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Miguel de Unamuno contra la monarquía y la dictadura (V)

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Miguel de Unamuno
A los españoles.

Nos están robando, españoles. Una banda de forajidos que se ha apoderado del poder público para saquear a mansalva a la patria. Y creo que tenemos derecho a creer que el rey cobra su quiñón del botín, según uso de cruzada. Por algo dijo más de una mala vez que el sería rey destronado, pero no tronado. Y de aquí esa indecente comedia de hallarse secuestrado por la dictadura y de no tener con que sustituir a sus reales bandoleros de tanda. Mas él tendrá que rendir cuentas de que no le redime el pasar por sus dedos febriles las del rosario en un ataque de atrición cobarde. Y en último caso que se vuelva contratado a Deauville.





Nos invitan a discutir y con moderación sobre principios, pero cuando unos salteadores nos están desvalijando la casa no hemos de ponernos a discutir con ellos del derecho de propiedad y lo que es el robo. Lo que apremia es arrojarlos y a poder ser por el balcón abajo. Las discusiones después.

Miente el doctor eso por causa de deshonor, castizo profesional de la uña sucia y de la boca aun más sucia de mentira, miente como un estafador que es, cuando dice que obedecemos a prejuicios doctrinarios de liberalismo. No invocamos la libertad, ni la Constitución, ni los derechos del hombre ni los mandatos de la conciencia universal y si nos mueve pasión es la de la justicia.

Cuando el señor Sánchez Guerra desembarcó en Valencia, de lo que habló fue de la fortuna que había fraguado en el ministerio con el chanchullo de los saltos del Alberche el duque de Tetuán, socio meritísimo de la banda de salteadores, todos a escote de granjería criminal.

Ante esa bajuna Asamblea a la que han ido a deshonrarse ciertos ciudadanos, algunos con hambre de notoriedad siquiera infame –otros, más advertidos, se han retirado a tiempo- no osó negar el cabecilla de la banda y caballero de industria, sus depredaciones. Dijo, refiriéndose a la de los teléfonos, que los generales –insultando así a los que no lo son de la banda- no tienen porque entrar a examen de los términos de un contrato. Y él, entonces, ¿por qué hizo encarcelar al Sr. Ossorio y Gallardo después de haberle atajado una carta privada que dirigió a don Antonio Maura? Ya para entonces se había él entrevistado con cierto personaje cubano, Orestes Ferrara, que trató con él del contubernio telefónico.

Las cosas están tan claras ya hoy, españoles, que el que se confiese de la llamada Unión Patriótica, no es persona honrada; no lo es. Hay que negarle hasta el saludo. Es encubridor, sino cómplice, de ladronería. O es tonto de remate y menos lo merece, pues como tonto, comido de envidia y de odio a toda excelencia natural. Son la hez de los fracasados. Y los que abjurando de esa unión colaboran como sea con la tiranía depredatoria, peor que peor. Ni para criticarla bajo censura permite la honradez colaborar con ellos. No se le puede dejar al reo que presida el tribunal que ha de juzgarle. Ni se puede consentir que ejerza de poder ejecutivo el ejecutor.

Y no invoque la banda la Patria blasfemando. La patria no son ellos ni la persona. Como ladrones: traidores. Y de esto les acusamos, de ladrones, traidores ladrones. Nos están saqueando, españoles, y deshonrando a España ante el mundo civil y civilizado. Y, encima, el inri de las zafias y groseras majaderías del Primo ese. El pus mancha tanto como la sangre y nuestra España está manchada. Hay que limpiarla a raspa de legra.

En Hendaya, al entrar en el sexto año en que fui arrancado de mi hogar por haber querido redimiros, españoles, de la infamia.

Miguel de Unamuno

Hojas Libres, marzo de 1929
Unamuno escribe desde su exilio en Francia


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