A un par de generaciones vista: ¿Cuántos pasos puede dar Europa hacia conflictos como los que marcaron su pasado sin llegar un punto sin retorno? Más Unión Europea o vuelta a un pasado trágico.
Analizar cualquier proceso europeo en clave local y a corto plazo, como lo que está pasando con Grecia, incluso los cambios de políticas económicas y sociales, sea cual sea la magnitud del cambio, ocultará la importancia y/o gravedad de lo sucedido.
La Unión Europea es algo más que una mera suma de Estados, es una creación que tuvo y aún tiene (o debería tener) como primer objetivo salvar a la propia civilización europea del colapso, al que se vio abocada por las continuas guerras entre vecinos. Esto lo vieron claro, no solo los padres fundadores de la C.E. sino dirigente relativamente próximos, en términos históricos, como Kolh, Mitterrand, o Felipe González, incluso alguien tan poco pro Unión como Thtacher. ¿Cómo es posible que sus actuales herederos en las funciones de gobierno hayan perdido esta perspectiva?
Los estudiosos de la historia han elaborado herramientas que permiten, al amparo de múltiples experiencias anteriores, prever en qué dirección se van a mover los acontecimientos futuros, si no se corrige el rumbo con las decisiones políticas oportunas, y con los medios, no siempre agradables, adecuados. A principios de los años 60 del pasado siglo hubo un trabajo que es de aplicación casi directa: Estudio de la Historia, de Toynbee. En él se ordenan las fases de cómo civilizaciones, que han dado lugar a Naciones e incluso Imperios de muy larga duración, nacieron, crecieron, colapsaron, se desintegraron y fueron sustituidas por otras, en ocasiones filiales de ellas mismas.
Según las experiencias estudiadas, a la fase de colapso, consistente en la incapacidad de dar soluciones a los problemas de sus ciudadanos sigue inevitablemente la desintegración. El colapso produce un cisma en el cuerpo social, cuerpo social que, según la obra de referencia, se fracciona en una minoría dominante, un proletariado interno y un proletariado externo.
Las políticas aplicadas en la UE para dar solución a una crisis generada por la perfectamente identificable minoría dominante, ha permitido el crecimiento incontrolado del proletariado interno: parados, estafados, desposeídos de vivienda y servicios públicos, explotados laborales, dependientes privados de ayuda, etc. Y la falta de una política exterior mínimamente coherente ha dejado llegar hasta las mismas puertas de Europa a una gran masa de proletariado externo, con el añadido que esa masa tiene un elemento de cohesión poderoso, su religión, diferente a las mayoritarias en Europa.
A juzgar por los últimos resultados, la sociedad europea, o al menos sus actuales gobernantes, está dispuesta, de forma muy mayoritaria, a continuar la desenfrenada carrera hacia nuestra ruina, aún cuando, al menos hasta la fecha, el no muy antiguo militarismo ha sido sustituido por el intervencionismo económico, empujando a pueblos y estados hacia un neoliberalismo convertido en religión, hasta un integrismo que antepone el bienestar de los billetes de banco y las entidades que los acumulan al de los ciudadanos.
Respecto a cómo van a repercutir los resultados en las elecciones futuras, lo cierto es que, al margen de lo nombres de las nuevas fuerzas políticas, al final todo se simplifica en tres o cuatro términos: conservadores, progresistas, nacionalistas y extremistas. Las alianzas con cierta estabilidad quedan así también reducidas a alternativas muy concretas y/o de los cambios que esas alianza promuevan, y los cambios tienen que ser importantes, del abandono de las políticas austericidas y de cambiar la atención y decisiones, desde el confort del sector financiero al bienestar de los ciudadanos de a píe, en especial a los desfavorecidos, dependerá si nazis, neonazis, xenófobos, neofascistas y tribalitas varios, continúan empujando hacia la repetición de la historia de conflictos abiertos durante siglos en esta casa que aún es común, a pesar de la ceguera de los actuales dirigentes.
A la vista de los últimos acontecimientos, una última cuestión sin respuesta clara: ¿Mis nietos seguirán viviendo en una Europa en paz?
Por Isidoro Gracia, Exdiputado | Mundiario