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República del pueblo y para el pueblo.

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A día de hoy, la sintonía entre el proyecto republicano y las demandas del tejido social debería de ser la base de acción de toda agrupación constituyente, resultando errónea la deliberación previa sobre un posible aparato orgánico o un modelo de simbología adecuada.


La política se fundamenta en la estrategia social, en la lectura de la voz ciudadana y su posterior adaptación en unas propuestas concretas. Y si bien la república es la alternativa más favorable al bienestar común y al estímulo intelectual de la población comunitaria, en el presente somos pocos quienes trabajamos para enfocarla en clave política: más allá de la nostalgia histórica o de sus posibilidades estructurales. 






Nos referimos, ante todo, a una iniciativa de gobierno destinada al solvento de las necesidades del conjunto social en pro de la auto-gestión del ciudadano/a, entendido como último responsable de lo adoptado en el ámbito público. ¡República conlleva a la organización de una comunidad en base a la acción participativa, libre e igualitaria, de sus conformantes! Y a raíz de este planteamiento, vinculado a la etimología y naturaleza política del concepto, se ha de trazar una estrategia sincrónica del plano teórico en las demandas de la realidad presente...¡De lo contrario, los republicanos/as seguirán esparcidos entre formaciones accidentalistas, algunas afines a nuestros valores y siempre estudiosas de las necesidades sociales! Y es comprensible: la referencia al modelo republicano como entidad abstracta, o la rememoración constante de su legado, no conlleva a un método de solvento acorde con la problemática global de la ciudadanía. 

La república se entiende como un baño de participación e inevitable proceso de renovación democrática, presentando, como acción consecuente, una plena incompatibilidad con la herencia en el ámbito público...¡Pero, especialmente, con la reducción en el marco de garantías y derechos civiles; con las desigualdades económicas orquestadas por una élite financiera internacional; o con la restricción de la libre expresión y la libre enseñanza! 

Y hoy día, las numerosas formaciones del plano electoral plantean una forma de solución desvinculada del ciudadano/a, de aparente inspiración en su propio bienestar. Por contra, el proyecto republicano se apoya en la autogestión del bienestar común, entendiendo al individuo en su plena mayoría de edad y como único capacitado para la toma de sus propias decisiones. 

La participación consensuada de la ciudadanía responde entonces al núcleo de formación del nuevo país: una acción participativa fundamentada en la elaboración de un programa común, a su vez diagnóstico de las demandas ciudadanas; en la convocatoria de asambleas favorables al ejercicio de la soberanía popular y el consenso programático; y en el llamamiento a la construcción de un nuevo sistema que tome la voz del pueblo como el único de sus cimientos. 

¡De nada sirve hablar de república sin una base de propuestas solventes, elaboradas mediante una participación libre e igualitaria! Como mucho, se reduciría a un concepto vacío y de plena desvinculación social: una mera ilusión política al alcance de pocos.

Frente a la continua alusión hacia el ámbito histórico (instrumento didáctico y de respaldo político), se debe de articular un espacio asambleario de soluciones ante la problemática del paro, la precariedad del empleo o la explotación laboral. La deliberación tradicional entre una forma presidencialista o parlamentaria, ha de sustituirse por el estímulo de la participación en pro de la igualdad de género, del laicismo o del fomento de la conciencia medioambiental...¡Y las disputas por el modelo territorial y el marco organizativo, deben de relegarse ante las medidas de garantías sociales, tal como el acceso universal a la educación o la defensa de nuestra soberanía en el exterior!


Pues si en la organización de la voz ciudadana descansa el fundamento del proyecto republicano, la acción política habrá de inclinarse hacia propuestas de solvento social: a ello lo llamaremos república, y esta vez, república del pueblo y para el pueblo.

Javier Sabín
Secretario general de Alternativa Republicana-Madrid

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