La batalla contra la derecha debe darse también contra sus valores. Esos deberes autoritarios, que proceden de la doctrina cristiana y nunca de la declaración de derechos y libertades individuales. Porque las libertades están amenazadas, siempre que existan la derecha y las religiones.
Utilizando la legalidad parlamentaria la derecha clerical puede anular y dejar en cuarentena cualquier libertad. Lo está haciendo, porque las libertades son la única garantía contra las dictaduras. Sean militares o parlamentarias. Cuando los derechos no son las libertades individuales sino que son sustituidos por deberes religiosos.
Democracia representativa y electiva y las libertades no son necesariamente sinónimos. Se puede vivir en un sistema democrático sin tener libertades cuando sus constituciones carecen de declaración de derechos o cuando éstos se dejan en suspenso en la legislación penal. El sufragio universal sólo sirve para elegir a los gobernantes. El mismo nunca nos hace libres, si los ciudadanos carecen de derechos individuales.
De hecho tanto los totalitarismos políticos, el fascismo y el nazismo, como los religiosos, el catolicismo y el islamismo, utilizaron y utilizan la legalidad parlamentaria para imponer sus doctrinas como negación y alternativa a los derechos individuales.
Y lo vienen intentando, y muchas veces logrando, en nombre de lo que llaman “libertad religiosa”. Libertad que reivindican para negar el ejercicio de los derechos individuales. Una gran ironía, si no fuera por su lógica delirante. Estamos ante una gran paradoja intelectual, dialéctica y sofista, elaborada por el catolicismo en respuesta a las revoluciones que iban proclamando los derechos individuales.
Antes que los socialistas e incluso el mismo Lenin reivindicaran la lucha parlamentaria para instrumentalizar la democracia y la legalidad parlamentaria con el objetivo de avanzar hacia la revolución política y social y mucho antes de que el mismo Hitler utilizara las libertades como vía para conquistar el Poder e imponer su dictadura, en los orígenes del siglo XIX el católico Lamennais, en Francia, propuso utilizar las libertades democráticas para conquistar el Poder e imponer la doctrina cristiana.
Pero no fue hasta finales del mismo siglo cuando los papas, absolutamente aterrorizados por el avance de los derechos y libertades individuales, por la separación del Estado de la Iglesia y por los avances del socialismo y anarquismo, propusieron las mismas estrategias que Lamennais, bautizadas con diferentes nombres: accidentalidad de las formas de gobierno, posibilismo, tesis e hipótesis... Defendidas por el papa León XIII en varias encíclicas como la “Cum multa”, la “Diuturnum illud”, la Quod apostolici muneris”, la “Rerum novarum”…
Como la nueva derecha capitalista y burguesa había sido desbordada por esas mismas ideologías, no le quedó más remedio que recurrir a la doctrina cristiana y sus valores como fundamento de legitimidad contra las libertades y como única alternativa ideológica frente a esos valores progresistas. Esos valores pasaron a ser su nueva conciencia de clase.
Así se actualizó, hasta el día de hoy, la antigua alianza entre el Altar y el Trono. Ahora entre el Capitalismo, la Propiedad privada y la Iglesia. En esas y otras encíclicas la Iglesia se declara defensora intransigente de la propiedad privada de los medios de producción. Lo afirma en su Derecho canónico y en su propia doctrina.
El Partido Popular es un partido instrumentalizado por la Iglesia y por uno de sus institutos, el Opus dei, para imponer la doctrina cristiana contra las libertades: de pensamiento, de conciencia, la libertad sexual…contra el aborto, contra los anticonceptivos, antifeminista, homófobo, autoritario…
Ocurre, sin embargo, que las libertades, proclamadas en la declaración de derechos de las constituciones democráticas, son el único fundamento de legitimidad y ni sobre ellas ni contra ellas se puede ni legislar ni ignorar su cumplimiento, garantizando su ejercicio. Y sin embargo, consentido por el silencio de las fuerzas políticas de izquierdas, se está legislando contra los únicos fundamentos democráticos de las libertades. Esa declaración de derechos y libertades.
Ocurre que los alumnos son religiosamente adoctrinados en valores medievales y antidemocráticos sadomasoquistas. Con la consecuencia de que la democracia genera sus propios enemigos, su negación, en el sistema educativo religioso. Por lo que es una garantía constitucional contra ese tipo de valores y en defensa de las libertades y la propia democracia, que la asignatura “educación para la ciudadanía”, que no puede ser sometida a ninguna voluntad religiosa, como instrumento de formación en las libertades, sea obligatoria en todo el sistema educativo, sin excepciones. E impartida por profesores contratados por el Estado y controlados por inspectores.
En ninguna democracia debe permitirse que las religiones creen sus propios guetos religiosos y vayan conquistando espacio e instituciones contra las libertades. Mientras existan religiones los derechos y libertades estarán amenazadas. Eso no es ningún misterio. Lo persiguen como objetivo estratégico en sus doctrinas y en sus textos porque ninguna religión tiene un funcionamiento interno democrático sino jerárquico, patriarcal, dogmático, intransigente y autoritario.
El anticlericalismo no es un anacronismo. El anacronismo son las religiones, nacidas en la antigüedad esclavista y con miles de años de historia. Revestidas con una parafernalia ostentosa, arrogante, imperial y vana. Con unos votos de castidad y obediencia inhumanos.
Sin el apoyo de los Estados las religiones desaparecen. Las izquierdas y fuerzas del progreso deberían tomarse muy en serio que las libertades se protegen defendiendo su ejercicio y nunca aceptando la invocación de una libertad, que llaman religiosa, para imponer una teocracia.
Javier Fisac Seco