"El problema de los migrantes es un castigo para Europa por su indiferencia y por ser cómplice del militarismo agresivo de Washington", aseguró el ex asesor económico de Ronald Reagan, Paul Craig Roberts.
Dicen que Europa padece una "crisis migratoria" y, quizá, se pueda definir así la situación. Otros sostenemos que decenas de miles de latinoamericanos nos contamos como trasterrados, aterrizamos en tierras de asilo en la pasada década de los 70 y sabemos que de lo que se trata es que los padeceres primarios son de migrantes, familias y entornos.
Europa occidental vive desde hace unos años los ecos migratorios de lo que muchos festinaron como "la primavera árabe", y entre aquel y este momento algunos miles se ahogaron en el Mediterráneo antes de llegar a destino. Frente al hecho, la Unión Europea (UE) dispuso el envío de patrullas de sus armadas para contener las oleadas humanas: aplicó su diplomacia de las cañoneras.
A la migración que comenzó con cientos de procedentes de África, se sumaron los del este, de Siria, el Golfo Árabe-Persa y más allá, en la búsqueda de "un sueño europeo" donde encontrar, seguridad, paz, comida, trabajo, vivienda; en algún sentido -parafraseando a Frantz Fanon- son los "condenados de la tierra del siglo XXI".
Frente a lo previsible, la Unión Europea dispuso una "solución defensiva": erigió barreras de contención con alambradas de púas. En el oriente de la UE, Turquía levantó hace más de año y medio una valla de 12 kilómetros (km) y medio en Erdine: por ahí no deberían pasar palestinos, afganos ni iraquíes. La imitación búlgara lo hizo entre Lesovo y Kraynovo (30 km), que incrementará con otros 82 km. Si el refugiado no transitó hacia esos lugares y lo hizo por Grecia, sobrevivió las golpizas y ataques de la policía macedonia e ingresó a Serbia, llegará a Hungría, que construyó un vallado de 135 km y cuatro metros de alto. Otra circunstancia que alienta esta ola es que los europeos que explotan recursos africanos y transfieren las ganancias a sus sedes, generan mayorías de pobres a los que queda un camino: migrar.
Como ejemplos hay en varios lados, se imitan vallas erigidas en Ceuta y Melilla, ciudades del Reino de España con tres cercas para enfrentar -sobre todo- los asaltos de los hijos del africano-musulmán Reino de Marruecos, que también puso su alambrada.
Si después de tanto peregrinar con o sin documentos (legítimos o falsos), se transita por las penínsulas europeas o se vadea el Mediterráneo, hay otra contención en Calais para llegar a Inglaterra: en agosto del mes pasado, David Cameron y François Hollande coincidieron en lo que el británico llamó “plaga” migratoria, por lo que alambres y más cámaras de seguridad se instalaron en suelo galo, adyacentes al Eurotúnel, apuntando contra quien pretenda ir a territorio insular y solicitar ser considerado refugiado, asilado o simple trashumante.
Quedan atrás de migrantes y territorios desechos por la acción extranjera, las guerras civiles o fanatismos de distinta etiología; en el medio, el robo, la trata, el riesgo de morir, las privaciones de toda índole, la segregación. Cruzar de Turquía a Grecia embarcado, viajando hacinado, cuesta más de mil 200 dólares, a los que se agregarán los gastos por cualquier otra cosa, desde el agua hasta el chaleco salvavida. Los iraquíes, sirios afganos somalíes o yemenitas pueden dejar atrás el "Estado Islámico” o quien opere con sus mismos designios; en el medio deberán pasar por los traficantes y enfrente tendrán una Europa cuyos gobiernos no los quieren y los grandes medios de comunicación los exhiben como "elementos peligrosos".
En Europa el fenómeno tiene otras consecuencias, entre las que destaca la división de la población. Es notorio el nacimiento y crecimiento de movimientos y partidos ultraderechistas, xenófobos y que encuentran razón de ser al declarar y actuar contra los migrantes. En la actividad represiva destaca Alemania, donde grupos filonazis agreden refugiados, al tiempo que ese país y otras naciones -asientos del gran capital- se “protegen” y aumentan la represión en las fronteras contra quienes vienen del este o cruzan el Mare Nostrum.
Saben, además, que en las sureñas riberas del Pérsico no serán recibidos en Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar ni Bahréin y deberán andar unos miles de kilómetros más sorteando obstáculos. Esos estados son sospechados de ser los "financiadores" que administran las acciones del Estado Islámico y -en paralelo- con el gobierno sionista de Benjamín Netanyahu, beneficiarios del petróleo iraquí que el grupo terrorista les vende a "precios covenientes". Asimismo, la muerte del niño sirio Aylan Kurdi en una playa turca desencadenó un inusual ataque de internautas contra esas monarquías expresando desaprobación hacia sus gobiernos.
Las agrupaciones de extrema derecha xenófoba como el UKIP en Reino Unido; el Frente Nacional en Francia; los extremistas alemanes; el Partido Popular Danés; Jobbik en Hungría; el Ley y Justicia de Polonia; el Futuro de Austria (BZÖ); los Verdaderos Finlandeses; el Partido por la Libertad (PVV) en Holanda o Amanecer Dorado de Grecia, crecen.
Al final, para sorpresa propia y ajena, reproducimos lo que viene de quien por sus antecedentes se tenía consideraba un impío: "El problema de los migrantes es un castigo para Europa por su indiferencia y por ser cómplice del militarismo agresivo de Washington", aseguró el ex asesor económico de Ronald Reagan, Paul Craig Roberts.Mientras en la revista alemana Der Spiegel el canciller austríaco, Werner Faymann, comparó el trato de Viktor Orbanl -primer ministro húngaro- a los refugiados con las deportaciones nazis de judíos a campos de concentración, y el responsable de Interior de Berlín, Frank Henkel, condenaba actos de la ultraderecha, el ministro federal de Interior, Thomas de Maizière -por indicación de la canciller Angela Merkel- anunciaba que "Alemania ha decidido introducir de manera provisional controles en sus fronteras, en particular con Austria", lo que derivó en la cancelación temporaria de las corridas ferroviarias.
A manera de conclusión inicial se puede decir que xenofobia más islamofobia dan forma al “chivo expiatorio” de la nueva situación, al tiempo que buscan dividir a los pueblos de Europa entre nacionales y extranjeros. En otra sentido, en la primera quincena de este mes hubieron protestas públicas en las calles de las capitales de Portugal, Inglaterra, Francia, Grecia y Dinamarca, donde en Copenhague 30 mil personas expresaron su solidaridad con los migrantes. Otro tanto aconteció en 60 ciudades italianas en que se demandó más solidaridad con los refugiados y migrantes que arriban buscando mejor futuro. Agregó, que "durante 14 años Europa ha apoyado el militarismo agresivo de Washington, que ha asesinado y dislocado a millones de personas que nunca levantaron un dedo contra Washington".
Rubén Montedónico