¡BASTA YA, NI UNA MENOS! Ese debe ser nuestro grito de cada día contra los asesinatos de mujeres, hasta que la cifra sea cero, hasta que se nos respete nuestro derecho a una vida libre sin violencia, como personas que somos también y que lo merecemos.
El alto coste somos las víctimas, porque violencia de género somos todos y todas, este es un problema de mujeres y de hombres, de cualquier clase social, cultura, ideología o, religión… Y a cualquiera nos puede tocar, porque un día, una de esas mujeres puede ser tu hermana, tu amiga, tu vecina, tu madre, tu compañera de trabajo… y entonces, ese día será demasiado tarde para lamentarse y buscar soluciones.
Cada día, en los telediarios, vemos como la cifra de maltrato y asesinatos suma y sigue…, siendo la segunda causa de muerte en España. Son cifras que reflejan la consecuencia de una raíz más profunda. Si en la misma televisión nos dijeran que esas agresiones y muertes las han sufrido banqueros, por poner un ejemplo, nos impactaría, incluso nos movilizaríamos y no dejaríamos de investigar la causa de esa extraña conspiración… Sin embargo, al tratarse de violencia de género no ocurre esto, ya casi ni nos espantamos, esa cantidad de prejuicios y estereotipos nos hacen verlo como algo normalizado en lugar de escandalizarnos.
O … ¿qué pasaría si de pronto en el país muriesen 56 personas de alguna extraña epidemia? De manera casi inmediata se desplegarían toda una serie de dispositivos de investigación para erradicar la causa y el posible contagio. Bueno, pues yo creo que en este caso está totalmente clara cuál es la causa, e incluso el antídoto… entonces… ¿por qué no se empieza a aplicar ya para vacunarnos contra esta epidemia?
Este agente letal se llama FEMINICIDIO. Un término que quizás muchos desconocen, o a otros les sonará lejano, y lo cierto es que la gran mayoría de la opinión pública no lo relaciona con los casos de violencia contra las mujeres que a diario suceden en nuestro país. Sin embargo, es necesario recordar que el feminicidio está presente en todas las regiones del mundo y que es la expresión más extrema de la violencia contra las mujeres.
Las cifras así lo demuestran, según la ONU, 7 de cada 10 mujeres en el mundo sufrirán violencia física o sexual en algún momento de su vida. Sin embargo las políticas implementadas por los estados para hacer frente a esta pandemia distan mucho ser suficientes ante la magnitud del problema. Aun cuando la violencia de género es la principal causa de muerte entre las mujeres de entre 15 y 44 años en todo el mundo, por delante de la suma de las muertes provocadas por el cáncer, la malaria, los accidentes de tráfico y las guerras.
Los femicidios son crímenes por convicción, igual que lo es el terrorismo. Nos matan por el hecho ser mujeres. Y esto es lo que llamamos violencia de género, que podríamos decir que es un TERRORISMO DE GÉNERO.
LAS MUJERES NO MUEREN, LAS MATAN. Y QUIEN
ASESINA NO ES EXTRANJERO O NACIONAL,
SINO HOMBRE. Y QUIEN MUERE, MUJER.
Ser mujer, a día de hoy, es un oficio de alto riesgo. Vivimos en una sociedad patriarcal donde esa violencia tiene su origen en la socialización de género que todos y todas hemos recibido y que aún a día de hoy se sigue transmitiendo. El asesino usa la violencia legitimado por el poder que ha adquirido en su rol de hombre, y con la intención de que la mujer se mantenga en la sumisión y parámetro que le corresponden por el hecho de nacer mujer.
El hombre es como un tirano que se cree con legitimidad para someter a la mujer. Y esa superioridad le viene conferida por la sociedad, que hace décadas de forma explícita y en la actualidad más tácitamente le ha educado en la convicción de que, en cierto modo, tiene derecho a imponerse y dominar a la mujer que considera como suya.
Vivimos en una sociedad donde el hombre tiene poder sobre la mujer en todos los ámbitos posibles: económico (lo cual establece una dependencia económica de la mujer), laboral, social, política,…Y no es difícil entender que estas relaciones de poder tienen como víctima a un género, el femenino, y no al otro. Queda claro quiénes son las víctimas y quienes los verdugos.
Pero para frenar esto se creó la igualdad de ley, recogida en la Ley Integral de Violencia de Género (LIVG). Tarde, en 2004, pero se creó, y con ella se condenan todo tipo de actos discriminatorios por género.
Sin embargo, hoy existen todavía quienes nos preguntan e incluso nos culpan de ignorar los casos de hombres que mueren al año asesinados por mujeres…Y ponen el grito en el cielo porque, teóricamente, la ley no ampara de igual manera el maltrato (maltrato, que no violencia de género) a esos hombres… No acusan de falta de justicia y cometen la osadía de de pretender incluir a los hombres en la LIVG…
No cometamos ese error. La violencia de género solo tiene una dirección. Las mujeres no maltratan o matan a hombres por ser hombres (muchas de ellas, de hecho, lo hacen en defensa propia) pero aunque estuviéramos en un caso de una mujer que mata a su marido sin que él la haya agredido previamente, no es el género el motivo de ese delito.
No se trata de olvidar los casos de maltrato al hombre y hacer como que no existiesen, pero arrasar con la LIVG como sugieren muchos o muchas, no me parece la solución. Además lo único que conseguiríamos es hacer invisible ese machismo estructural al meter en el mismo saco todo tipo de agresiones de pareja como violencia de género, pero entonces la ley perdería su sentido, pues recordemos que la LIVG se crea para proteger a las mujeres del patriarcado.
Aunque a pesar de esto, el problema no queda eliminado, porque la igualdad de ley existe, pero todavía tenemos demasiados prejuicios, modelos, … que obstaculizan esa equidad real entre hombres y mujeres. La violencia de género ha sido y sigue siendo un delito invisible.
Cada día mueren mujeres a manos de sus parejas, pero muchas son las que sufren en silencio el maltrato en diferentes ámbitos. Y hoy es más necesaria que nunca la movilización social para erradicar definitivamente la violencia machista. Y que las instituciones públicas y todos los agentes sociales asuman este tipo de violencia como un problema político y social prioritario.
Es necesario adquirir compromisos que se cumplan ; poner el foco en los agresores y no solo en las mujeres; aplicar medidas educativas basadas en la igualdad; la atención integral a las mujeres, reconociéndolas como sujetos de derecho y no solo como objetos de la violencia.
Basta ya también de vacías declaraciones, resoluciones que quedan en papel mojado y políticas que nunca verán la luz mientras seguimos sumando mujeres asesinadas por las violencias machistas.
Como afirmó el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon: “Todos somos responsables de prevenir y poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas, comenzando por eliminar la cultura de discriminación que permite que esa violencia continúe”.
Es ya la hora de visibilizar una lucha que es global en todos los rincones del planeta y de proponer soluciones para eliminar los obstáculos que aparecen en el camino hacia el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencias.
A lo largo de la historia y en las grandes revoluciones las mujeres han estado siempre presentes en la lucha reivindicando sus derechos y libertades. Y además participaron en esa doble lucha, en su condición de asalariadas junto a los trabajadores, y como mujeres para intentar cambiar sus condiciones de vida y conseguir la igualdad.
Aquellas grandes mujeres luchadoras no se rindieron y dieron ejemplo tomando un papel activo en la lucha, y gracias al movimiento feminista se han impulsado cambios fundamentales, el principal ha sido reivindicar el empoderamiento, que la mujer tenga el control de su propia vida y sus condiciones, que disponga de su capacidad para decidir y una autoestima fortalecida.
La revolución de las mujeres está aún a medio camino y el mundo está a años luz de ser igualitario, pero esa transformación no puede esperar más, las voces de las mujeres feministas han de llamar a la insumisión y a la rebeldía. Empoderarnos para que no permitir interferencias de ningún poder político ni religiosos sobre nuestros derechos y nuestras vidas. Todas somos mujeres, todas merecemos una vida digna y libre, y todas tenemos derechos. Unamos fuerzas para seguir poniendo en alto el significado de ser mujer.
Compañeras, la lucha es común, y el camino compartido.
Y quiero terminar citando la compañera Alicia Domínguez: “Por eso, si volviera a nacer, no lo dudaría: una y mil veces, volvería a ser mujer. Y volvería a rodearme de todas las maravillosas mujeres que a lo largo de mi existencia me han enseñado que ser mujer es un verdadero privilegio. Mis mujeres…”
KEILA FERNÁNDEZ MARTÍNEZ