Los partidos dinásticos del turno político del sistema de la Restauración, es decir, conservadores y liberales, llevaban escindidos en fracciones vinculadas a distintos líderes desde hacía mucho tiempo, en realidad desde la muerte de Cánovas y Sagasta. Durante la Dictadura de Primo de Rivera casi habían desaparecido.
Muchos de sus cuadros habían ingresado en la Unión Patriótica, mientras que algunos destacados personajes habían sufrido la represión del régimen, como la padecida por Sánchez Guerra, Santiago Alba y el conde de Romanones, ya que un sector de estos partidos no aceptó nunca que se terminara con el sistema constitucional.
Al terminar la Dictadura, ambos partidos intentaron resurgir y reconstruir su influencia electoral, basada en el caciquismo, pero las circunstancias políticas eran adversas para resucitar maquinarias políticas ya obsoletas, a pesar de que en el campo siguieron teniendo mucho poder como lo demostrarían los resultados que se sacaron en las elecciones municipales de abril de 1931. Además regresaron las viejas divisiones, acrecentadas ahora por las distintas visiones que sus líderes tenían sobre el período de transición y sobre el futuro de la Monarquía.
Destacados personajes del sistema político monárquico iniciaron un intenso debate sobre el futuro. Unos, siendo monárquicos, como Sánchez Guerra, criticaban abiertamente la actitud de Alfonso XIII, mientras que otros, como Ángel Ossorio, Niceto Alcalá-Zamora y Miguel Maura, se declararon por la salida republicana. Otros, por fin, como Romanones aceptaron participar en los intentos de normalizar constitucionalmente la Monarquía. Por otro lado, las bases sociales del antiguo sistema de partidos estaban abandonando masivamente la causa monárquica. La clase media española estaba inclinándose por la República, habida cuenta del desprestigio de la Monarquía.
En este momento histórico surgieron nuevas formaciones políticas. Destacaría el Bloque Constitucional, formado en marzo de 1930 por el Partido Reformista de Melquíades Álvarez, más sectores liberales y conservadores afines a Sánchez Guerra, Burgos Mazo y Bergamín. Pero el Bloque era más bien una tertulia o grupo de opinión de políticos prestigiosos sin base social alguna, como un partido del pasado. Los miembros del Bloque eran monárquicos pero críticos con la situación a la que el rey había llevado a la Monarquía, y no se encontraban muy lejos de los republicanos más moderados. Defendían la abdicación de Alfonso XIII, la exigencia de responsabilidades por el establecimiento de la Dictadura y la convocatoria de unas Cortes Constituyentes.
No muy alejado de los anteriores estaría el grupo más dinámico del sector político dinástico español. Nos referimos al Centro Constitucional, creado en marzo de 1931. Esta formación nació de la convergencia de la Lliga Regionalista, el Partido Maurista y de otros grupos regionalistas. El Centro Constitucional estuvo dirigido por Cambó y por Gabriel Maura. Defendía la monarquía parlamentaria, un programa político reformador y descentralizador. Podría haber sido una baza importante para el mantenimiento de la Monarquía pero llegaba muy tarde, apenas semanas antes del final de la misma.
En el otro extremo del grupo de fuerzas dinásticas estarían los herederos de la Unión Patriótica de Miguel Primo de Rivera. Esta formación se transformó en la Unión Monárquica Nacional, presidida por el conde de Guadalhorce. Entre sus líderes destacarían José Calvo Sotelo, Ramiro de Maeztu y José Antonio Primo de Rivera. Eran ultraconservadores y se empeñaron en defender la obra del dictador, además de ser muy críticos con el gobierno Berenguer. Querían una reforma constitucional en un sentido autoritario. Más a la derecha estaría un grupo de formaciones de escaso peso: el Partido Nacionalista Español de Albiñana, el Partido Laborista de Eduardo Aunós, y la Juventud Monárquica Independiente de Eugenio Vegas Latapié.
Eduardo Montagut
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