Pronunciar el nombre de Hamlet es suscitar en nuestros oyentes la imagen del Príncipe de Dinamarca sosteniendo en sus manos la calavera de Yorick, el difunto bufón de la Corte, mientras desarrolla su famoso soliloquio del “ser o no ser, he ahí el dilema”. En la Historia real los ejemplos de dilemas cruciales a los que han debido enfrentarse gobernantes de todo tipo, son numerosos. Es normal entonces que la reflexión y el debate colectivo sean el método más autorizado para decidir y actuar en consecuencia. La única condición que el recto sentido y la razón imponen, es que tras los momentos de duda y discusión, la decisión no puede verse lastrada por ninguna otra consideración ajena a la realidad concreta que ha sido debatida.
En absoluto comparto la calificación de traición que se le ha imputado a Tsipras. Y no lo comparto porque, además de no ser verdad, dicha acusación hace de velo, de distracción, de ocultación del verdadero problema que nos atañe tanto a los trabajadores de Grecia como a los de España y el resto de los de la UE. El problema de Tsipras, como también el de Varoufakis en menor medida, es que siguen creyendo que en la actual UE, con el euro y la deuda ilegítima cabe alguna solución mínimamente concorde con la aplicación de los DDHH, la Carta de Turín de 1961 o simplemente con las exigencias más elementales de un proyecto democrático.
El temor de Tsipras a romper con el euro no obedece a una lógica o a unos planteamientos basados en razones, evidencias constatables o las experiencias sufridas por su propio pueblo. El miedo de Tsipras se incardina en el temor reverencial, casi supersticioso, con que la mayoría de dirigentes políticos de Grecia o de aquí en nuestro país, afrontan todo lo relativo a la troika o a Bruselas. En su obnubilación dicen Europa cuando debieran decir UE o en su caso, eurozona. Abducidos por palabras, ilusiones y proyectos de otra época quieren seguir creyendo que este IV Reich tiene algo que ver con la letra del proyecto de Europa de los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado.
Ningún gobernante que haya convocado y arrastrado a su pueblo a que se posicione ante un reto de tal magnitud, tiene justificación alguna para hacer lo que en Grecia se ha hecho. Mejor hubiera sido no apelar a la ciudadanía y aceptar desde el principio el diktat de Alemania. ¿Puede entenderse tamaña marrullería en la patria del “demos” y la democracia de Pericles? Ni entiendo a Tsipras ni tampoco a quienes siguen considerando que hizo lo que podía o debía. Y no los entiendo porque obvian y ningunean un hecho fundamental, clave, decisivo: el 61% de la voluntad de los griegos ¿cómo pueden seguir hablando de Democracia?
Nunca me ha gustado hablar del pasado si no es para abordar el presente. ¿Y ahora qué? El domingo 23 de agosto Melenchon y Varoufakis se reunieron en Francia y acordaron la puesta en marcha de una conferencia sobre un hipotético “Plan B” para salir del euro. Por otra parte Oskar Lafontaine también se ha mostrado predispuesto a abordar dicha cuestión. Los que aquí en España hace tiempo que hemos firmado un manifiesto a favor de recuperar la soberanía monetaria, calificamos la iniciativa de Melenchon y Varoufakis como un paso más hacia la concreción político–técnica de nuestra apuesta. Salir del euro, auditar la deuda y cuestionarse esta UE desde otra concepción del proyecto europeo, es el reto que puede y debe unir energías, proyectos políticos y visiones alternativas.
Quienes aquí en España demandan el cambio y la anulación de la mal llamada política de la austeridad, no pueden, en puridad lógica y ética, abordar los males sin ir a la raíz de los mismos y además escamoteando el fondo del problema. No es hora de eufemismos ni tampoco de cálculos electorales erróneos y propios del cuento de la lechera. Cuando hasta Felipe González reconoce el error cometido al construir la moneda única, es paradójico, cuando no desesperante, que sigamos sobando y dándole vueltas a la calavera de Yorick. O asumimos el reto que la realidad nos plantea o volveremos a ser derrotados sin paliativos. Es la hora del Julio César ante el Rubicón y no la del permanentemente inseguro Hamlet. Un Hamlet–Tsipras que en clara contradicción con el discurso de la campaña electoral ha firmado un acuerdo de cooperación militar con Israel. ¿También ha sido una imposición de la troika?
Julio Anguita
Fuente: Mundo Obrero
Publicado en el Nº 288 de la edición impresa de Mundo Obrero septiembre 2015