Se acerca el día y todos se preparan. Tienen un reto por delante: ganar las elecciones generales que se celebrarán el 20 de diciembre. Algo más de dos meses para cerrar pactos, elaboración de propuestas y convencer a la ciudadanía de cual es la mejor alternativa de gobierno para los próximos cuatro años. Tiempo tendremos de desbrozar los diferentes programas electorales, pero de algo deberíamos estar ya convencidos: con Rajoy nunca más, y dar nuestro voto a las fuerzas de la izquierda ideológica.
La ruptura de conversaciones entre Podemos e Izquierda Unida es una mala noticia para la unidad de la izquierda necesaria. Sin voluntad política, difícilmente se llegará nunca a nada. IU no ha querido someterse a Podemos, ni al proceso de primarias, ni al método de elaboración de las listas, cuyos principales puestos, parece que ya estaban decididos. Por su parte, Pablo Iglesias, no ha querido esperar a que Alberto Garzón convenciera a su partido de los términos de las negociaciones. La primera impresión es que no ha habido acuerdos por cuestiones de cierre de fechas en la elaboración de las candidaturas y de procedimiento de las primarias. Pero no es así. Son cuestiones de fondo, de programa y actitudes políticas.
Podemos abrirá sus listas a otras formaciones o movimientos de izquierda, como con Equo para integrar a Juan López Uralde en alguna de sus candidaturas y con Convocatoria por Madrid, encabezada por Tania Sánchez. IU buscará una confluencia con plataformas progresistas y se presentará a las primarias de Ahora en Común, como un espacio «amplio y ciudadano» en que trabajar con un «programa rupturista y de transformación social». En fin, la confluencia de todas las fuerzas de la izquierda no se va a producir, y la imagen puede llegar a ser una sopa de letras, con siglas distintas según el territorio, difícil de entender para algunos. «Nosotros vamos a disputar claramente el espacio de la izquierda, mientras Podemos gira legítimamente al centro», dice Garzón. Mientras, Podemos, que ha mantenido «abiertos los puentes a la incorporación de Alberto Garzón a su candidatura», ha considerado inaceptable el «requisito irrenunciable» por parte de IU de formar una coalición electoral de ambos partidos a nivel estatal. Lo cierto es que la decisión beneficia al bipartidismo del PP y del PSOE y a la «casta», contra la que Podemos dice estar.
En la otra parte de la balanza, Ciudadanos, que según todas las encuestas está en alza, alcanzando las posiciones del Partido Popular. El partido de Albert Rivera, cree tener la llave del centro y enfoca su campaña en minar al PP, quitándole votos, sustituir a UPyD y frenar a Podemos. Centrarán su campaña en «propuestas y no en una guerra de banderas», entre la que destaca su propuesta de reforma constitucional, sin conocer todavía sus términos. La discusión está en donde hay que ubicar a esta formación, si en el centro o en la derecha política. Ellos lo tienen claro, como claro lo tenemos algunos, que no nos dejamos engañar por la imagen. «Nuestro modelo es diferente, cogemos cosas del PP y del PSOE, pero de distinta forma», aseguran, «centrados en las reformas concretas que necesita el país y no en batallas entre partidos», pero son de derechas.
Si Ciudadanos se acerca a la cabeza, PP y PSOE se estancan de cara al 20-D. «En el centro está la clave», dice la editorial de El País, que apuestan decididamente por el partido naranja, como «árbitro ineludible en el próximo Congreso de los Diputados», aunque está por ver si el tirón que reflejan las encuestas se consolida. Que no nos confundan, Ciudadanos no es el centro, sino que es la misma derecha ideológica que el PP, con visos de modernidad, en términos simbólicos, vinculando derechos a patria o nación. La economía primero y después la igualdad; y por encima de todo su identificación con espíritu del nacionalismo español, frente al de los periféricos «rompedores de España».
Y el bipartidismo campando a sus anchas, con unas expectativas que se estrechan, donde los líderes se juegan el liderazgo y los partidos la supremacía. El PP haciendo precampaña, sin tiempo suficiente para tanta inauguración, aprobando medidas de gobierno, reformando sus propios presupuestos generales, que son auténticos actos electorales. Y miedo, mucho miedo. Mirando los resultados electorales de las autonómicas y municipales pasadas y el ascenso que las encuestas otorgan a Ciudadanos, que les quita votos por los cuatro costados. El programa para noviembre, y como mensaje la matraca de que si el PP no renueva su mayoría, llegará a España el apocalipsis. Pero ni con esas. Rajoy y los suyos, de esta se van.
El PSOE recupera el logo del puño y la rosa, reivindicando los valores tradicionales socialistas, que a estas alturas no sabemos bien cuales son, después de escuchar que «Somos la primera fuerza de la izquierda y representamos el centro izquierda, que es donde están los españoles». Difícil lo tienen, si quieren diferenciarse de los otros partidos, que pretenden ocupar el mismo espacio electoral, si presentan un programa moderado para no asustar a nadie: sin derogar la reforma laboral del PP, ni la ley de amnistía, que permita poder investigar los crímenes del franquismo, ni derogar todas y cada una de las leyes injustas que el rodillo del PP ha establecido. Si alguien está en contra de algo, tiene que implicarse en eliminarlo; no valen las medias tintas, aunque Pedro Sánchez promete emprender reformas en materia educativa, impulsar un nuevo estatuto de los trabajadores, un nuevo Pacto de Toledo y la reforma constitucional, con el objetivo de garantizar la convivencia de los españoles. No creo que sea suficiente.
Lo tendrían claro si asumieran las cuatro aspiraciones del partido socialista en su fundación: 1. La posesión del poder político por la clase trabajadora. 2. La transformación de la propiedad individual o corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad colectiva, social o común. 3. La organización de la sociedad sobre la base de la federación económica, el usufructo de los instrumentos de trabajo por las colectividades obreras, garantizando a todos sus miembros el producto total de su trabajo, y la enseñanza general científica y especial de cada profesión a los individuos de uno u otro sexo. Y 4. La satisfacción por la sociedad de las necesidades de los impedidos por edad o por padecimiento.
Habría que completar hoy esta declaración programática, con la pretensión de unos servicios públicos de calidad, un empleo digno, eliminar la precariedad y evitar el paro y establecimiento de una renta básica. Sanidad pública, educación sin religión y derecho a la vivienda. Libertades democráticas, contra la represión y contra la corrupción económica y política. Conseguir una sociedad de hombres y mujeres libres, contra los gobiernos que agreden la dignidad de las personas; contra el terrorismo machista que mata y por la justicia social, la igualdad real y efectiva y la solidaridad.
Con la toma de posiciones que están haciendo y las propuestas que se dejan ver, no parece que ninguna formación vaya a plantear innovaciones, que superen la crisis total que padecemos y avanzar por el cambio del modelo social. Algunos me considerarán, en el mejor de los casos, de utópico, otros de viejo caduco; pero entiendo que, hoy como ayer, ser de izquierdas o representar a la izquierda ideológica, pasa por la completa emancipación de la clase trabajadora, es decir: abolir las clases sociales dominantes y su conversión en una sola de trabajadores, dueños del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes.
Víctor Arrogante
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