"Un pueblo no está vencido mientras no se resigna a serlo", dijo una vez el mariscal Foch, gran vencedor de la primera guerra mundial. Y estas palabras, que siempre fueron válidas, lo siguieron siendo en cualquiera de las guerras que han estallado hasta nuestros días.
El 10 de mayo de 1940, con la invasión de Holanda y Bélgica, y la de Francia cuatro días más tarde, por las unidades blindadas y los comandos de paracaidistas del Tercer Reich, se consumaría una de las más humillantes derrotas que encajarían los ejércitos aliados durante la segunda guerra mundial. París caía en poder del invasor germano el 14 de junio, y una semana después firmaba el armisticio.
Los españoles de la 2º División Blindada se dirigen a París.
Cinco años después, el 22 de agosto de 1944, a las once de la noche, Leclerc recibe esta orden: "La 2ª División Blindada se dirigirá en la jornada del 23 hacia el Este. Salida a las siete de la mañana del día 23. Objetivo: Villecoublay". Esta localidad está situada a unos 20 kilómetros al Sudoeste de París. El día antes, el 21, un destacamento de la 2ª División Blindada, mandado por el comandante Guillebón, había salido en exploración hacia París.
Nótese que la 2ª División Blindada española, desplegada según las mínimas normas de seguridad, en orden de marcha, se extendía a lo largo de un centenar de kilómetros. Dado que los desplazamientos se efectuaban, por lo regular, por carreteras secundarias, sembradas de tanques, de camiones y de cañones destruidos, el primer tramo de itinerario, desde Eccouché a Marmers (unos 65 kilómetros) se recorrió con una lentitud desesperante.
A las 13,30 horas, a mitad de camino entre Noget-le-Rotrou y Chartres, el coche del general De Gaulle adelanta la columna de Leclerc. Y media hora después se cambia el punto de destinode la 2ª División Blindada. El objetivo es ahora la villa de Limours (a 40 kilómetros al Sur de París), ya que en la zona de Villecoublay se señala una fuerte concentración de blindados alemanes. Las primeras fuerzas que entran en Limours, en la anochecida del 23, son las patrullas del destacamento del comandante de La Horie, en el que figura la Novena Compañía, compuesta casi íntegramente por republicanos españoles. Se han recorrido unos 200 kilómetros en una jornada , con pasmosa regularidad, pese a las repetidas escaramuzas en que las patrullas de Leclerc se han visto enzarzadas.
A las 21,30 horas, Leclerc modifica de nuevo el eje de la marcha: "El asalto a París -prescribe la orden- se dará por Longjumeau-Arpajon-Sceaux-Le Panthéon y la Porte d'Italie. Los objetivos en la capital serán éstos: 1º. Apoderarse de la Préfecture de Police. 2º. Cubrir el sector Charenton-Neuilly (es decir tapar la salida Este de París) sobre el río Marne".
La orden de entrada en París fue fijada para la madrugada del 25 de agosto de 1944. Aquella noche nadie dormirá, pues se debe agrupar a toda la unidad en un perímetro reducido antes de que amanezca. Ya entrada la noche empieza a llover. La lluvia es, en determinadas circunstancias, una de las cosas que más desmoralizan a los soldados. En el caso de la 2ª División Blindada, con una dotación de casi cinco mil vehículos, y cuyos movimientos sólo podían efectuarse sobre pisos firmes, aun tratándose de una lluvia de verano, es obvio que hizo todavía más ardua la maniobra nocturna.
Entre tanto, el cónsul sueco Nordling, que ejercía de mediador entre alemanes y franceses, para obtener una tregua y salvar París de la destrucción, consigue la liberación de los prisioneros franceses. Más tarde declarará: "Si no hubiera sido por la Resistencia y la insurrección, mi gestión hubiese fracasado. En la liberación de París, Von Choltiz se rindió prácticamente a la Resistencia antes de capitular oficialmente ante el general Leclerc". Realidad que el propio general De Gaulle refleja en sus Memorias con estas palabras: "Es la acción de las fuerzas del interior la que expulsó al enemigo de nuestras calles, diezmando y desmoralizando a sus tropas y acorralando a sus unidades en sus puntos de apoyo fortificados".
24 de agosto de 1944: Los españoles de la novena entran en París.
A la siete de la mañana se ponen en marcha las columnas de vanguardia, mandadas por los comandantes Warabiot y Putz. Este último era un antiguo jefe de batallón de la XIII Brigada Internacional. Ahora manda el Tercer Batallón del Regimiento de Marcha del Chad, en el que combaten unos dos mil españoles. La columna de Warabiot se retrasa a causa de un campo de minas con el que se tropieza apenas arranca. Cuando reemprenden la marcha, Putz y sus hombres -los españoles- ya han alcanzado Longjumeau, y a partir de entonces el resto de la unidad irá siempre siguiéndole los pasos a la Novena. Los tanques Sherman y los autos blindados (half-traks) de la Compañía española acaparan la alegría, las aclamaciones y los besos y abrazos de la población civil.
Antes de llegar a Antony, una pieza del 88 los acoge con una auténtica cortina de fuego. El capitán Dronne, jefe de la Novena, ordena el disloque de la columna para salvar el obstáculo.
En el diario de marcha del capitán francés se señala que "en la aventura del 88, el blindado del español Gualda, el "Madrid", perdió una cadena y terminó la etapa rodando sobre las ruedas dentadas metálicas. Gualda era uno de los conductores más expertos de la Novena, por algo era chófer-mecánico de profesión, y pertenecía a la 1ª Sección que mandaba el alférez Federico Moreno, ex jefe de E.M. de la 67º Brigada, en el frente de Madrid. Fue precisamente éste el que, con su "Don Quijote", se lanzó por una hondonada cercana al pueblo -"andando despacito y escogiendo terreno blando, para no meter mucha bulla", no ha explicado el propio Moreno-, y atacó la posición alemana por la espalda, reduciéndola al silencio, sin necesidad de pedir ayuda, como otras veces, al "Air Support Americaín". Dicho cañón estaba emplazado en la Croix-de-Berny (no lejos de un antiguo campo de concentración alemán, "Front-stalag", en el que, en mayo-junio de 1940, estuvieron encerrados cientos de compatriotas nuestros), en el cruce de carreteras que conducen al penal de Fresnes. Uno de los resistentes españoles encarcelados allí, Emilio vivas, un veterano militante libertario barcelonés, me aseguró que muchos presos pudieron seguir las incidencias del combate. "En verdad -me puntualizó Vivas-, los servidores del cañón solitario tenían la retirada cortada a causa de la resistencia organizada por los detenidos políticos del penal. Y, a juzgar por el estruendo de las explosiones, aquello debió de ser un auténtico infierno".
Mientras tanto, en el ala izquierda del cruce, los hombres de la Novena se han apoderado de cuatro cañones antitanques del 20. El capitán Dronne hace maniobrar a sus grupos volantes con una soltura asombrosa y en las puertas de París los hombres que asumen el mando de los mismos se llaman Moreno, Elías, Campos, Bernal y Montoya. Otro suboficial español, Granell será el oficial de enlace. Y Antonio Van Baumberghen Clarasó "Bamba", hijo de Reus, manda la Compañía de Municionamiento. El capitán Blázquez detenta el mando del Primer Escuadrón de Reparaciones ("el taller ambulante", que manda el teniente Zaragoza).
El alférez Montoya ha sido herido por la metralla del 88, y su conductor, José Molina, cae mortalmente herido a su lado. En Boulanvilliers, en los arrabales de París, es gravemente herido otro español, Vega, que permanecerá hospitalizado hasta el final de la guerra.
La sección que rompe la última resistencia alemana en Antony, a dos pasos de la Puerta de Italia, es la del alférez Elías, protegida por la del alférez Montoya, el cual, tras la cura, se ha negado a dejarse evacuar, y la de otro suboficial español, el canario Campos.
En la carretera se han ido infiltrando en la columna los jeeps de los corresponsales de guerra (periodistas, fotógrafos, y reporteros radiofónicos norteamericanos sobre todo), entre los que se encuentra el escritor Hemingway. Uno de ellos, el del New York Times, en el número del 25 de agosto de 1944, publicó esta crónica:
"A las seis de la mañana (del 24) emprendimos la marcha hacía París, llegando hasta la población de Antony, donde fuimos detenidos por un escuadrón motorizado de republicanos españoles. La lucha en aquel sector se había recrudecido y aquellos aguerridos muchachos de la República Española consideraron que allí corríamos peligro. Aproveché la circunstancia para entablar conversación con ellos. Muchos llevan ya varios años luchando al lado de los hombres de la France Libre y algunos son evadidos de los Grupos Disciplinarios de Cherburgo. Todos son expertos en estas armas modernas de combate que son los blindados y dan prueba de un valor extraordinario -me cuenta su comandante-. Sus tanques y sus autos blindados llevan pintados en el morro y en sus costados los colores de la bandera republicana española y nombres tan sugestivos como éstos: Belchite, Ebro y Guadalajara. Poco después de las nueve recibieron la orden de proseguir la marcha, y antes del mediodía alcanzábamos los arrabales de la capital, precedidos por los republicanos españoles que eran aclamados por la población civil con indescriptible delirio". Esta crónica la firmaba Charles Christian Wertenbaker.
-continuará-
Eduardo Pons Prades
Publicado en Tiempo de Historia, Año I, Número 3. Febrero 1975