Estaba cantado. Ciudadanos apoya al PP para que mantenga el gobierno de la Comunidad de Madrid y a Cristina Cifuentes como su presidenta. Por desgracia para la mayoría va a seguir gobernando Madrid el peor PP, el de la corrupción galopante (Gürtel, Púnica, Caja Madrid, Bárcenas…) y el que la ha convertido en el banco de pruebas de las políticas más ultraliberales. Pero esta vez no ha hecho falta un tamayazo, porque el gobierno del PP es el fruto de la incapacidad de la izquierda para ponerse de acuerdo. Y esto sí que es perder una ventana de oportunidad histórica de cambio.
Me había propuesto no hablar de unidad popular y de la izquierda. Pero me parece tan tremendo lo sucedido en la Comunidad de Madrid, y lo que puede repetirse en las elecciones generales, que es una obligación hacerlo. Para no volver a equivocarnos, nunca deberíamos de dejar de aplicar aquello que decían los clásicos de partir del análisis concreto de la situación concreta. Y echar unas cuentas, analizarlas con detalle y sacar conclusiones.
En las elecciones autonómicas del 24 de mayo en Madrid estos fueron los votos y los diputados de los principales partidos: PP: 1.047.056 votos (48 diputados); PSOE: 804.692 (37); Podemos: 587.949 (27); Ciudadanos: 383.874 (17); Izquierda Unida: 130.890 (0 diputados). Ello hace que la suma de PP y Ciudadanos sea de 65 diputados, frente a 64 diputados de la suma de PSOE y Podemos. De estos datos se pueden sacar dos conclusiones:
- Es profundamente injusto que al PP le salga cada diputado a 24.300 votos y que IU no saque ninguno con 130.890 votos. No es una demanda de parte, es un imperativo para todo demócrata denunciarlo y exigir el cambio de la norma electoral.
- Si Podemos e IU hubieran ido juntos, la suma de votos (718.839) hubiera dado lugar a este reparto: PP: 46 diputados, PSOE: 35 diputados; Podemos+IU: 31 diputados y Ciudadanos: 17 diputados. La suma del bloque progresista de PSOE+Podemos+IU sería de 66 diputados, frente al bloque PP+ Ciudadanos de 63 diputados. Es decir, un vuelco total de la situación.
Y eso solo con la simple suma de votos de la izquierda (y con IU en las peores condiciones por sus enfrentamientos internos y sus errores). No tengo ninguna duda que el efecto multiplicador de la unidad –como se ha demostrado, por ejemplo, con Ahora Madrid o con Barcelona en Comú– supondría mejores cifras. Los resultados de las candidaturas de unidad popular han tirado por tierra la teorización de que 1+1+1 no son 3 sino que pueden ser menos, argumento teñido de cierto sectarismo para rechazar la unidad.
Esta lección ya deberíamos haberla aprendido de las elecciones andaluzas, donde la suma de Podemos e IU hubiera dado lugar a 6 diputados más y hubiera hecho imposible otro acuerdo que no fuera el que implicase un claro giro a la izquierda. Pero no fue así. Y propuestas de unidad, como la que hizo Julio Anguita el pasado marzo en Málaga, se rechazaron de un manotazo y no fue tomada siquiera en consideración.
Toda fuerza política tiene derecho a equivocarse, repetir los errores es algo más serio. Y Podemos lo haría si insiste en su estrategia de Vistalegre de ir solos (o acompañados únicamente en algunos sitios) a las elecciones autonómicas y generales. Reconociendo el importante papel de Podemos y de Pablo Iglesias en el proceso, no puede pedir que todos los que quieran la unidad vayan bajo sus banderas. Solo se pueden ganar las elecciones generales con unidad y pluralidad, reconociendo la singularidad de los demás. Y así lo quieren otras fuerzas que piden respeto a su identidad.
La división, la competencia y la no optimización de los votos en las circunscripciones provinciales pequeñas debilitarían las posibilidades de éxito. Podemos podrá tener un estupendo grupo parlamentario, pero no gobernará y tendrá que asumir parte de la responsabilidad de la frustración popular. Porque no está asegurada la derrota del PP, incluso una encuesta reciente de eldiario.es apuntaba a una cierta recuperación: este es un país con varias generaciones educadas en el franquismo y en el que la gente perdona cosas que no debería perdonar.
En los meses transcurridos desde la asamblea de Vistalegre han pasado muchas cosas. Seguimos sufriendo los costes sociales de las políticas neoliberales, aparecen nuevos actores políticos, siguen destapándose escándalos de corrupción… Todos estamos obligados a repensar las estrategias y a construir un marco cómodo para partidos, movimientos sociales, mareas, etc. Porque el objetivo es ganar las elecciones para desalojar al PP y aplicar un programa de cambio que rescate urgentemente a las personas, que recupere derechos, libertades y servicios públicos, que desarrolle un nuevo modelo económico al servicio de la mayoría social y ecológicamente sostenible, que permita abrir un proceso constituyente para regenerar la democracia.
Más allá de las especulaciones teóricas sobre modelos de convergencia, los agentes del cambio deben buscar una marca asumible, un programa de mínimos muy participado por los movimientos sociales y la celebración de primarias para elegir la mejor representación. Un proceso que desemboque en una fórmula ecléctica, eficaz y movilizadora. Y a trabajar todos codo con codo por la victoria.
Digo ahora lo mismo que dije en el acto de Alternativas desde Abajo celebrado el 7 de junio de 2103 en la plaza del Dos de Mayo de Madrid: para construir la necesaria unidad hace falta generosidad de unos y prudencia de otros. Y si entonces la generosidad debía tenerla IU, hoy los términos se invierten y la generosidad le corresponde a Podemos. ¿o repetimos los mismos errores? No es fácil, pero se debe intentar con inteligencia política, sin prejuicios de nadie, priorizando lo esencial frente al interés partidario.
¿Podemos seguir soportando la reforma laboral, la LOMCE, la ley mordaza, las privatizaciones de lo público, la ocupación partidaria de las instituciones… por no ser capaces de ponernos de acuerdo? Lo que vamos a pagar en la comunidad de Madrid nos puede volver a pasar en noviembre si no hay un replanteamiento de la estrategia. En ese caso, de nuevo las cuentas no desvelarían el error y algo más grave aún: que no tenemos remedio.
La claridad es un bien muy codiciado sobre todo cuando se trata de decidir, pero no para uno mismo sino para los demás, aspiración que por regla general debería resultar sencilla. Especialmente cuando se demuestra que ganar las elecciones es una cuestión política y matemática. Si va en serio lo de ganar las elecciones hay que tener claro que para asaltar los cielos se necesita la ayuda de todos. Podemos con Unidad Popular no es un título, sino una propuesta, por si pudiera servir. Se trata de que no se arruinen las esperanzas de cambio de todo un pueblo mientras discutimos si son galgos o podencos.
Agustín Moreno | Cuarto Poder