Por Ángel Pasero
El momento político que vivimos, en el que PP y PSOE, con la fuerte irrupción de Ciudadanos, la nueva marca blanca de la derecha, se preparan para un rearme ideológico con el fin de perpetuar el bipartidismo y hacer unos retoques cosméticos a la Constitución de 1978 con el propósito de afianzar la monarquía impuesta por el franquismo y dar cabida en la Carta Magna a las reformas que uno y otro partido en la alternancia en el poder, han aprobado a lo largos de éstos cuarenta años desde la muerte del dictador, como la ley de Seguridad Ciudadana, popularmente “ley mordaza”, que más que Ley de Seguridad Ciudadana, es un ley de seguridad gubernamental. Añadamos la LOMCE , las leyes laborales… etc. Que solo sirven para recortar los derechos de la ciudadanía.
Por su parte, las fuerzas de izquierda, IU y las emergentes como Podemos y otros grupos políticos surgidos de los movimientos sociales, andan a la greña, incapaces de lograr unos acuerdos mínimos para unirse y enfrentarse en una lucha fraticida en lugar dar respuesta a las demandas de la ciudadanía que quiere no un cambio cosmético de
Aquí aparece la figura de un gran estadista como Don Manuel Azaña que en 1935, oyó la petición del pueblo y concretar orgánicamente los deseos de éste para avanzar hacia una amplia unidad del republicanismo de izquierda, con gran sentido de Estado y deseo de defender la República.
Retrocedamos a abril de 1934, Manuel Azaña, en la oposición, consigue la unidad de de los partidos republicanos, lo que dio lugar a Izquierda Republicana, formación política de la que fue elegido presidente. Este acontecimiento, demuestra el talante democrático y unitario de Manuel Azaña. En octubre de éste mismo año fue detenido bajo la falsa acusación de estar implicado en los sucesos revolucionarios de Asturias y Cataluña. Una vez liberado en enero de 1935, inició una campaña política que da lugar a la creación del Frente Popular.
No fue fácil el camino. Manuel Azaña tenía que tratar de conseguir la colaboración del socialismo, si bien en el PSOE contaba con la ayuda resuelta de Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos, que tenían que enfrentarse a la oposición de Largo Caballeo y su consejero Luís Araquistáin. La situación política en España, era muy tensa y las disputas internas del socialista no ayudaban a calmar esta situación. Largo Caballero proponía insistentemente la participación en la alianza electoral que se estaba gestando, del Partido Comunista de España, logrando un acuerdo por el cual la representación indirecta de los comunistas, sería a través del PSOE. Azaña, ante esa tesitura dio una gran prueba de transigencia para evitar que el PSOE, se saliera de la alianza electoral en marcha.
No acabaron aquí las exigencias de los socialistas, venidas también de Largo Caballero, que pedía que programa pactado tuviera que ser llevado a cabo por un Gobierno monocolor republicano. Azaña, nunca tuvo claro que se cumpliera ese compromiso y lo aceptó pensando que el desarrollo de los acontecimientos permitiría reconsiderar tal propuesta.
Este acuerdo negociado por representantes de diferentes fuerzas políticas y sociales, sin la presencia de los líderes máximos de las mismas, y a un mes de la convocatoria de las elecciones generales (16 de febrero de 1936), el 15 de enero de ese año, concluyeron las conversaciones y el acuerdo fue llamado Frente Popular.
Durante el desarrollo de la campaña electoral, para nadie era un secreto el triunfo electoral de Frente Popular, según lo que se percibía durante esa campaña y la elevada participación de la ciudadanía en ella y que no iba a ser aceptado por la derecha. El 16 de febrero de 1936, se celebraron normalmente las votaciones y esa misma noche comenzó a correr la noticia de la victoria del Frente Popular. Todo se confirmó como se percibía en la campaña electoral, pero no dejó de causar estupor y sorpresa en las filas de la derecha, hasta el punto que el general Franco intentó declarar el estado de guerra, anulando así la victoria del Frente Popular. Ante esta grave situación, el único que podía poner algo de tranquilidad ante semejante coyuntura, era Manuel Azaña.
No sin tener que vencer su propia resistencia, Manuel Azaña formó el 19 de febrero Gobierno, integrado exclusivamente por republicanos de izquierda, tal como se había pactado en el acuerdo electoral de enero. Un gobierno de buenas voluntades en medio de aquel mar encrespado que era la política española en 1936.
Pese a todo, el Gobierno inició la puesta en marcha medias que iban en el programa electoral, como la amnistía, la reposición de los ayuntamientos suspendidos y también, el restablecimiento del Estatuto de Cataluña. En otro orden de cosas, el Gobierno Azaña, ordenó diversos cambios de mandos militares a los que se suponía cómplices de la conspiración puesta en marcha por la derecha. Medidas encaminadas a obtener una tregua para poder encarar con seguridad el programa legislativo que había que presentar a las nuevas Cortes.
No fue una etapa fácil para el Gobierno encabezado por Manuel Azaña. El 4 de abril, se presentó en las Cortes el Gabinete Azaña. En ese mismo mes de abril de se produjo otro hecho que vendría a complicar más las cosas; la destitución por las Cortes del Presidente de la República , Don Niceto Alcalá Zamora. Una medida legal recogida en la Constitución republicana de 1931, aunque posiblemente inoportuna desde el punto de vista político y el momento de tensión que vivía España, y añadía una crisis institucional que no iba a resultar positivo.
Se prepararon elecciones para la Jefatura del Estado, y los grupos del Frente Popular, a excepción de una parte de los republicanos de izquierda, promovieron la candidatura de Manuel Azaña y éste fue investido Presidente de la II República el 11 de mayo de 1936.
En el ambiente enrarecido de la política española, con el trasfondo de una conspiración militar en marcha. No vamos a analizar en este artículo la cruel Guerra Civil que deparó aquella sublevación contra la República por una parte del ejército, con el apoyo de de la iglesia católica y las oligarquías, Manuel Azaña, el 23 de julio de 1936, se dirigió por radio a la población española, desde el Palacio Nacional. En aquellos momentos unidades del Ejército de la Republica leales, junto a miles de trabajadores, hombres y mujeres, combaten y mueren frente a los facciosos.
Las palabras del presidente revisten el dramatismo del momento, pero reflejaron una gran clarividencia y un compromiso sin fisuras como responsable al frente de la Jefatura del Estado.
…“En este alcázar de la república, el pabellón nacional no se ha arriado ni se arriará nunca”… “El pueblo español, débil en sus organizaciones oficiales, es indomable en su corazón”. Así se expresaba Manuel Azaña aquel 23 de julio de 1936.
Manuel Azaña, estuvo al frente de la presidencia de la República hasta el 27 de febrero de 1939, después el exilio, su creación literaria y su dignidad como estadista. El 3 de noviembre de 1940, falleció en Montauban, Francia, donde de se había exiliado tras dejar la presidencia de la II República.
Hay una anécdota humana de Manuel Azaña en los primeros días de la guerra en 1936 y que citó recientemente el profesor Pedro García Bilbao: el presidente Azaña fue a visitar varios pueblos del sur de Madrid, regresaban a la ciudad ya entrada la noche en su coche oficial con unos motoristas de escolta. Atravesaban pueblos de la zona del Tajuña por carreteras secundarias. La llama de una hoguera a un lado del camino marcaba que allí había un control.
Una barrera de troncos y un carro obligaban a hacer un zigzag, no parecía haber nadie, pero a la altura de la hoguera, ven sentadas a un par de ancianas del pueblo cercano envueltas en mantas y con viejas escopetas de caza. Los motoristas les dicen a las mujeres que es el coche del presidente y una de ellas se acerca a saludarle. El acompañante de Azaña baja la ventanilla y le pregunta quienes son. La señora dice: “aquí estamos sr. Presidente, guardando el pueblo, los hombres han ido todos a la sierra a luchar, pero aquí estamos nosotras”.
El acompañante de Azaña le de las gracias y le desea buena guardia. El coche se alejó, dentro de él callan, por la carretera a oscuras sigue camino de Madrid. Azaña, no puede contener las lágrimas, el dolor es inmenso. ¡Pobre España! Heroico pueblo español traicionado por quienes debían defender sus libertades. Los hombres, de toda edad en la sierra, las ancianas afrontando la noche guardando su pueblo, todos dispuestos a poner en riesgo sus vidas para asegurar su libertad y el futuro de sus hijos, para poder vivir el presente con dignidad y esperanza.
¡Qué triste destino para tanto valor y sacrificio! No debemos olvidar lo ocurrido.
Hoy en España, con unas elecciones generales antes de fin de año, es preciso recordar el pasado para crear un presente de libertades, donde la ciudadanía, la clase trabajadora, deje de ser súbdit@s de una monarquía impuesta y pasar a ser ciudadan@s libres dueños de nuestro destino y participando democráticamente en la elección de todos los cargos públicos, incluida la jefatura del Estado.
Las formaciones políticas que se reclaman de izquierda, tienen el deber de entenderse y con alturas de miras, con sentido de Estado, reunirse y llegar a acuerdos electorales que como en 1936 el Frente Popular impulsado de forma decidida por Manuel Azaña, tenga una reedición fructífera en 2015.
El régimen fascista encabezado por el dictador Francisco Franco, se ensañó con la persona que presidió la II República española en los difíciles años en los que las tierras de España se inundaron de sangre de sus mejores hijos en defensa de la legalidad, la libertad y la democracia. El odio hacia la persona de Manuel Azaña, les llevó en octubre de 1936, a quitar al pueblo toledanos su nombre ancestral de Azaña, y sustituirlo –aun se llama así- por el de “Numancia de la Sagra ”, “Numancia” por ser el nombre del regimiento que “lo liberó” y de la Sagra , por ser esa la comarca toledana. Todo un despropósito del odio que llevó a cientos de miles españoles y españolas a sufrir torturas, años de cárcel y miles de ellos y ellas al paredón para ser fusilados.
Manuel Azaña en el último de sus discursos conocido como de las tres Pes, Paz, Piedad y Perdón entre otras cosas dijo:
… “A otras generaciones , que se acordarán, si alguna vez les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres, que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón”.
Ángel Pasero