“Serenos, alegres,valientes, osados,
cantemos, soldados, el himno a la lid”.
Muchos de quienes somos republicanos y republicanas nos sentimos representados por un himno, el Himno de Riego, que suena en muchos de nuestros actos. Sin embargo, lamentablemente no mucha gente sabe el origen de este himno.
El Himno de Riego es el nombre que recibe el himno que cantaba las tropas del teniente coronel Rafael de Riego tras la insurrección de este contra el rey absolutista Fernando VII el 1 de enero de 1820 en Las Cabezas de San Juan (Sevilla). Una insurrección que pretendía restaurar la Constitución de 1812, la primera Constitución española, la Constitución de Cádiz, “la Pepa”.
Una insurrección contra el absolutismo que obligaría a Fernando VII a someterse a la Constitución y que evitaría además que el ejército reunido en Cádiz marchase a América a sofocar la sublevación liderada por Simón Bolivar en las colonias en América Latina.
Dos años después de aquella insurrección, en 1822, y con el propio Riego como diputado empezaron las primeras revueltas contra el nuevo gobierno. No tardó Fernando VII en empezar a organizar en secreto el restablecimiento del absolutismo. Y las propias potencias europeas decidieron que una España liberal era un peligro para el equilibrio europeo y se encargó a Francia la tarea de restablecer la monarquía absoluta en España. El 7 de abril de 1823, un ejército francés, conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis, cruzaron la frontera por el Bidasoa.
“ESE FUE RIEGO. UN MILITAR. SU HIMNO, AQUEL
QUE CANTABAN ÉL Y SUS SOLDADOS CUANDO
SE LEVANTARON CONTRA EL ABSOLUTISMO,
FUE ADOPTADO COMO HIMNO DE LA SEGUNDA REPÚBLICA”
Riego marchó a Cádiz, donde se sumó a la mayoría liberal de las Cortes Generales para organizar la resistencia y votar la incapacidad del monarca. El 15 de septiembre fue traicionado, abandonado por sus tropas y hecho prisionero. El 7 de noviembre de 1823 fue arrastrado literalmente hacia el patíbulo situado en la Plaza de la Cebada en Madrid, ahorcado y posteriormente decapitado, entre los insultos de la misma población madrileña que poco antes le había aclamado.
Ese fue Riego. Un militar. Su himno, aquel que cantaban él y sus soldados cuando se levantaron contra el absolutismo, fue adoptado como himno de la Segunda República, y bajo ese himno fué defendido fue el pueblo español de las tropas franquistas, de las tropas de Mussolini y de las tropas de Hitler.
A diferencia de la Marcha Real (la que tenemos hoy) que es el toque que anuncia la llegada del Monarca, este Himno recuerda a los que combatieron por la libertad.
Muchos años después, el 29 de julio de 1936, un Sargento, llamado Carlos Fabra Marín, en este mismo pueblo, en Paterna, logró frenar con apenas un puñado de hombres la rebelión militar en Valencia. En el cuarto de banderas, apenas a unos cientos de metros de aquí, se habían reunido jefes y oficiales que iban a alzarse contra la II República, hasta que el Sargento, acompañado por un pelotón de voluntarios que eran cabos y sargentos, redujo, desarmó y detuvo a los sediciosos. Empuñaba su arma reglamentaria, una Bergman de 9 milímetros, y el tiroteo dejó tres muertos y varios heridos. Pero eso permitió a los milicianos y la población entrar en el cuartel sin un solo disparo. Desde entonces, ningún militar golpista se atrevió a actuar en la región militar de Valencia. Hoy la agrupación del PCE lleva su nombre.
Un PCE que fué la única organización – repito, la única – que estuvo hasta el último momento, hasta el 1 de abril de 1939 defendiendo la legalidad republicana de la mano de los últimos militares leales.
Un PCE que se acabó siendo también el único Partido del antifranquismo, y que durante años también logró infiltrarse en el interior del Ejército, donde había incluso muchos oficiales que pertenecían al Partido Comunista. El PCE trabajó dentro del ejército hasta 1974, cuando nació la Unión Militar Democrática, al calor de la revolución de los claveles en Portugal. Una organización que no nacía para realizar ningún pronunciamiento activo, sino como declaraba, “para mojar la pólvora del ejército franquista”. Una UMD que acabaría disolviendose en junio de 1977 por considerar que ya no tenía sentido su existencia y que, en una democracia, no tenían cabida organizaciones militares de este tipo.
“ES HORA DE QUE LA IZQUIERDA EMPIECE A PLANTEAR
ABIERTAMENTE LA CUESTIÓN DEL EJÉRCITO QUE TENEMOS
Y DEL EJÉRCITO QUE QUEREMOS”
Tuvieron que pasar más de 35 años para que un militar, un ex-teniente Luís Gonzalo Segura, que hoy nos acompaña, se atreviese a decir abiertamente lo que pasa dentro del ejército, un ejército que dista mucho de ser ese Ejército que pudieran querer militares como Rafael de Riego, el Sargento Fabra, aquellos militares leales a la República, o muchos miembros de aquella Unión Militar Democrática, y desde luego que no tiene nada que ver con el Ejército que necesitaría un pueblo soberano en un país democrático.
Es por eso que es un orgullo y un honor poder estar con él en Paterna esta tarde, y sé que para vosotros también.
Su primer libro se llamó “Un Paso al Frente”. Para nosotros es importante este acto porque nosotros también estamos dando un paso al frente. Creo que es hora de que la izquierda empiece a plantear abiertamente la cuestión del ejército que tenemos y del ejército que queremos, y que el Partido Comunista hable de ello cobra una importancia especial.
Si nos preguntaran a cualquiera de los que estamos hoy aquí que si nos gustaría que no existieran ejércitos, estoy seguro de que todos diríamos que nos gustaría que no hubiera ejércitos, que la paz reinase en todo el planeta, que ningún ser humano tuviese voluntad de dominar ni explotar a nadie, y que por supuesto nunca pudieran hacerlo por la fuerza. Por eso, entre otras cosas, muchos somos comunistas.
Pero también sabemos que eso será imposible mientras impere en el mundo un sistema económico que únicamente puede abrirse paso por medio de la guerra (Yugoslavia, Iraq, Afganistán, Siria, Libia, Ucrania…). Por eso debemos tratar de que los ejércitos respondan ante las clases populares y a los trabajadores, y no ante intereses económicos internacionales. Y que concretamente el nuestro no esté supeditado a una organización como la OTAN, que tiene millones de muertos a sus espaldas precisamente para satisfacer a esos intereses económicos, y que tampoco esté sometido a los poderes económicos nacionales o internacionales. Sin ir más lejos hasta el propio Ministro de Defensa tiene un importante currículum como fabricante de armas, e incluso ha llegado a solicitar una indemnización de 60 millones de euros al Gobierno de España tras prohibir la fabricación de bombas de racimo. Esos son los mandos del ejército que tenemos.
Y es que el Ejército está organizado como la propia sociedad. En clases. Por un lado los altos mandos del ejército, un espacio casi cerrado y exclusivo para las castas familiares procedentes del franquismo, y donde se hace muy difícil el progreso en la carrera militar de los miembros de la tropa. Estos son los que lo tienen todo, viven bien, hacen sus negocios, tienen buena relación con el poder, tienen el futuro asegurado, sus hijos se casan entre ellos para perpetuar la casta, etc… Y por otro lado la tropa y parte de los suboficiales, procedentes principalmente de familias trabajadoras, con pocos derechos, a merced de la arbitrariedad de los altos mandos y sin ningún futuro asegurado.
Este status quo se mantiene de dos formas: con una férrea disciplina que deja fuera a quien lo cuestiona, y por otro lado con llamados a un patriotismo vacío, de banderas y símbolos mediante el que se oculta lo importante. No niego que los símbolos sean importantes, pero cuando con ellos se tratan de ocultar miserias, crímenes, desmemorias, injusticias… dejan de ser símbolos representativos para convertirse en elementos de dominación, consciente o inconsciente para los dominados.
En este país estamos demasiado acostumbrados a que detrás de las banderas patrias se escondan las mayores miserias, las mayores traiciones, los mayores corruptelas, los mayores crímenes.
Los que más dicen defender a España acaban llevándose el dinero a Suiza. Los que más dicen defender a España y se envuelven en banderas son los responsables de que millones de españoles y españolas no tengan futuro, de que a millones de españoles y españolas se les mande al paro, de que a cientos de miles se les eche de sus casas. De que millones de españoles y españolas vivan por debajo del umbral de la pobreza mientras ellos tienen abiertos los palcos en los estadios, cenan con los reyes, los ministros…
La cuestión es, ¿como cambiar de base el Ejército existente? No es fácil, desde luego, y no será cosa de un día ni de dos. Pero cuanto antes comience a llover sobre los cuarteles y sobre las calles esa idea de que Otro Ejército es Posible antes comenzaremos a dar pasos en ese sentido.
Porque la transformación del Ejército, como la transformación cultural, económica, social y política de nuestro país debe ser un proceso simultáneo, paralelo y organizado.
Para empezar hay que ser muy claros en nuestra postura respecto al ejército: hemos de ser muy críticos y beligerantes con la cúpula militar mientras siga siendo una casta, y debemos ser comprensivos con los soldados. Desde la sociedad civil debemos defender que los soldados puedan organizarse para defender sus derechos, que puedan defenderse de los abusos, de las arbitrariedades, que puedan exigir mejoras en sus condiciones cuando estas no sean adecuadas. Debemos promover que los soldados no se sientan parte de un cuerpo ajeno al pueblo, y mucho menos superior a él, sino que sientan como propios los problemas sociales del pueblo, porque le son propios, porque son también los problemas de sus familias… los recortes, el paro, los servicios públicos, la falta de democracia.
Debemos exigir que se respeten los DDHH dentro de los cuarteles, y por supuesto que la actuación fuera de los cuarteles, y fuera de nuestras fronteras, sea siempre en base a la defensa de los derechos humanos, y no en base a, como decíamos antes, intereses económicos.
Lamentablemente hoy el ejército en España no responde ante un pueblo soberano. El pueblo español no es un pueblo soberano; no puede decidir sobre su futuro, no puede decidir sobre su economía, no puede salirse de las reglas del juego establecidas y supervisadas por la Troika, el FMI, EEUU, la Unión Europea o la propia OTAN. Y esas reglas del juego no están diseñadas para favorecer los intereses de la mayoría, sino los de una minoría.
Y quienes han entregado nuestra soberanía, ya sea con la instalación de bases militares de EEUU en nuestro país en los años 50, ya sea con la entrada en la OTAN con Felipe Gonzalez en 1986, ya sea con la adhesión a su estructura militar con Aznar, ya sea con la privatización de las principales empresas públicas, con la desindustrialización de nuestro país, con la sumisión a la UE y la Troika, etc, etc, lo han hecho envolviéndose en banderas y en discursos patrioticos. Y así lo siguen haciendo.
En la puerta de los cuarteles reza el lema “TODO POR LA PATRIA”. La pregunta es, ¿por qué Patria? ¿la patria que somete al pueblo español a los dictados de la Troika? ¿la patria que firma a espaldas del pueblo un Tratado de Libre Comercio con EEUU que someterá definitivamente a los trabajadores y los productores de nuestro país a las grandes transnacionales? ¿la patria que hace que la actuación nuestro ejército responda a los intereses económicos y geoestratégicos de Estados Unidos? ¿la patria que manda a nuestros soldados a Iraq o a Afganistán para que empresas de EEUU controlen su petróleo? ¿la patria que se preocupa más por el estado de un helicóptero estrellado que por los militares muertos en su interior? ¿la patria que mete a 62 militares españoles en un avión que no podía volar como aquel YAK-42, y una vez muertos ni siquiera los identifica ni busca a los culpables? ¿cuantos soldados defienden esa Patria? ¿Y cuántos de quienes estamos hoy aquí?’
Eso no es una Patria, eso es otra cosa.
Esa Patria no tiene nada que ver con la que defendían nuestros grandes poetas, Lorca, Machado, Miguel Hernández, o la que proclamaban Pasionaria, Azaña… y por supuesto tampoco la que defendían militares como Riego, Fabra, Modesto, Rojo, Pitarch…
Esa tenía y tiene mucho más que ver con la libertad, con los derechos de los hombres y mujeres de nuestro país, con la democracia, la soberanía popular.
Por eso he comenzado mi intervención hablando de Rafael de Riego, un militar, pero también un político que se levantó contra un rey absolutista. He querido recordarlo porque su figura, igual que la de Bolivar en Ámérica, tiene mucho que ver con la libertad de nuestro pueblo.
Cuando en 1823, nos invadieron los Cien Mil Hijos de San Luís para restablecer el absolutismo en España, mucha gente los recibía al grito de “Vivan las cadenas y mueran los negros. Vivan las cadenas y muera la nación”. Negros era el nombre con el que los absolutistas se referían a los liberales españoles; y nación se refería a la soberanía y a los bienes nacionales.
Tenemos que aprender de la historia de España, conocer nuestro pasado, saber de dónde venimos, quienes nos precedieron en nuestra lucha, para construir en el futuro ese país que todos queremos. Si no sabemos de dónde venimos no podremos saber donde vamos. Por eso la memoria es tan importante y algunos quieren borrarla.
Cuando se proclamó la Segunda República en 1931 se adoptó el Himno de Riego porque quienes trajeron la República traían memoria, de unos sucesos que habían tenido lugar más de 100 años antes; sabían que formaban parte de algo mucho más grande de lo que podían ser las luchas concretas de una época determinada, formaban parte de la historia de millones de hombres y mujeres que a lo largo de la historia de nuestro país habían luchado por la libertad y por la transformación social, contra el absolutismo, contra los traidores y contra la ignorancia.
Javier Parra