Lo que está ocurriendo estos días con Grecia nos está poniendo ante la verdadera situación del mundo occidental: la lucha entre la política y la economía, entre la democracia y las entidades económicas. Nadie como los españoles, los italianos o los portugueses puede entender a los griegos, nadie como los ciudadanos del sur de Europa puede comprender lo que está pasando el pueblo griego, la impotencia de querer sobrevivir y no poder asomar la cabeza porque hay unos señores que determinan las políticas que quieren implementar sus dirigentes. Por un lado están los gobiernos de los países, elegidos a través del libre sufragio. Por otro lado se encuentran los representantes de la Troika, personajes que no han sido elegidos democráticamente pero que imponen las estrategias de las economías más débiles, de las economías que han sufrido más el golpe de esta crisis económica, de esta crisis que fue ideada y creada precisamente por esos que ahora se están beneficiando de la misma, tanto a nivel institucional como a nivel privado.
Mientras la economía y el empleo en el norte de Europa están repuntando, en el sur de Europa sólo se está notando en las altas esferas de las sociedades. En España desde el año 2008 han aumentado las rentas de aquellos que ya tenían rentas altas, mientras que las rentas medias se están extinguiendo y las bajas se han depauperado que ya no sirven siquiera para subsistir. De una vida digna ya ni hablamos. Todo gracias a los que ponen a las cifras macroeconómicas como objetivo principal de su gestión política; todo gracias a los que se ciñen a las medidas que les imponen desde instituciones supranacionales y las acatan como si fuesen dogmas. Las medidas de austeridad impuestas a los países del sur de Europa han traído una denigración del sentido mismo de la vida.
Ante todo este nuevo planteamiento del orden mundial nos hemos encontrado con que uno de los países de Europa ha dicho que hasta aquí hemos llegado, que no se puede permitir que un pueblo pase hambre, que un pueblo muera, que un pueblo caiga en la indigencia a cambio de la prostitución de sus líderes a esos poderes que no han sido elegidos por el pueblo, por ese mismo pueblo que en cualquier democracia es el depositario de la Soberanía Nacional. El Gobierno griego se ha plantado ante la Troika y ha decidido que sean los ciudadanos quienes decidan si su gobierno debe o no debe aceptar las condiciones que les quieren imponer para poder hacer frente a la deuda país, es decir, que no se destinarían esos fondos para mejorar la vida de los griegos, sino para pagar a los acreedores, es decir, pagar con un crédito otro crédito, aumentar la deuda para dentro de unos meses volver a la misma situación. Sin embargo, cada nuevo crédito viene acompañado de condiciones que atacan la integridad y la vida de los ciudadanos. Un Gobierno responsable no puede permitir esto y, por eso, se ha convocado un Referéndum para que sea el pueblo el que, democráticamente, decida si Tsipras debe o no aceptar esas nuevas condiciones, esos nuevos recortes, esa nueva inyección letal para su ciudadanía.
La convocatoria de esta consulta ha provocado un terremoto de magnitud 8,5 en todas las instituciones europeas, en el FMI y en los países que se han convertido en la puta que pone la cama a pesar de que el poner la cama suponga que su pueblo pasa penalidades, como es el caso de España. La convocatoria de referéndum griego ha demostrado, una vez más, que la economía y la democracia no se llevan bien salvo que haya gobiernos irresponsables que pongan a ésta al servicio de aquélla, como es el caso de España. Lo estamos comprobando en la reacción de los mercados financieros en su apertura del lunes: caídas en picado los diferentes índices.
Debo reconocer que no soy muy de Tsipras, que no me gustan los políticos que hacen programas electorales con promesas que saben de antemano que son irrealizables o que, por lo menos, van a ser difíciles de llevar a cabo. En España ya tenemos partidos que comenzaron prometiendo que el cielo se toma por asalto, pero que van moderando su discurso a medida que se acercan las elecciones. En realidad fue lo que hizo Rajoy para ganar las elecciones de 2011. Sin embargo, debo decir que desde el principio me admiró la actitud de lucha de Syriza ante las instituciones europeas. Hubo momentos en que me admiró cómo Varoufakis se enfrentaba solo a la manada de lobos, a los representantes del Estado Yihadista de la Austeridad. También era conocido que al final iban a tener que ceder, la lógica lo indicaba. Sin embargo, la pasada semana Tsipras dijo «¡Basta!» ante las nuevas condiciones que le ponía la Troika e hizo lo que un buen presidente haría: consultar a su pueblo. Lo mismo que debió hacer Rodríguez Zapatero en 2011 antes de aceptar las condiciones que se le ponían desde la Comisión Europea, lo mismo que debió hacer Rajoy en 2012 antes de permitir que se interviniera a España para salvar al sector bancario…, bueno, eso hubiera sido pedir demasiado.
Ya no es el hecho de que Tsipras convoque o no un referéndum, cosa que es totalmente democrático, sino la reacción virulenta por parte de todo el Eurogrupo, incluidos aquellos que están sufriendo la austeridad, sino que el hecho de que un pueblo quiera decidir entre seguir aceptando las condiciones que les están matando poco a poco o mantener la dignidad, la poca que les han dejado después de años de las políticas aceptadas sin oposición ni negociación alguna por el gobierno de la derecha apoyado por unos socialistas que traicionaron al socialismo.
Las reacciones en España por parte del Gobierno, del Partido Popular y de la prensa del Movimiento han sido virulentas y han aprovechado para atacar a quienes pueden cambiar los modos de hacer política. He echado mucho de menos que desde el PSOE se haya posicionado del lado del pueblo griego de un modo explícito y no pasando sobre el tema intentando quedar bien con todo el mundo. Una vez más las declaraciones de Pedro Sánchez fueron decepcionantes para los socialistas que no se han entregado de manera vergonzante a una lealtad que en realidad es sumisión al líder, una actitud ésta que es la pretendida por parte de la Ejecutiva de Ferraz. Estas declaraciones fueron una incoherencia más: atacas en España a Rajoy por sus medidas y por sus recortes mientras que exiges a Tsipras que cumpla con sus compromisos. Los de la lealtad sumisa dirán que es un modo de hacer ver que el PSOE es un partido de gobierno, pero la realidad es que Pedro Sánchez no se quiso posicionar en favor del pueblo griego, lo que da una idea de lo que hará si llega al gobierno: prometer que las personas son lo primero pero anteponiendo unos compromisos adquiridos sin contar con el pueblo español. El mismo error cometido por Rodríguez Zapatero.
José Antonio Gómez, autor de "EGO: La antítesis del socialismo".
Twitter: @joseangomhern