La administración de Obama ha seguido en contacto con representantes del Gobierno sirio a lo largo de varios años con la intención de derrocar a Bashar al Assad.
La idea de apartar del poder a la familia Assad está arraigada en la mentalidad de los líderes de Washington. Durante años buscaban las brechas en el Gobierno sirio para incentivar un golpe de Estado, no obstante sin resultados. 'The Wall Street Journal' publica un artículo a base de entrevistas con más de 20 personas, incluyendo actuales y anteriores diplomáticos y políticos estadounidenses.
Las fuentes revelaron al periódico que los contactos con diferentes representantes del Gobierno sirio se desarrollaban acerca de cuestiones específicas. A veces los oficiales se comunicaban directamente o a través de los aliados del presidente Assad. Según el autor, Nour Malas, Bashar al Assad trató en varias ocasiones convencer al Gobierno de EE.UU. de la necesidad de unir fuerzas para combatir al terrorismo.
En el año 2011 el Gobierno sirio empezó a aplicar mano dura contra la oposición y los manifestantes, así que la inteligencia estadounidense comenzó a identificar en el Ejército sirio a oficiales de la minoría alauita, una rama del islam chiita a la que pertenece la familia Assad, capaces de encabezar un golpe de Estado. Sin embargo, la elite demostró cohesión, lealtad y los planes fallaron.
Para el verano del 2012 EE.UU. decidió apostar por los rebeldes y su principal preocupación fue el posible uso de las armas químicas por parte del Gobierno sirio.
Además, Seymour Hersh, ganador del prestigioso premio Pulitzer, en un estudio publicado en la revista 'London Review of Books' reveló que el Estado Mayor Conjunto de EE.UU. (JCS, por sus siglas en inglés) ha subvertido deliberadamente la política de Washington hacia Siria, saboteando los esfuerzos estadounidenses al ayudar a los rebeldes sirios e incluso enviando inteligencia sobre los extremistas islámicos en Siria e Irak al presidente sirio Bashar al Assad.