Qué casualidad. En cuatro años de legislatura infame contra las clases medias y populares, ningún indignado, desahuciado, preferentista, dependiente o, en general, damnificado por este Gobiero ha podido acercarse ni siquiera a un metro de distancia a un ministro para increparlo, insultarlo y, menos aún, agredirlo. Y resulta que, después de salir abatido y noqueado del cara a cara televisivo con el candidato presidencial del PSOE, Pedro Sánchez, el candidato presidencial del PP, Mariano Rajoy, ha sido agredido por un menor de edad en pleno paseo electoral, que es cuando precisamente el servicio de seguridad tiene que extremar la precaución.
Qué casualidad. Cuando en todos los medios de comunicación seguían coleando los análisis y los comentarios acerca del cara a cara entre Sánchez y Rajoy, la mayoría de ellos a favor del primero, tiene lugar una agresión impensable en casi cuarenta años de recuperada democracia. Y en lugar de retener, atender y trasladar al presidente del Gobierno a un hospital para su inspección médica, se decide continuar el paseo electoral con amplia sonrisa de la ministra de Fomento, Ana Pastor. ¿Nos imaginamos esto en EE.UU o en la Europa más avanzada? Quizá como Pastor es médico, valoró los daños in situ pero, si fue así, a tenor del efusivo moratón posterior en la cara del Presidente, yo no me hubiera dejado aconsejar por alguien que lleva más de quince años sin ejercer la medicina.
Qué casualidad. Cuando las últimas encuestas dan un empate técnico entre PP, PSOE y Ciudadanos, y cuando el presidente Rajoy apelaba a un pacto de legislatura con ese último partido, ocurre una agresión que, inevitablemente, transmite una ola de simpatía entre los suyos hacia el presidente del Gobierno y un mensaje de prevención contra, precisamente, aquéllos de quienes puede venir el cambio político: los jóvenes urbanos, que son, encuesta tras encuesta, quienes van a votar abrumadoramente a los partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos. Aunque el mensaje de prevención no va dirigido sólo hacia ellos sino también hacia el PSOE, a cuyo candidato acusa la derecha de agraviar públicamente al Presidente Rajoy, olvidándose, claro está, de los insultos que éste propinó cuando era líder de la oposición al Presidente Zapatero durante sus ocho años de mandato. La derecha política y mediática dirá ahora eso de “aquellos polvos trajeron estos lodos”, culpando sin duda a Pedro Sánchez de incitar al odio a Rajoy. Es muy probable que estos tres partidos (PSOE, Podemos y Ciudadanos) pierdan algunos votos por esta agresión al presidente del Gobierno entre quienes se dejan seducir fácilmente por las imágenes impactantes y los grandes titulares.
Qué casualidad. Cuando sólo PP y Podemos parecen remontar en la recta final de la campaña electoral, y después de mostrar Rajoy especial deferencia por el líder de Podemos, Pablo Iglesias, en la celebración institucional del Día de la Constitución, éste ha sido el único líder político al que Rajoy ha respondido vía teléfono, agradeciendo su preocupación y condena por la agresión recibida (al menos hasta la hora en que escribo este artículo). Al agresor se le fue la pinza pero hay pinzas que, a lo mejor, ya está el PP pensando en reeditar, emulando aquello que los medios dieron en llamar así cuando el líder del PP y de la entonces oposición, José María Aznar, se entendía bien con el líder de la tercera fuerza política, Julio Anguita, entonces coordinador general de IU, y ambos pactaban actuaciones parlamentarias para acorralar a Felipe González por los insoportables casos de corrupción política que ensuciaron sus últimos años de gobierno. No creo que a Pablo Iglesias se le vaya también la pinza y se rinda al repentino encantamiento de Rajoy hacia él, que no oculta otra cosa que el clásico abrazo del oso, como bien sabe Anguita y creo que también Iglesias. Al menos, consideramos al líder de Podemos lo suficientemente inteligente, listo y con buena memoria para no repetir el mismo error, ya que al PP no le interesa una oposición fuerte y moderada que le pueda restar votos en su caladero principal sino una oposición fuerte pero radicalizada en otro caladero distinto de votos que le permita, así, seguir gobernando cómodamente.
Qué casualidad. Después de la agresión, en el mitin electoral del PP en A Coruña, ninguno de los intervinientes sobre el escenario se ha referido al incidente. Ni falta que hacía. La huella del puñetazo en el rostro de Rajoy era sobrado testimonio del asunto, moratón que no se ha pretendido ni mitigar con asistencia médica ni disimular con maquillaje profesional.
Demasiadas casualidades para un solo golpe en la tierra de las meigas. Hay quien dice que las casualidades no existen… y hay quien dice que las meigas tampoco.
FRANCÍ XAVIER MUÑOZ
Diplomado en Humanidades y en Gestión Empresarial