Unos días después de la consulta soberanista del 9N publiqué en otro medio digital un artículo titulado Cataluña lo tapa todo, una vez más donde reflexionaba sobre sobre cómo el entonces reto soberanista de Convergencia Democrática de Catalunya y Esquerra Republicana era como una cortina de humo que ocultaba lo verdaderamente importante de nuestra política, y la política a nivel nacional, de la política del día a día, de la que preocupa realmente a los ciudadanos porque es la que les afecta de manera directa. Ha pasado casi un año y el asunto está peor por varias razones, pero hay una que es cristalina: faltan menos de dos meses para que los españoles elijamos quién va a conducir nuestro futuro en los próximos cuatro años.
¿Por qué esta cercanía de las Generales empeora la situación? La respuesta es sencilla: Catalunya va a enmascarar el debate sobre otros temas que son los que de verdad preocupan, o deberían preocupar a los españoles. Ya pudimos comprobar en las pasadas elecciones catalanas que así ocurrió. Durante la campaña apenas pudimos confrontar programas, propuestas o medidas de los partidos porque el debate se centró en el soberanismo y la independencia. Todo indica que durante la campaña de las Generales va a ocurrir lo mismo ya que la precampaña ya se ha teñido del amarillo y rojo de las dos banderas, enseñas en las que se han envuelto ArturMas y Mariano Rajoy.
Parto de la base de que el problema catalán se arregla haciendo POLÍTICA, algo que es imposible si quienes están al mando son un par de irresponsables y son, precisamente, los más interesados en que el «conflicto» siga vivo. Mientras el proceso independentista continúe activo no se hablará de la gestión de Mas. Lo mismo pasa con Rajoy, además de que éste se refuerce electoralmente al presentarse ante la nación como si fuera don Pelayo defendiendo la unidad de España. No sé por qué pero, en muchas ocasiones, cuando reflexiono sobre el tema, me viene a la memoria la escena de la película de Anthony Mann El Cid en la que se lucha por la ciudad de Calahorra. Creo que Mariano Rajoy piensa que él es Rodrigo Díaz de Vivar y que Artur Mas es el paladín del Reino de Aragón que defiende la soberanía sobre la ciudad riojana.
Hace unos meses una persona me dijo en una sobremesa que ya era tan obsceno el interés tanto de Rajoy como de Mas de mantener el pulso que ya le olía a que se trataba de una estrategia conjunta. Yo no lo creo, pero… la duda quedó ahí.
Mientras las portadas y los programas de radio y televisión hablan monográficamente de Catalunya no se hacen balances en profundidad sobre la legislatura de Rajoy. Los destrozos que ha perpetrado este Gobierno en la sociedad española quedan tapados, no se habla de ellos, sólo se mencionan porque no hay tiempo más que para todo lo referido al desafío soberanista. Catalunya es un tema que logra ocultar que España es uno de los países que más pobres tiene del mundo occidental, que tener trabajo es casi antónimo de obtener una vida digna porque ya ni siquiera el salario da para subsistir. Mientras la atención se centra en el Parlament se intenta que los españoles olviden que este Gobierno es el que ha aprobado medidas que han entregado el mercado de trabajo a los caprichos de la patronal, el Ejecutivo de los recortes y del austericidio sádico que no tiene otro fin que terminar con el Estado del Bienestar para entregárselo a los intereses de los poderosos, de los hijos de la buena estirpe, para que sean aún más ricos.
Mientras los telediarios siguen abriendo sus ediciones con el tema catalán no se habla de que el Gobierno del Partido Popular ha convertido el Parlamento español en un remedo de las Cortes franquistas en las que sólo se legislaba según los intereses del dictador o del Movimiento Nacional. Durante la legislatura hemos sido testigos de cómo el PP ha transformado la actividad en el Congreso y en el Senado en una especie de Dictadura Parlamentaria que seguro es envidiada por muchos regímenes dictatoriales del mundo. Como no creen en el parlamentarismo porque son herederos de quien son, han estado despreciando mes tras mes, año tras año, a las instituciones donde está depositada la Soberanía Nacional. ¿En qué país realmente democrático se ha visto que el partido que sustenta al Gobierno impida que el Presidente dé explicaciones a los españoles sobre tal o cual tema? ¿En qué país democrático se ha visto que un Primer Ministro esté meses sin comparecer en el Parlamento? Tal vez la respuesta a esta última pregunta la tengamos en que el diario Marca tiene cada vez más páginas y descifrar su contenido lleva muchas horas.
Mientras Catalunya sea el centro de la actualidad no se centrará el foco en que este Gobierno, con su Presidente a la cabeza, ha mentido a los españoles día sí y día también. Han manipulado las cifras de su gestión para presentarse ante la ciudadanía como los únicos que son capaces de solucionar los problemas de los españoles, problemas que, por otra parte, ni conocen ni les importan. Ejemplos hay muchos pero el más sangrante y obsceno es la manipulación bastarda que se hace de los datos del desempleo, por cierto, la principal preocupación de los españoles según el CIS. Se han modificado los baremos de medición para querer vender que se crea empleo cuando lo que se está haciendo es precarizar el mercado laboral al destruir trabajos estables por temporales, al trocear empleos a jornada completa por varios a tiempo parcial. La realidad es que si contáramos los españoles que se han visto obligados a buscarse la vida en el extranjero, los que ya han tirado la toalla por falta de oportunidades (los que se han quedado en el camino por mucho que Rajoy la otra noche en la «entrevista-masaje» de RTVE negara con total desvergüenza este hecho), la tasa de empleo a tiempo parcial, los que están «trabajando» con contratos de formación no remunerados, los que hacen cursos del SEPE y que no se contabilizan como parados, la reducción de la población activa y los millones de horas de trabajo perdidas tendríamos una cifra total de desempleados que superaría los siete millones. Sin embargo, el tema importante es Catalunya.
Mientras la atención se centra en las maniobras soberanistas de la Generalitat no se habla de que este Gobierno ha derogado de facto derechos civiles tan importantes en democracia como el de reunión, manifestación o expresión con su Ley Mordaza. Mientras se habla de Mas no se hace público que en España hay cientos de personas enjuiciadas por ejercer el derecho constitucional a la huelga con penas que suman más de mil años de prisión, como si se hubiera abierto un nuevo Proceso 1.001.
En materia de corrupción a Mariano Rajoy le interesa que se hable sólo de la de Convergencia o del clan Pujol. Estamos a menos de dos meses de las elecciones y es importante que no se mencione en los medios la corrupción sistémica del Partido Popular, que se olviden los papeles de Bárcenas o que uno de los nombres que aparecen como avalistas en una de las cuentas en Suiza del extesorero del PP es el del propio Rajoy. Es fundamental que los medios de comunicación no enreden más en la reforma de la sede de Génova 13 que fue pagada con dinero negro, que se olviden los sobresueldos cobrados en B por los dirigentes ultraconservadores o que el propio PP está enjuiciado como responsable a título lucrativo en el caso Gürtel. Es mucho más útil que se hable sólo del 3% catalán y no se cite en ningún sitio el 3% del Partido Popular. Hace un par de semanas eldiario.es publicó en exclusiva la confesión de Francisco Correa donde el jefe de la Gürtel explicaba con pelos y señales cómo funcionaba la trama y cómo el PP se beneficiaba de ello. En los grandes medios, controlados directa o indirectamente por el Partido Popular, silencio, mucho silencio, por mucho que el propio Iñaki Gabilondo calificara la exclusiva del diario de Ignacio Escolar como de «espectacular». Es mucho mejor hacer mucho ruido con el 3% catalán y con la financiación ilegal de Convergencia. De la del PP, que está demostrada, silencio.
Sin embargo, no sólo el Gobierno y el PP están interesados en que Catalunya tape sus miserias. Al PSOE le interesa para ocultar el porro en que la actual Ejecutiva está convirtiendo al partido que debería ser la principal alternativa de poder y que a día de hoy sólo aspira a tener los peores resultados de su historia. Fichajes de tránsfugas que se han pasado años insultando a los socialistas, autoritarismo, medidas que se incluirán en el programa electoral que ya delatan incumplimientos graves de promesas hechas por Pedro Sánchez hace apenas un mes como, por ejemplo, la derogación de la Reforma Laboral de Rajoy que, al parecer, sólo va a ser una derogación de «la puntita nada más» o el reconocimiento por parte del propio Secretario General de que está más cercano a Manel Valls que a Jeremy Corbyn, es decir, que es más partidario de ese «socialismo pragmático» que no tiembla a la hora de tomar medidas neoliberales o propias de la derecha en vez de alinearse con el socialismo real del líder laborista británico, el socialismo que da a los ciudadanos lo que necesitan sin someterse a la dictadura de los mercados financieros y sin caer en utopías vacías de contenido real.
Lo mismo ocurre con Ciudadanos. El conflicto catalán les pone en el trampolín para que Albert Rivera se presente ante los votantes conservadores como la figura que ha luchado contra el independentismo cara a cara, desde un punto distinto del «dontancredismo» de Rajoy, con contundencia pero respetando el juego democrático y sus códigos. Rivera se envuelve en la bandera nacional y defiende la unidad de España no el España Una, Grande y Libre, lo que atrae a los votantes de derechas más civilizados.
Como pueden ver hay demasiados intereses en mantener vivo el pulso soberanista. Como dijo Tarradellas «Catalunya provoca una fuerte atracción en el resto del Estado español». Ahora es el tema que tapa todo lo demás, y lo que nos queda porque tanto a Mariano Rajoy como a Artur Mas como a Pedro Sánchez como a Albert Rivera les interesa.
José Antonio Gómez