Las vicisitudes de la minoría más grande del Estado español en una contienda que les sobrevino.
¿Dónde estaban los gitanos y las gitanas durante la Guerra Civil? ¿Acaso desaparecieron? ¿Cuál fue su comportamiento ante los acontecimientos que estaban sucediendo? Ninguna respuesta en los libros de texto, y eso que es la minoría más numerosa de todo el Estado.
El pueblo gitano siguió conviviendo con el resto de la sociedad, también vivió el exilio, la lucha por una determinada causa, por ideales o por la fuerza de la coacción, y, sobre todo, sufrió las consecuencias de la barbarie. Pero han de tenerse en cuenta una serie de cuestiones intrínsecas a la naturaleza de este pueblo que nos ayudarán a comprender cómo afrontó las penurias de esta guerra.
El pueblo gitano, como grupo humano, no se posicionó a favor o en contra de ninguna facción de la contienda, evitaban verse involucrados en una guerra que no era la suya. Su alto sentimiento apátrida y su fuerte repulsa a la política impuesta por los Estados eran razones suficientes para justificar esta distancia. Sin duda, entre el resto de españoles la pertenencia a uno u otro bando durante la guerra se debió a diferentes factores, como la ideología o el lugar donde residían cuando se produjo el levantamiento. En el caso de los componentes de esta etnia, al no recibir ningún trato de favor destacable por parte de los nacionales ni por parte de los republicanos, no supieron muy bien dónde situarse. No obstante, esto no significa que no hubiese casos anecdóticos de implicación en la propia guerra.
El ideal anarquista fue el que más atrajo a estos miembros de la comunidad gitana que sí participaron. Encontramos casos como el de un secretario general de la CNT llamado Mariano Rodríguez Vázquez y apodado Marianet, un joven gitano que se empapó de la ideología anarquista durante su estancia en la cárcel, donde conoció a otros libertarios, y cuya biografía está recogida en un libro escrito por Manuel Muñoz y publicado en México en 1960; o el caso de Helios Gómez, otro gitano ,famoso internacionalmente por su obra pictórica, muy vinculado al anarcosindicalismo andaluz desde antes de la guerra, aunque en 1930 pasara a formar parte de las filas del comunismo; u otros muchos casos anónimos, como los gitanos y gitanas que formaban parte de la Colectividad Adelante de Lleida, o los gitanos milicianos capturados tras la caída de San Sebastián y trasladados al campo de trabajo de Gurs, en Francia.
Por otro lado, si debemos destacar un gitano posicionado en el polo contrario, ése sería Ceferino Jiménez Malla, “El Pele”, que fue más un defensor de la tradición y la religión que icono de la causa nacional. Tanto es así que en 1997 fue beatificado por el Vaticano.
Las fuentes orales del propio pueblo gitano dejan traslucir esa desconfianza por la participación en una guerra de “payos”, en una guerra que no era suya pero cuyo horror vivieron hasta las ultimas consecuencias, recordando los fusilamientos sufridos por parte de ambos bandos, las vejaciones soportadas a manos de las autoridades militares y policiales durante y después de la contienda, y el exilio forzado que tuvieron que realizar a Francia e incluso a América.
Se ha dado el caso también de algún componente del pueblo gitano que, huyendo de la Guerra Civil española, acabó en el campo nazi de Auschwitz, donde, aparte de judíos, se exterminaba a los gitanos. Más ancianos nos cuentan que cuando estaban en el frente intentaban pasar desapercibidos respecto a su condición de gitanos, ya que no les favorecía en absoluto dados los múltiples prejuicios que se arrastran desde hace siglos acerca de su pueblo. Gitanos vascos que hablaban euskera y francés sirvieron a las órdenes de famosos oficiales como Beorlegui, aprovechando su conocimiento de estas lenguas y del territorio; otros, por el contrario, ayudaron a cruzar la frontera a numerosos exiliados.
Y así, cientos de anécdotas que conforman las piezas de un puzle que poco a poco se van juntando. Son sus recuerdos, su participación en los episodios de la Historia de este país, su reivindicación a la aportación de la creación de esta sociedad en la que vivimos, haya sido buena o mala la deriva de la sociedad.
David Martin Sánchez
Fuente: www.diagonalperiodico.net