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Demoler el futuro

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Viene a decir Alfredo Grimaldos (La CIA en España) que el PSOE que durante los últimos cuarenta años hemos conocido fue una construcción a toda velocidad en la que colaboraron estrechamente la propia CIA, los servicios secretos españoles que entonces se llamaban (SECED) Servicio Central de Documentación – habíamos más policías que militantes socialistas, llega a decir uno de los policías “presentes” en el evento de Suressnes que iba a endiosar definitivamente a Isidoro – y la contribución impagable de la socialdemocracia europea, mejor dicho alemana, entonces dirigida por el todopoderoso Willy Brandt. Dice además Grimaldos en ese magnífico estudio, que el principal objetivo de ese montaje no era otro que el de cortar de raíz la imponente presencia del PCE y la potencia vigorosa del Movimiento Obrero del que este partido era inspirador y alma Mater.







Generosamente engrasados con marcos y dólares, conectados con las mejores boutiques que vestirán con trajes de Armani a los jóvenes leones una vez han dejado el tejano manchado de verdín del día de la tortilla, los bienaventurados cachorros de la socialdemocracia entran en el debate de la política española del momento como un elefante en una cacharrería. La veterana oposición al franquismo, en la que no hay socialistas digamos con peso, ha ido cuajando una serie de alternativas y frentes entre fuerzas de distinta ideología cuyo exponente más depurado es la Junta Democrática. Allí, si no todo, si que puede decirse que está lo más granado del antifranquismo, las potentes CC.OO. buena parte de lo más granado de las fuerzas que se proclaman de la transformación social. Estaba allí el PSP, el PTE, la Alianza Socialista de Andalucía, Justicia Democrática (cuna de Jueces para la democracia y de la Unión progresista de fiscales) y cómo no, el PCE.
No puede pasar por ahí Isidoro. Sus instrucciones son desarticular esa oposición y, fundamentalmente a la fuerza dominante. De ahí que de inmediato “construye” la Plataforma de Convergencia Democrática que agrupa a la derecha más rancia, eso sí, teñida de tonos acorde con la época, partidos desconocidos y poco más de cuatro amigos cerveceros, delfines de consejos de administración que ventean el logro de beneficios en las democráticas ubres de la corona, el Movimiento Comunista, una fuerza de compañeros batalladores, luchadores de primera línea y entregados a la causa de la revolución social (¡qué jóvenes éramos!) la más que discutible ORT que le falta tiempo para entregarse a las fauces reformistas (mejor conformistas) de Isidoro y poco más. Un simple punto de apoyo para iniciar el proceso de demolición del partido que según uno de los individuos más abyectos que ha dado la política de este país (me refiero a Alfonso Guerra) ha sido favorecido por el régimen.
Bien, pues prueba conseguida. La tal Plataforma es un excelente punto de apoyo en el que empezar a horadar los impulsos transformadores acumulados a lo largo de años de lucha por los derechos sociales, los políticos y la dignidad económica y democrática. Ahí empiezan los trabajos de demolición. Cinco años después el neoliberalismo, de la mano del PSOE, se asentará en nuestro país en una evolución continuada por todos y cada uno de los gobiernos tanto sociatas como peperos, cada uno de ellos solo ha continuado lo que el otro venía haciendo. La desindustrialización de la nación, la aniquilación del sector público productivo, la entrega del país a la voracidad de las multinacionales, la presión extorsión a la producción láctea, vitivinícola, olivarera, etc. etc. completado con la conducción del país al páramo del turismo, la especulación inmobiliaria y el pelotazo. El resultado son los “elevados niveles de bienestar social” alcanzados hoy. ¡Viva Isidoro! ¡Viva Chema! ¡Viva José Luis! Y que viva Mariano.
Empieza a circular por los mentideros políticos del más bajo nivel que el agotamiento , de las fuerzas de la transición, el saqueo del país y los elevados grados de miseria cuidadosamente ocultada hacia los que el país se encamina, hacían necesario un relevo de agentes. Esta necesidad es, como siempre, inicialmente percibida por las oligarquías y sus think tank, que se ponen a cavilar sobre la manera de reconducir la situación y llevarla por el buen camino.
Se producen entonces, ¡oh casualidad! las llamadas Primaveras árabes que fluyendo por la angostura del estrecho de Gibraltar, llega hasta la Puerta del Sol para, desde allí, difundirse por calles y plazas de todo el país. Es lo que se ha llamado el 15M, aquellos que Julio Anguita decía que eran los nuestros. Yo también lo creo así hoy: en el núcleo de ese movimiento están esencialmente los nuestros.
Muy probablemente IU no entendió la profundidad y el contenido de esas movilizaciones que se alejaban de las clásicas en las que habíamos cimentado nuestra personalidad transformadora y a pesar de la presencia notoria de buena parte de los cuadros de la organización, la evolución del proceso discurre de forma autónoma y a pesar de la coincidencia de programas, IU como organización es ignorada por el movimiento 15M. Las elecciones al Parlamento europeo muestran la incapacidad para configurar una candidatura unitaria pensando que PODEMOS solo era una ilusión momentánea carente de estructura y, por lo tanto, su concurrencia en solitario tendría el efecto de restar votos, pero poco más.
En mi opinión es ahí justamente en donde empiezan todas las desavenencias. La nueva formación irrumpe como un ariete en el electorado español que le da cinco asientos para el Parlamento europeo. El panorama político en el campo de la izquierda española inicia su transformación. Ahora es cuando empiezan a emerger las similitudes con los gloriosos años previos a la transición.
El potente movimiento obrero de los años setenta (y ochenta) se encuentra con el contrapunto de una fuerza política que lo impulsa pero que pierde relevancia. El PCE que trabajó incansable en la articulación de ese movimiento, que tiene una presencia innegable en los años de clandestinidad en los que lidera claramente la oposición al régimen es, tras las elecciones de 1977, un enclenque institucional que ha perdido la partida claramente. El PSOE, un recién nacido a eso de los avatares de la política española, con buenos mecenas tanto nacionales como internacionales, lo aparta de la primera línea de la política. A esa situación de progresiva irrelevancia de los comunistas contribuye, en mi opinión, decisivamente la propia personalidad de su malabarista secretario general. Santiago Carrillo es en el imaginario de muchos comunistas, el hombre que maniobraba para disolver el partido en la casa común socialista.
Curiosamente, a medida que se desmontaba la dinámica tradicional del movimiento obrero, se iba construyendo, poco a poco, con frecuentes reveses, con caídas importantes, con deserciones y luchas cainitas (que nunca han de faltar en una organización de izquierdas que se precie) poco a poco, decía, se va construyendo el cuerpo político casi aniquilado en la transición. La contundencia de la crisis económica, el paro masivo, los niveles africanos del desempleo, sobre todo el juvenil, la precariedad laboral, los salarios de miseria, etc. la privatización descarada de los servicios públicos, etc. toda una dinámica que si bien no ha revitalizado el moribundo movimiento obrero, si ha conseguido revitalizar a la izquierda transformadora que, a tenor de las encuestas, la aproximan de forma sostenida a los organizaciones del bipartidismo e incluso en intención directa de voto parece ser que en ocasiones los supera. Ahí, justo ahí es cuando la semejanza con la dinámica de finales de los años setenta se hace más que evidente.
Podrían trasladarse a nuestros estas líneas de Octubre de 1.983 del escritor y periodista José Mario Armero que tan eficaces y buenos oficios desempeñó para el presidente Adolfo Suárez, y buen conocedor de los entresijos entre los que se mueve el poder de la época, un año después del clamoroso triunfo electoral del PSOE de 1.982, dice: la realidad demuestra que hoy en España gobierna un partido socialdemócrata, europeo, occidentalista, pronorteamericano y decididamente atlantista. En un año de gobierno, los hombres del PSOE han cumplido un papel singular: la casi destrucción de la izquierda tradicional española, en buena parte marxista y revolucionaria que seguía una tradición muy distinta a los nuevos derroteros que han tomado los jóvenes dirigentes socialistas que nada tienen que ver con Pablo Iglesias, Francisco Largo Caballero ni siquiera con Rodolfo Llopis. Y han logrado sustituir lo que siempre se ha considerado como izquierda por una socialdemocracia, que es un amplio fenómeno en el que cabe la libre empresa, la propiedad privada, los europeos, los norteamericanos y la OTAN.

Chema Sabadell, Frente Cívico Somos Mayoría.



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