una persona/un voto.
El cambio es claramente positivo pero resulta insuficiente para conjurar una dinámica negativa que se va consolidando con el paso del tiempo: el nuevo partido asambleario va asumiendo inexorablemente los vicios de un partido convencional. El impulso de abajo arriba se va diluyendo en escalones intermedios y aparece lo que aparece tendencialmente en cualquier organización si no se dota de herramientas potentes para evitarlo: cúpulas dirigentes, baronías territoriales y negociación por arriba entre grupos organizados; la elaboración colectiva cede el paso en la práctica a métodos tradicionales en la elaboración de los programas y el programa como eje vertebrador de la organización y de la acción política pierde peso frente a las actitudes doctrinarias.
A partir de ahí, planteo la refundación como la manera más fácil, más creíble y más eficaz de contar a corto plazo con una fuerza política que reuna las siguientes características:
a) Tener como objetivo estratégico el mismo que IU ha tenido desde su fundación: la construcción de una sociedad socialista donde la economía esté al servicio del interés y el bienestar general; una sociedad democrática, igualitaria, fraterna, pacífica y en armonía con el medio natural
b) Ser un receptáculo cómodo y plural para las diversas culturas y organizaciones de la izquierda que se identifican con este objetivo pero romper radicalmente con la dinámica de negociaciones entre partes para la toma de decisiones en base a lo que se expresa más adelante (apartado e)
c) Ser una organización abierta a la sociedad especialmente en lo que se refiere a la elaboración colectiva del programa.
d) Articular la acción política e institucional y fundar la cohesión interna en torno al programa, vínculo máximo y compromiso máximo con la sociedad
e) Desarrollar un funcionamiento radical de democracia directa, donde los órganos estables sean básicamente de coordinación y donde cada adheridx pueda participar directamente en las decisiones políticamente más relevantes. Referéndums y consultas a todos los niveles no han de ser una excepción: han de ser una herramienta habitual de funcionamiento
f) Dar la máxima importancia a la acción política extrainstitucional, pegada al terreno y a la incidencia en el conflicto y los movimientos sociales
g) Consecuentemente con lo anterior, constituir una organización fuerte donde cada miembro aporte en la medida de sus posibilidades y, paralelamente, sienta que cuenta, como individuo, en las decisiones colectivas
h) Aplicar correctamente el principio federal como articulación de soberanías, definiendo claramente los ámbitos de soberanía compartida y actuando en consecuencia.
Hacer realidad estos ocho puntos es, lógicamente, el objetivo esencial de mi propuesta. La refundación es, sencillamente, el método más fácil, más contundente, más rentable más y creible para hacerlos realidad
Eberhard Grosske