Cuando desde hace unos años diversos articulistas y analistas políticos empezaron a utilizar el calificativo de «fascista», para calificar al Partido Popular, muchas personas (incluidas de izquierdas) se escandalizaron ante tal atrevimiento. Pero con el tiempo hemos podido aprender a utilizar este calificativo, como algo no simplemente peyorativo sino descriptivo.
Muchos se extrañan cuando conocen que el PP sigue teniendo posibilidades de ser la fuerza política más votada, según las distintas encuestas y sondeos electorales. No hay que olvidar que el PP nace de la profundidad del franquismo y de la más distinguida aristocracia capitalista. A la derecha se le unió lo más granado del fascismo tras la guerra civil y los nuevos ricos producto de los negocios del régimen. Ahora se le han sumado los corruptos enriquecidos por los negocios facilitados por el PP, que tras el fracaso de Alianza Popular, resurge resplandeciente de sus cenizas y en ello están.
En España no ha surgido un partido abiertamente de «extrema derecha», porque siempre han identificado estos votantes al PP como su lugar natural. Esto, unido al control de los medios y sus políticas más o menos disimuladas hasta el 2011, hicieron del partido de Aznar y Rajoy una derecha que se llamaba a sí misma «centrista» para ocultar su verdadera cara. Esa cara auténtica que se materializa, en un sonoro «que se jodan» de una diputada del PP, hija de un preso por corrupción, en la sesión parlamentaria, donde Rajoy anunciaba importantes recortes a los españoles y familias más desfavorecidas.
Hay gente decente, con convicciones políticas de derecha y que entienden que la democracia es el mejor sistema de convivencia. Con ellos no nos metemos. Bastante tienen con estar en sintonía con el todavía vivo franquismo sociológico, cavernícola, reaccionario, caciquil y racista. La imagen, la da a la perfección el antiguo alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, un racista xenófobo, ahora candidato a la presidencia de la Generalitat por el PP. Parafraseando a Pedro de Alzaga, es como si Mariano Rajoy hubiera dicho: Catalanes, si no queréis independencia, votad a un racista. El despropósito favorecerá a Ciudadanos. Conocíamos y ahora constatamos una vez más, el porqué en España no proliferan los partidos fascistas y de extrema derecha, como se da en otros lugares de Europa: la extrema derecha nacional está en el seno del PP y bien protegida.
Es sorprendente ver estos días a gente indignada por el nombramiento de Albiol como candidato, indignada porque el PP sea un partido de derechas, haga políticas de derechas, tenga discursos de derechas y presente a candidatos de derechas. ¡Es que son de derechas! Y no reniegan de ello, aunque se hagan llamar centro para despistar. Y la derecha es, entre otras cosas, xenofobia. También machismo, como ocurrió con su candidato a las europeas, Arias Cañete, el cual ganó esas elecciones sin que hubiese hecho nada siquiera para intentar ganarlas. No está nada claro que el machismo o la xenofobia edulcorada de «posición natural a favor de la seguridad» no le sea rentable electoralmente al Partido Popular.
El PP puede pasar, de ser el partido más votado con el 44,6% de los votos en las elecciones de 2011, a obtener entre un 23% ó 30%, según las diferentes encuestas que no se ponen de acuerdo, salvo que la tendencia de la perdida de votos es incuestionable. Calculamos, sin base científica, que precisamente, un 20%, es el apoyo que el PP obtiene de personas con ideología de derechas, franquistas y de la ultra derecha y ahí está su base.
El PP es de derechas y representa a la derecha más reaccionaria de Europa. Corrupto, según todos los datos y casos conocidos. Fue el caso Barcenas, con los sobresueldos, que implica directamente al presidente Rajoy, la Gürtel y ahora la Púnica. No queda títere con cabeza. Por activa o por pasiva, la cúpula nacional y la mayoría de las autonómicas, están tocadas con una varita «sobre» sus cabezas. Qué decir de la corrupción en el ámbito local. Ana Garrido, sabe bien y mucho de eso. En el ayuntamiento de Boadilla del Monte comenzó casi todo, de donde ha salido tanta suciedad, que ha habido para esparcir por toda la geografía española.
Qué tiempos aquellos cuando salieron todos en familia para denunciar que existía una trama de corrupción no del PP sino «en contra del PP». Es decir, todo era un desgraciado latrocinio de dos o tres sinvergüenzas que se aprovecharon del partido para lucrarse personalmente. Luego a la hora de explicar el pago en «B» de las obras de remodelación de su sede nacional el relato exculpatorio se fue complicando.
El llamado franquismo sociológico, se incorporó a la modernidad española, con la santa Transición, pero fue una pose. Les dijeron: la democracia es el futuro y nada podréis conseguir fuera de ella. Hubo díscolos ultramontanos que todavía opusieron resistencia, incluso dando un golpe de Estado el 23-F de 1981. Fue el punto de inflexión. Todos demócratas, todos apoyando el nuevo régimen, encarnado en el rey Juan Carlos, impuesto por Franco, con la incorporación de la hasta entonces oposición democrática, desde el PCE, pasando por el PSOE y hasta los nacionalismos vascos y catalanes. Si Franco en su testamento, lo dejó todo «atado y bien atado», con el compromiso del 78, quedó —por lo que pretenden— por los siglos de los siglos. Por salud democrática tenemos que evitar que esto continúe.
Europa camina con las políticas del Euroreich alemán hacia un lugar oscuro donde la democracia sea un mero decorado sin poder efectivo, con los países sometidos a las necesidades de Berlín y los caprichos de los mercados. La derecha española tiene, en este sentido, un plan muy claro: convertir nuestro país en un estado sin soberanía ni dignidad, que se devalúe hasta donde necesite Merkel, donde la mayoría de los ciudadanos tengan que conformarse con una vida precaria y un trabajo insuficiente, mientras las élites fascistas siguen construyendo su fortuna sobre la pobreza de trabajadores y trabajadoras y los negocios bajo mesa-camilla de lo poco público que vaya quedando.
Ante tanto despropósito conocido y por conocer, tenemos que marcarnos un claro objetivo: Hacer que el PP abandone el gobierno, para nunca jamás. Establecer una decidida estrategia: conseguir la ansiada Unidad Popular, por la democracia, la soberanía y los derechos; con la unión de la izquierda progresista, partidos y movimientos sociales y construir una sociedad justa, igual y solidaria. Y una táctica generosa con el compromiso claro, para que no vuelva a repetirse el hecho de que unos pocos, impongan su voluntad contra todos los demás.
Víctor Arrogante, columnista y analista político y Marcial Vázquez, politólogo y autor del reciente “Los cuervos de la democracia”
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