¿Qué país queremos construir? ¿Cómo podemos hacerlo? ¿Qué obstáculos encontraremos en el camino? Manolo Monereo y Héctor Illueca abordan en este libro una serie de cuestiones de capital importancia en la actual coyuntura histórica.
Lo que vivimos hoy es una incompatibilidad de fondo entre el capitalismo realmente existente y las necesidades básicas de las personas. Esta involución civilizatoria es hoy sentida de forma masiva por nuestra sociedad y desde ella y sobre ella debemos construir un discurso alternativo de sociedad, de Estado y de gobierno. La idea sobre la que hay que insistir es que los seres humanos tienen unas necesidades básicas que la sociedad, por intermedio del Estado, tiene que satisfacer.
Este debería ser el centro de un proyecto económico, político y cultural que podríamos llamar un conjunto de principios ético-jurídicos que fundamentan un ideario político basado en la igualdad sustancial y en el principio de comunidad. Cuatro valores fundamentales, siempre desde el punto de vista de las necesidades básicas de las personas, que tienen que ver esencialmente con estas cuatro “D”: desglobalizar, desmercantilizar, despatriarcalizar y democratizar.
Desglobalizar. Cualquier proyecto alternativo al proyecto neoliberal exige incrementar la autonomía económica, social y política de los Estados; sin un control sobre la libre circulación de capitales no parece viable ningún proyecto político alternativo a lo existente. Se trata de reivindicar la soberanía popular y la independencia como vía para un desarrollo social y ecológicamente sostenible. Cuando se afirma esto, rápidamente viene la acusación de intentar volver a un modelo autárquico. Nada de eso. Lo que reclamamos es nuestro derecho a decidir, es decir, que los hombres y mujeres puedan determinar qué modelo económico y social de país quieren, qué nivel de derechos sociales, sindicales y laborales y de qué modo se insertan en la economía internacional. Queremos una República soberana en manos de su ciudadanía.
Desmercantilizar. El mercado puede ser un buen esclavo, pero es un horrible señor. La dirección hacia un proyecto realmente democrático y socialista debe estar fundada en este principio de comunidad. El capitalismo se basa en considerar mercancía a cosas que no lo son y, al intentarlo, genera catástrofes sociales recurrentes. ¿Cuáles son estas falsas mercancías?: la fuerza de trabajo, la tierra y la naturaleza y el dinero. El futuro de nuestra sociedad exige desmercantilizar estos tres aspectos claves de nuestras sociedades y su control social y democrático. Nuestro proyecto económico alternativo tiene como objetivo satisfacer las necesidades básicas de las personas, pero para ello hace falta un nuevo poder, una nueva cultura y modos de organización social alternativos a los del capitalismo. Ciertamente sabemos que se trata de un proceso largo y prolongado, pero estamos hablando de principios, de valores a partir de los cuales debemos transformar la sociedad.
Despatriarcalizar. El trabajo productivo y reproductivo de las mujeres y las relaciones de dominación en las que se inserta constituyen una condición previa indispensable para la acumulación de plusvalor en el mercado capitalista. Como indica Nancy Fraser, “el trabajo remunerado no podría existir en ausencia del trabajo doméstico, la crianza de los hijos, la enseñanza, la educación afectiva y toda una serie de actividades que ayudan a producir nuevas generaciones de trabajadores y reponer las existentes”. Esta realidad oculta permite albergar la idea de autosuficiencia de los mercados y su dinámica de beneficio infinito, una quimera antisocial y un espejismo político que ignora tanto los cuidados que regeneran la vida como la capacidad de la naturaleza para soportarla. Pues bien, nuestro proyecto de país asume el reto de despatriarcalizar la sociedad, introduciendo una perspectiva de largo aliento que reclama la fuerza y la experiencia del feminismo para enfrentarse a la mercantilización extrema de la vida humana. Se trata, en definitiva, de subordinar la lógica del beneficio a la lógica de los cuidados, situando las necesidades humanas y la sostenibilidad de la vida en el centro de la agenda política, como base de un nuevo modelo productivo.
Democratizar. Por último, una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales comprometida con la satisfacción de las necesidades básicas de las personas exige una democratización sustancial del poder económico, mediático y político. Nuestra idea de República tiene que ver con esto. No solo aspiramos a un cambio en las formas de gobierno, queremos democratizar el poder; más claramente, liquidar las bases económicas, sociales y políticas de la oligarquía económico-financiera que domina hoy el país. Es lo que hemos llamado la trama y es contra ésta que queremos construir una nueva democracia y un nuevo Estado. Nuestro proyecto implica una concepción de la democracia como gobierno de la mayoría social, de los hombres y mujeres que trabajan y ganan un cada vez más escaso salario, pero también de tantos hombres y mujeres, autónomos reales o ficticios, de tantos miles de campesinos que, desde hace mucho tiempo, piensan abandonar un tipo de economía del que sigue dependiendo una parte significativa de nuestro sustento.
Como se puede observar, las cuatro “D” están relacionadas y son el fundamento de un nuevo proyecto de país. Este debería ser el eje de nuestro discurso alternativo, ligado siempre al proceso constituyente: la Constitución como hoja de ruta de la transformación del país. Nuestro proyecto político debe dar contenido a la nueva Constitución, convertirla en programa, en sangre, carne y esqueleto, de un nuevo proyecto de país. Con frecuencia y desde nuestras filas se suele decir que eso del proceso constituyente es una abstracción que solo interesa a las minorías. Se olvida que una fuerza política que quiere dirigir el país debe unir lo concreto y lo estratégico, las reivindicaciones inmediatas y las de fondo. No es fácil, nunca lo fue en parte alguna, pero hacer política transformadora tiene estos problemas.
La idea de fondo: una democracia republicana, económica, ecológica y feminista. Esto significaría, en lo concreto y para desarrollar colectivamente, lo siguiente:
- La Unión Europea no es una construcción equivocada o incompleta, sino un instrumento idóneo para liquidar la soberanía en el sur de Europa e imponer un programa neoconservador bajo la dirección de la superpotencia económica alemana. Por tanto, hay que salir del euro y recuperar el control de la soberanía. Devaluar la moneda para mejorar la balanza comercial y recuperar competitividad, aliviando la presión que el ajuste interno está imponiendo a las clases populares de nuestro país.
- Por lo que respecta a la deuda pública, es ineludible la suspensión de pagos y la realización de una auditoría pública para asegurar una quita sustancial que aligere el aplastante peso de la deuda sobre nuestra economía. En particular, consideramos que debería declararse ilegítima la contraída por el Estado en la reestructuración y rescate del sistema financiero, que ha supuesto una obscena socialización de las pérdidas acumuladas por la banca en la financiación de las burbujas bursátiles e inmobiliarias.
- Apostar por un nuevo modelo de desarrollo productivo social y ecológicamente sostenible que satisfaga las necesidades básicas de las personas. La clave: situar al Estado en el puesto de mando de la economía mediante la nacionalización del sector financiero y la creación de una banca pública. El control público del crédito permitirá afrontar los desequilibrios de fondo que han provocado la crisis, convirtiendo la banca pública en un instrumento clave para revertir la financiarización de la economía y transitar de un modelo dependiente basado en la especulación a un modelo basado en la economía real, productiva e industrial.
- Nacionalización de los sectores estratégicos (servicios públicos, transporte, energía y comunicaciones) con el fin de respaldar al resto de la actividad económica. En paralelo, promoción y desarrollo de una política de inversiones públicas que contribuya a modificar y renovar la estructura productiva del país, deteniendo los procesos de desindustrialización y especialización productiva que derivan de una inserción asimétrica en la economía europea.
- Las últimas reformas laborales aprobadas por el PSOE (2011) y el PP (2012) deben ser expresamente derogadas y sustituidas por otras que incentiven la creación de empleo, mejoren las condiciones de trabajo y refuercen la negociación colectiva. El pleno empleo y el reparto del trabajo como prioridad política del conjunto del país. El Estado como garante último del trabajo: plan de trabajo garantizado. Estas medidas estratégicas podrían complementarse con un incremento significativo del salario mínimo interprofesional y con la extensión de la protección por desempleo, a fin de contrarrestar los efectos más nocivos de la crisis y alumbrar un modelo diferente de distribución de la riqueza producida por la sociedad.
- Reestructuración ecológica de la economía y de la sociedad, entendida como un instrumento fundamental no solo para establecer relaciones armoniosas con nuestro medio, sino como instrumento para industrializar el país, desarrollar la agricultura, ordenar el territorio y fortalecer la fuerza de trabajo. La reconversión del modelo productivo deviene una tarea urgente, so pena de embocar una rápida y dramática transición al subdesarrollo. Se trata de iniciar una trayectoria de crecimiento diferente, caracterizada por la intervención pública en la economía y el respeto al principio de sostenibilidad ecológica.
- Un Estado fuerte, que regule eficazmente el mercado, redistribuya la renta, planifique el desarrollo y defienda los intereses internacionales del país. Profunda reorientación de las alianzas internacionales para garantizar, entre otros aspectos, el suministro energético en una economía dependiente como la nuestra (América Latina, Rusia, etc.). Rechazamos la existencia de bases militares extranjeras en nuestro país, así como la pertenencia a la OTAN.
- Justicia fiscal para financiar los derechos sociales de todas y todos, constitucionalmente garantizados. La extensión de la base imponible a los sectores más poderosos y la persecución del fraude fiscal permitirán expandir el gasto público y mejorar las prestaciones sociales, especialmente sanidad y educación, que han sufrido un importante deterioro a causa de los recortes presupuestarios. También harán posible la reorganización del sistema de pensiones transfiriendo recursos de los presupuestos generales del Estado para garantizar la sostenibilidad del sistema y el poder adquisitivo de las prestaciones.
- Asegurar la igualdad efectiva del hombre y la mujer, socializando el trabajo doméstico, repartiendo los tiempos sociales y rompiendo con los roles que organizan la sociedad patriarcal. Erradicar actitudes discriminatorias y propiciar un cambio que contribuya a la consecución de una sociedad más justa en la que hombres y mujeres sean tratados como iguales.
- Construir un nuevo Estado más democrático y responsable que refleje un nuevo equilibrio de fuerzas entre clases y sustituya al viejo Estado cipayo surgido de la dictadura. No puede haber un reequilibrio de la economía a favor de los trabajadores sin una profunda transformación del Estado en un sentido republicano, plurinacional y democrático.
Ahora es el momento y depende de nosotros y nosotras. Pasar de la resignación a la esperanza exige capacidad de soñar y de emocionarse, política de la buena y propuestas capaces de dar luz e imaginarios a las grandes mayorías. Hay futuro, si creemos realmente que nosotros lo construimos, que colectivamente lo forjamos y si nos comprometemos de verdad. El cambio somos nosotros y de nosotros depende.
(*) Este texto es un extracto del libro‘Por un nuevo proyecto de país’, de Manolo Monereo y Héctor Illueca, publicado por El Viejo Topo.
Fuente: Cuarto Poder